Kai: Aventuras en la calle

~Un refinado en la calle~

Kai caminaba sin rumbo por una de las zonas más refinadas de la ciudad, donde las casas eran enormes y elegantes, con cercas altas que parecían tocar el cielo. Su cola se movía con el viento mientras avanzaba, sintiéndose un poco fuera de lugar entre tanto lujo.

De repente, algo llamó su atención. A través de una gran ventana con cortinas de encaje, un gato blanco y esponjoso estaba sentado sobre un cojín de terciopelo, observando la calle con una expresión de aburrimiento absoluto.

Intrigado, Kai saltó con agilidad al cercado y se acercó a la ventana.

—¿Tú quién eres? —preguntó el gato blanco, levantando una ceja con aire refinado.

—Me llamo Kai, ¿y tú?

El gato parpadeó lentamente, como si hablar fuera un esfuerzo innecesario.

—Soy Monsieur Pompadour III —dijo con orgullo—, pero puedes llamarme Pompadour… aunque dudo que nos volvamos a ver.

Kai ladeó la cabeza, divertido.

—¿Y por qué dices eso?

Pompadour suspiró, moviendo la cola con elegancia.

—Mi dueña no me deja salir. Dice que la calle es peligrosa, que puedo enfermarme o perderme.

Kai se encogió de hombros.

—Bueno, en la calle pasan muchas cosas, pero también es un lugar increíble. Yo puedo enseñarte.

Pompadour lo miró con desconfianza.

—¿Tú? ¿Enseñarme?

—Sí, Pompy, yo.

El gato blanco bufó, indignado.

—¡No me llames Pompy!

Kai sonrió con picardía.

—Es que tu nombre es tan largo que casi me quedo sin aire al decirlo.

Pompadour giró la cabeza con fastidio, pero sus orejas se movieron con curiosidad cuando el viento le trajo nuevos olores: el aroma de la comida callejera, el perfume de las flores en un parque cercano, e incluso el rastro de otros gatos.

—Bueno… tal vez quiero salir —admitió finalmente.

Kai sonrió.

—¡Perfecto! Ahora solo tenemos que sacarte de aquí.

Sus ojos recorrieron la zona hasta encontrar la solución: un árbol alto con ramas que rozaban el borde de la ventana.

—Sube por ahí.

Pompadour miró la rama con escepticismo.

—No sé trepar árboles.

—Vamos, es fácil. Solo usa tus patas y…

—¡Kai, auxilio! —gritó Pompadour dramáticamente a mitad de camino— ¡Mi cola está atrapada!

Kai rodó los ojos y fue a ayudarlo. Con un tirón, logró liberarlo, pero en cuanto Pompadour tocó el suelo, salió disparado.

—¡Soy libre! —gritó, corriendo como si nunca hubiera sentido el viento en su rostro.

Kai corrió tras él. Pompadour podía ser refinado, pero tenía energía de sobra.

—¡Bienvenido al mundo real, Pompy! Ahora, ¿listo para tu primera aventura?

Pompadour se detuvo y alzó la barbilla con dignidad.

—Siempre estoy listo… pero no me llames Pompy.

Kai sonrió con diversión.

—Lo que digas, Pompy.

Y así, los dos gatos se adentraron en la ciudad, listos para descubrir todo lo que el mundo tenía para ofrecer.

Pompadour rodaba por el césped con Kai, disfrutando por primera vez de la sensación de la hierba bajo su pelaje. Se revolcaba con entusiasmo, dejando de lado su habitual aire refinado.

—¡Esto es increíble! —exclamó mientras se sacudía, dejando su esponjoso pelaje cubierto de pequeñas hojas y polvo.

Kai rió al verlo.

—Pompy, si te viera tu dueña, se desmayaría.

—¡No me llames Pompy! —bufó, pero no pudo evitar reír también.

Mientras tanto, en la gran casa, la dueña de Pompadour entró en pánico al notar la ventana abierta y la ausencia de su gato.

—¡Oh, no! ¡Monsieur Pompadour III! —gritó con dramatismo—. ¡Mi bebé, mi príncipe!

Corrió por la casa, revisando cada rincón. Buscó debajo de los muebles, dentro de los armarios e incluso en la bañera. Nada.

—¡No puede ser! ¡Se ha perdido!

Aterrada, salió al jardín llamando a su gato como si fuera un niño perdido.

—¡Pompadour! ¡Mi querido Pompi-chou!

Kai y Pompadour se detuvieron en seco al escuchar la voz. Pompadour se puso de pie de inmediato, con la cola erguida.

—Oh, no…

Kai lo miró divertido.

—¿Pompi-chou?

—¡No repitas eso! —susurró Pompadour, avergonzado—. ¡Mi reputación está en juego!

La dueña seguía llamándolo con desesperación, recorriendo la acera y preguntando a los vecinos.

—¿Han visto a mi precioso Pompadour? ¡Es blanco, esponjoso y tiene una mirada de nobleza inigualable!

Kai miró a su amigo.

—Bueno, sí que eres inconfundible.

Pompadour suspiró, su breve libertad pendía de un hilo.

—Tengo que volver antes de que se desmaye de la preocupación… pero al menos esta vez he visto algo más allá de mi ventana.

Kai le dio un cabezazo amistoso.

—Podemos hacer esto más seguido, Pompy.

—¡Kai!

Pero antes de que pudiera seguir quejándose, su dueña lo vió y corrió hacia él.

—¡Mi Pompi-chou! ¡Estás lleno de polvo! ¡Ven aquí, cariño!

Con un suspiro resignado, Pompadour dejó que lo tomara en brazos, pero antes de que se lo llevara, miró a Kai con complicidad.

—Nos veremos de nuevo.

Kai sonrió.

—Eso ni lo dudes.

Mientras Pompadour era llevado de vuelta a su hogar con mimos y regaños, Kai se alejó con la cola en alto, satisfecho de haberle mostrado un poco del mundo real.



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En el texto hay: humor amistad aventura gatos

Editado: 01.05.2025

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