Después de todo un verano tirándome las…
Alejado de las letras, alejado del trabajo. O por lo menos de mi trabajo entre musas y negra sangre.
Bueno, más que mal, me merecía un descanso, ¿no?
¡Oh! ¡Tanto tiempo ha pasado y tanto no! ¡Tanto he visto y tanto no! ¡¡Y apenas fue solo un suspiro en el viento!!
Me he enamorado.
Me he enamorado y he dado vueltas por la playa.
La he extrañado…
He sentido en mi pecho la amarga hiel de la angustia, rencores y culpas del pasado, la he sentido, y he sentido cómo se disuelve, cómo, como si nada.
Ansiedad, también la he sentido. El crudo invierno en las venas que escarcha la sangre. Invierno. Sangre y miedo. Miedo, miedo he sentido. Muchísimo. Como si mi sueño fuera a quebrarse inesperadamente. Como si no mereciera que un rayo de luz me acariciara la cara. Como si la infelicidad fuera mi único destino.
Pero también he sentido esperanza, esperanza en algún mañana. Esperanza que hoy revuela en las alas de Nike, valerosa como Atenea, prudente como Esther, y con el corazón tan cálido e inocente como la pequeña Odette.
Esperanza…
Esperanza. ¡Esperanza y miedo, miedo he sentido! Miedo. ¡Miedo y amor! ¡Amor y ansiedad! ¡Nostalgia! Pues la he extrañado…
Pero así como la he extrañado, también caminé en su ausencia, su ausencia, en su ausencia caminé y en agua de mar me sumergí, me sumergí y nadé despacio, nadé, me disolví en su misterio, así como la tinta se disuelve en lágrimas cuando el poeta ama a su obra más de lo que ama escribirla.
¿Y dicen que los artistas tienen una vida aburrida? Yo no lo creo.