Poema LXXVI

Es gracioso que los buscadores de la libertad, sean, precisamente, los primeros en encadenarse a la aprobación de los demás.

 Es gracioso.

 Es gracioso que haya hombres que alcen espada contra lo Altísimo, mas su acero, ni viento raja ni sangre abre. Solo llama la atención cual bufón del Día de Tontos, molestando a unos con su morbo, alocando a otros con su delirio. Pero al final del día, nada cambia.

 Nada…

 ¡De verdad es muy gracioso!

 ¿Pues cuál es el fin de cambiar las estrellas si ni siquiera se cambian la ropa? ¿De qué forma pretenden hacerlo? ¿De qué forma? ¿De verdad vale la pena bailar desnudo en una juerga, si después han de vivir en silencio, igual que borregos en su rebaño?

 Nada personal, señores. Nada personal.