¿Tanto me cuesta decir que aborrezco la idea de tu despedida? Por lo visto, creo que sí.
Contemplo entonces mi cuarto. Cuarto en el que tanta sangre ha caído de entre mis dedos, sangre de ónix tibia como tus besos, en gotas gélidas de fría escarcha. Sangre, que ha plasmado entre mis folios incontables momentos de ilusión, dicha y desdicha. Sangre que ha sido mi sombra, me ha llevado a la muerte, pero que también me ha llenado de vida, vida que tal vez no tengo, pero que le ha dado cuerda a ese reloj en mi pecho al que todos llaman "Corazón".
Y me lleno de nostalgia...
¡Oh! ¡¿Qué gano con mentirme?! ¿Pero también qué gano con lamentarme? Ambos sabíamos que nuestra danza bajo la lluvia llegaría un día al último réquiem, pero nunca imaginé que aquella ventisca me sorprendiera bajo los pies y me arrojara al vacío, lejos de ti.
Sí, mi corazón está roto. Sus engranes se han ido volando y sus resortes resalen de su mecanismo. Y me duele. ¡Me duele cada vez que siento a mis agujas hacer Tic-Tac! Me duele sentir a mis agujas retorcerse al ritmo de tan trizadas ruedas. Pero ya he de estar mejor. Por ahora, sólo me queda dormir...