Kairos (2019)

Poema LXXIV

Semana agitada, en todo sentido. Semana en la que también he tenido mucho que reflexionar.

 Para empezar, el término “Competencia”. Palabra usada y abusada durante tanto tiempo, tanto tiempo, que ni me acuerdo.

 Duro dilema, duro balance. Fino coaxium que arde cual fuego en arterias de hielo. Y no es para menos, pues hablamos de las riendas de aquel corcel negro enlazado a esa yegua blanca, para que juntos lleven ese carruaje al que los platónicos llaman Alma, la esencia del Ser hecha forma, hecha vida, hecha vida tanto en sangre como en ideas.

 Y es que es difícil hallar el balance en la Sociedad de las Competencias, donde da igual el cómo llegues siempre y cuando llegues primero; siempre y cuando hasta el fondo te tomes el licor del egoísmo. Veneno. ¿Así cómo avanzar? ¿Cómo? ¿Cómo dirigir nuestro carruaje en una pista tan frenética? ¿Paciencia, supongo yo? ¿Pero cómo tener paciencia en la Sociedad de la Impaciencia, la Sociedad de lo Inmediato, del Desecho, de la Flecha Dorada del Consumo, del Sistema de Materiales?

 Tenso reto se aprecia. Tenso. Tenso reto que más encima a los niños afecta, a los niños, especialmente a los niños. Tenso reto que la docencia está enfrentando y se ha propuesto dar cara hasta el final, pues de nada sirve salir a correr si no eres capaz de contemplar las estrellas que arropan tus pasos noche tras noche.

 Eso es lo que significan las Competencias.




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