Ansiedad. Miedo al mañana. Miedo a ese pórtico, ese, ese que se vislumbra por el horizonte.
Por otro lado, serenidad. Frio que apaga la llama. La llama de la ansiedad.
La paciencia es una virtud, pero una de las que duele, de las que quema, de las que desgarra la piel, de las que carcome. ¿Mal necesario, se podría decir? Podría decirse que sí.