Kairos (2019)

Poema XI

Y así termina mi día, subiendo nuevamente a ese autobús de ágata con dirección a las chacras, esas chacras que a costa de sangre se convirtieron en lo que hoy puedo llamar mi hogar. Mi tierra. Con mi gente.

Durante el viaje me apego a la ventana, ojeando casi por rutina el característico globo oscuro empolvado en perlas que recubren el cielo. Y me sumerjo en mis pensamientos.

 No es algo especial, a decir verdad, sólo repaso las factoriales y la tabla de frecuencias como si tuviera un visor de realidad virtual. Una película mental que cumple las fantasías de los vanguardistas italianos, y que incluso se les encuentra más sentido que a las obras de Kawahara.

 Pero aunque mi visión sea tan práctica, hay algo en mis adentros que no me permite apreciar su aroma. Un sentimiento. Una corrosiva vibra que se esparce en mis arterias como toxina y me recoce el alma en ruin desprecio, o por lo menos, en indiferencia.

 En otras palabras, detesto las matemáticas.

 ¿Pero por qué? Me pregunto de pronto. ¿Por qué despreciar un saber que, como las letras, es un arte tan fino? ¿Porque no las entiendo? ¿Porque no soy el lobo correcto? Sí. No. Tal vez. No sé. O será que, como todo humano, desprecio todo lo que no entiendo. Puesto que qué es más humano que el desprecio hacia el Otro. A ese vástago que no es blanco y que repentinamente llegó a mi vida (pero que a la vez, yo invadí la suya). ¡¿Y qué es más humano que eso?! ¡¿Qué es más humano que el desprecio?! ¿Qué es más humano que la incomprensión, el miedo, el rechazo? Sólo una cosa. El saber. El conocer. El estudiar y comprender los ojos de ese Otro, y mirarle en aquel espejo donde en trizas descansan aquellos trozos que expanden tus ojos al infinito. ¡Eso es más humano que el miedo! Recapacito. Eso es más humano que el desprecio. ¡Eso es más humano que el rechazo! el abrir tus alas y volar.

Y no mirar atrás.

 Tal vez debo considerar eso al momento de dirigirme al arte de los números. A mi Otro. A los que no son letras, o al menos, no como el Alfabeto.

¡Y debo intentarlo! ¿Qué es lo que puedo perder? ¿PSU puntos? De hecho, sí, pero no he de morir por algo tan banal.

 No he de morir por llevar bajo los párpados un ojo del Otro tintado en mi sangre. ¿O sí?




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