Kairos (2019)

Poema XXV

Hace un año que te fuiste, viejita mía. Y realmente pareciera que no ha sido más que esta mañana.

 Aquí las cosas parecieran no haber cambiado. Las mismas noches frías y los mismos días en brumas. Los mismos caminos grises cargados de mierda y furtivo escupo… Pero sin ti…

 Tu casa sigue igual, aunque vacía. Ya no huele a leche asada, ni al rotor de esa cosedora, ni a tus pasos de nieve por cada habitación. Sólo a nostalgia…

 En mi cumpleaños me hicieron falta tus mimos, y tus completos de falta fresca. Iba a presentarte a una chica, pues la última vez me salió mal todo. Iba a escribirte algo, por todas esas historias que me contabas de niño me contabas. Iba a besarte y abrazarte como si nunca fueras a irte. Porque eso es la muerte para un niño, ¿no? Un sueño. Una pesadilla. Un cuento de brujas para los grandes.

 Pero no pude…

 Fuiste a quien más esperaba en Navidad, a quien más quería entonar una canción. A quien más quería sorprender con algo dulce en tan buena noche. Con quien más quería compartir un chocolate caliente, y unas historias al pie de las estrellas.

 Pero no llegaste…

 No llegaste pues te volviste paloma. Te volviste paloma, y volaste. Volaste lejos, siendo libre. Volaste…

 Y mientras yo, me quedé en este charco. Me quedé en este charco, hecho un ovillo bajo la lluvia, esperando siquiera un soplo que disuelva este frío.

 Soplo que no aparece. Soplo que nunca llegó.




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