—¿Q-quién es-está ahí? —sollocé— Por favor, n-no me hagas daño.
Mis ojos estaban cubiertos por una venda que estaba apretada con fuerza alrededor de mi cabeza, siempre estaban cubiertos y no podía ver nada. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que esos hombres horribles me habían llevado, pero se sentía que eran años.
O siglos.
Tampoco sabía cuánto tiempo era eso, pero se sentía mucho, mucho tiempo.
Esos hombres me habían dicho cosas horribles, tocado, apretado, me abofetearon con fuerza, me golpearon mientras estaba en el suelo. Ellos me quemaron con unos cigarrillos en el interior de mis piernas y se reían de mí, entre más lloraba, más reían.
Todo me dolía, sobre todo las quemaduras. Y tenía mucho miedo, cada vez que entraban era para golpearme, gritarme o aventarme comida.
Mi estómago dolía por el hambre, pero prefería que no entraran.
Sabía que alguien estaba ahí, pero no contestaba. Un pequeño sonido llegó a mi derecha, solo podía voltear la cabeza, mis brazos estaban esposados detrás de mi cuerpo y en mi tobillo izquierdo, había una cadena que no me dejaba moverme de ese lugar.
¿Se habría olvidado mi papá de mí? ¿No se ha dado cuenta que no estoy?
—Niña, acércate —susurró muy despacio una voz que venía de mi derecha.
Eso, ¿era…? No sonaba como alguno de los hombres horribles que habían venido antes.
—¿Q-quien…?
—Shhh —regañó mientras susurraba— habla más despacio y trata de acercarte.
No, no era uno de los hombres.
—No puedo —dije lo más bajo que pude— te-tengo una cadena.
Dijo unas cosas que no entendí porque hablaba muy despacio, pero después preguntó: —¿Cómo te llamas niña?
—Tatiana, me llamo Tatiana, —me concentré más en su voz— ¿eres un niño?
Escuché una especie de burla antes de que contestara. —Claro que no, tengo doce años.
Eso era un niño, pero no dije nada. No quería que se fuera.
—Puedes, ¿puedes ayudarme a salir? Quiero ir a mi casa —me costó un poco decir lo último, porque tenía muchas ganas de llorar.
—La ventana tiene una reja con cuadros muy pequeños, no puedo sacarte por aquí. —Sentí empaparse mis mejillas, cuando él continuó— Pero te ayudaré Tatiana, te ayudaré a salir de aquí, tienes que ser valiente y esperar.
Moví mi cabeza hacia arriba y hacia abajo. Esperaría, ya había esperado mucho, mucho tiempo, pero ahora alguien iba a ayudarme, y le creía, porque nadie había sido amable desde que me llevaron, entonces, esperaría.
Los días pasaban, y yo siempre estaba ansiosa por escuchar el sonido del vidrio de la ventana abriéndose, porque era cuando el niño me visitaba.
—¿Qué estás haciendo?
—Imaginando…
—¿Qué imaginas?
—Capa sobre capa —susurré.
—¿Eh?
Me hubiera gustado verlo para explicarle, pero con la venda cubriendo mis ojos no podía.
—Creo que todo está hecho de capas, los juegos, las cosas, las personas, imagino todas las capas que tendría que quitar para poder escapar —sacudí un poco mi cabeza— Primero me quitaría la venda, después liberaría mis brazos y mi pierna, y después…, después….
No sabia que era después. Y quería llorar por eso. Si tan solo pudiera ser como mis primos, ellos eran valientes y fuertes.
Yo solo quería llorar todo el tiempo.
—Voy a sacarte Tatiana, y podrás ver muchas más capas.
—Lo sé.
Sentía que pasaba mucho, mucho tiempo, y el niño venia cada vez más, y platicábamos, sobre todo, hacia que no tuviera tanto miedo y que a veces me olvidara que estaba atrapada, y siempre me decía que estaba averiguando como escaparnos.
—De verdad ¿no sabes donde vives? —moví mi cabeza, porque no sabía— Tatiana, no puedo sacarte solo de aquí, sé que no quieres decirme, pero…
—No soy una suplona. —Y no lo era, siempre me habían dicho que no debía decirle a nadie nada sobre mi familia, y no lo haría, el niño ya me había preguntado quienes eran mis papás, y no le dije nada—. Lo prometí.
El niño se quedó en silencio, creí que ya no me hablaría, pero después escuché como se reía muy despacito.
—Es soplona, no eres una soplona, y lo entiendo, pero necesito ayuda, tengo que decirles a tus padres, ¿entiendes? Se acaba el tiempo Tatiana.
Eso era malo, sabía que era malo. Los hombres podrían venir de nuevo, y lastimarme…
A lo mejor, mi papá estaba asustado, porque no podía encontrarme, el siempre me ha dicho que soy lo mas importante para él, aunque mi mamá se enoje.
—Mi… mi mamá, se llama Anastasia, ella no trabaja, solo compra muchas cosas, le gustan los bolsos, y mi prima se llama Katya, es fuerte y muy valiente, también Aleksi y Kirill, pero no me dejan jugar mucho con ellos, me dicen que soy enana, pero cuando finjo que voy a llorar, se asustan y me llevan a jugar con ellos.