¡Tómala, métele, remata! La música vibra radiante de dicha, radiante al compás de la guitarra y las caderas de unas pequeñas que subieron de improviso. Pero pareciese que no importara.
A mi alrededor aprecio un decenal de caras frías, retraídas, divagando por quién sabe dónde bajo quién sabe qué inquietud. Pero no en esa escala. No esas dos pequeñas.
Ellas se muestran al mundo espontáneas y graciosas, sin la menor muestra de amargura o temores. ¿Por qué? ¿Porque son niñas? ¿O porque son francas? No lo sé. Sólo sé que la micro sigue andando y ellas no dejan de retozar. ¡Incluso claman por más! Claman al artista por otra pieza, claman y siguen clamando, haciendo arder con más fuerza el fuego de esta fiesta, esta fiesta urbana, de la que pareciera que muchos aquí presentes se están perdiendo. ¿Por qué? Ni idea.