He pensado mucho en el amor, el Feminismo, y la última herida que llevo dentro del corazón.
Anoche me desvelé escuchando a Cori, buscando en las sombras de mi cuarto esos ojos color lima que solían recostarse a mi lado, y que se fueron. ¿Es que así se ama en estos días? ¿Sufriendo? ¿O es que siempre se ha amado así, sólo que era demasiado ingenuo como para darme cuenta?
Tal vez podría seguir la fórmula de las feminazis, donde todo es un Súper Smash sacado de una obra de Sade (joda que viniendo de mí sería un descaro, a fin de cuentas, comparto letras con ese bastardo). Tal vez podría. Tal vez. Tal vez debería aceptarlo, aceptar, aceptar el hecho de que un Tú y Yo podría no llegar a seis meses, incluso, ni siquiera pasar la semana. ¡Y es que tanto se ha dicho y tanto no! ¡Tanto enunciado y tanto callado que ya ni siquiera sé en qué creer! Ni siquiera.
Algunos, dirían por ahí que el Idilio no existe, que es un invento del Patriarcado. Otros dirán quizá, que de más de veinte años no pasa y que lo que sigue no es más que rutina. Y otros, que es mero placer, pasajero, como la pasión por la Roja o la idolatría por Los Vengadores, tan vago y tan vano como la plata y la publicidad.
Pero en tanto, yo, sigo ahí, sin saber qué decir, vagando en solitario por aquella misma carretera, pasando por las mismas paradas, llevando esas mismas burradas, esas burradas cargadas de sueños y tantas promesas que se quedaron a medias. Y tantas miradas que se disolvieron entre la lluvia.
Debería dejarlo así.
Así.
Así y sin nada más.
Pero no puedo.
No puedo, porque sé lo que significan cada uno de esos pétalos, y lo que significaron ahí, a cada soplo del Kairos entre cada mirada, cada abrazo, cada sonrisa, cada beso con sabor a Sidra. Esos instantes que me hicieron volar más allá de las estrellas tomado de la mano de aquella persona que se fundía en mi piel y hacía arder ese, mi corazón.
Señores, lamento decepcionarlos, pero no puedo. Sería como tirar a la basura todo aquello que hizo especial el aroma de esas luces que brillaron en aquellas noches oscuras.
Y definitivamente no estoy hecho para esos juegos de ego y locura.
No.
No estoy hecho para eso.
Mi corazón pide otra cosa, pide magia, pide calor. Pide un abrazo bajo las estrellas al abrigo de los cigarrillos, una risa de luciérnaga que ilumine mi día después de la lluvia. Un susurro al oído, un susurro puro y sincero, uno que sujete mi mano y prometa nunca soltarla, que siempre me diga Te Quiero, se ría de mis bromas y siempre busque hacerme suspirar.
Y que me haga volar.
Que vuele.
Que vuele y volemos cual rayo, que vuele a mi lado al compás de Pink Floyd. Que vuele conmigo, que vuele, vuele, vuele y se sumerja conmigo en vapor de deseo, me escuche, así como habré de escucharle, y cual perito traficando endorfinas, volverme su éxtasis, su LSD.
Eso espero de una persona. Eso. Nada que no pueda encontrarse con paciencia y un pelín de suerte. Aunque últimamente me he cuestionado mucho la idea de poder encontrar algo así entre las hojas de esas violetas.
Me lo he cuestionado mucho hoy en día. Mucho. Mucho…