Kairos (2019)

Poema XVII

Ayer con los compadres celebramos el Dieciocho. La fiesta nacional. Y como todo buen chileno, brindamos con alegría.

 Y bebimos. Bebimos como hermanos en esta fiesta de nuestra tierra.

 Y bebimos. Y yo bebí. Y me dejé llevar por las amargas sendas de un pasado hecho de ortigas. Y azotes. Y ademanes.

 Y pensaba, nuestras vidas son como la bebida; dulces, amargas, frías, tibias, pero todas, todas comparten una matiz en común. Se acaban. Se consumen al igual que un soplo en la sombría noche del vacío infinito; se consumen, se consumen cual brillo de estrellas en el vasto campo del universo.

 Se consumen…

 Se consumen y están destinadas a hacerlo desde que damos el primer sorbo, el primer sorbo a ese trago que todos llamamos Aliento; la espuma de aquella copa que da el inicio a nuestra dichosa existencia.

 Y recitaba. Recitaba así mi soneto mientras mis colegas reían a gusto. A gusto ante esta suculenta ironía llamada Vivir.

De pronto entre rondas, un buen amigo me llamó adulto. ¿Por qué? Por beber sin dulce, sin su gaseosa.

 ¡¿Y por esa burrada soy más adulto?! ¿Por una fachada burda en un vil recipiente vacío? ¿Por una máscara de lodo en un carnaval de hipocresía, fiesta en la que puedes mostrar todo, menos tu carne al descubierto?

Si eso es lo que me hace un adulto, ¡pues gracias! pero prefiero ser un niño.

Por otro lado, tiene razón. ¿Pues quién más que un adulto puede soportar la hiel de la existencia y la crueldad de una solitaria vida? Es por eso que en cierto modo envidio a los niños. Por el trago de ambrosía que acostumbran beber antes de salir al frío mundo en que han de arder hasta marchitarse. Y consumirse. Consumirse como el tabaco y decaer ante la muerte, en esos vientos de cruento olvido.

 ¡Oh! ¡Vil engaño! Eso bebemos. Mentiras piadosas para lágrimas en descenso.

Así que es cierto. Soy un adulto. Aunque lo deteste.

 ¡Así que brindo por eso! Por esa amarga bebida que nos recuerda en cada ronda lo fugaz de nuestra existencia, y lo efímero de cada máscara, y los recuerdos de cada sorbo. Pues en estas rondas se han quedado mis memorias, memorias que un día espero no queden en el olvido. O por lo menos, que sus cenizas merezcan la pena.

¡Salud!




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