Que conste que estaba borracho cuando escribí esto…
Santiago, bella dama que se desnuda a la noche.
Ninfa de lentejuelas que se entrega al amor del cielo, que se recuesta entre montañas a remojarse en riachuelos, reluciendo así cual gema sus dones de musa, dones de diosa que pestañean como luceros.
Santiago. Te miro. Te contemplo. Bebo contigo, bebo a tu lado.
Santiago…
Pero, Santiago, dime una cosa. ¿Por qué tu luz de perla es allá en el rico y en casa del pobre no hay más que cobre? ¿Por qué esa diferencia? ¿Por qué bailas de gala entre feudales pero luego vienes de tuja a dormir con nosotros? ¿Por qué, Santiago, por qué? ¿Por qué ir de dama con un rico, y con un pobre salir de cuma? ¿Por qué ese afán de espumante luego de la Pilsen que nos tomamos? ¿Por qué esas luces? ¿Por qué esas sombras? ¿Por qué tan doble cara? Dime, Santiago, dime…