El rencor es como veneno, y la ira, su ejecutora.
Víbora que se arrastra en memorias de odio y alimenta ese fuego que día a día te carcome.
¿Pero qué sería peor, me pregunto de pronto, que aquella toxina quemando sus venas? Solo una cosa. El no morir, y volverte, para colmo, exactamente aquello que un día juraste destruir.
Querido mío, no vale la pena cargar con ello. No vale la pena.