Kairos

CAPITULO CINCO

Seguí sorprendida, con mis ojos sin apartarlos de la pantalla.

No había dudas, esa huella le pertenecía.

Pero la pregunta era, ¿cómo?

No sé la edad que tiene, pero en aquel tiempo debió ser pequeño, aunque por mi propia experiencia, la edad no significa nada cuando se hace uso de las habilidades con una computadora.

O en muchas otras cosas.

Tenía demasiadas dudas y Xander seguía sin conectarse.

Continué revisando la información, y encontré un archivo de video. Cuando lo reproduje, el fondo era de una fiesta, alguien gritó el nombre de Mikhail, la cámara se movió para enfocar a quien llamaban, y sentí toda la sangre abandonar mi cuerpo, porque conocía al hombre que llamaban Mikhail.

Hubo un tiempo que me perseguía en mis pesadillas.

Era el hombre que me secuestró.

Mikhail Volkov, era el hombre que se me secuestró y que estuvo a punto de violarme.

Esta vez corrí al baño, y me quedé un rato ahí.

Cuando toda la bilis salió, la ansiedad se hizo cargo. No había forma de contener las lágrimas que salían, no podía hablar, pero tenía que decirle.

Es probable que estuviera con Lenna, pero esta información era muy importante, no podía esperar.

Con los dedos temblando, presioné el número tres de marcado rápido al mismo tiempo que con mi otra mano, enviaba la información al correo de Yekaterina desde mi laptop.

—Aleksander —hablé en cuanto escuché que contestó— ya tengo la información de Mik-Mikhail —rayos—, Vol-Vol-Volkov y es, es horrible, se está enviando a Katya, contáctala, Aleksander, es… —me costaba mucho hablar, todo mi cuerpo temblaba— ¡es él! Es… él.

No tenía que especificar a quien me refería, cualquiera de mis primos sabrían a la perfección de quien hablaba por solo el temblor de mi voz.

—¿Tatiana? Era él, era, ya no más, era él —contestó en ruso.

Mi primo tenía razón, era él, ese desgraciado ya no caminaba en la tierra.

Con ese pensamiento colgué la llamada y tomé un respiro, reía con desenfreno al mismo tiempo que las lágrimas corrían por mi rostro, lagrimas purificadoras, que con cada surco dejaban un camino de paz en mi alma, sanando, cicatrizando, y, por fin, podía darle el cierre definitivo a esa parte de mi vida.

Un par de minutos después, estaba recostada en mi cama, mirando al techo, mientras tranquilizaba mi corazón y mis pensamientos, mi móvil sonó alertando una llamada entrante, era Kirill.

—Hola…

—Tatiana, —su voz era dura, algo había pasado porque no solía llamarme por mi nombre, me senté de inmediato—, Frank Andrews es el hombre que está tras Aleksander, y se encuentra en la ciudad, puedes localizarlo?

—Claro, tardaré un poco, pero… —Un escalofrió corrió con fuerza por mi columna.

Frank Andrews.

—¿Tatiana?

Ya había escuchado ese nombre, pero, donde…

—¡¿TATIANA?!

Oh, Jesús, ¡oh Dios mío!

—Kirill, —el pánico en mi voz no se ocultaba— Frank Andrews, ¡es el padre de Lenna!

—¿Qué estás diciendo?

—Estoy segura, ese es el nombre de su padre, no puede ser casualidad.

—Maldición, trata de buscarlo Tatiana, monitorea el complejo de Sasha, vamos para allá —escuché un forcejeo— ¡Ivan! ¡Frank…! —y después se cortó la llamada.

Me levanté de prisa y entré a mi caverna, moviendo mis dedos lo más rápido que podía. Pero, algo estaba mal.

Muy mal.

No podía ver ningún movimiento de las cámaras colindantes a la casa principal, y eso, no estaba bien, nada bien.

Un miedo inquietante me invadió, mientras revisaba la casa de Aleksi.

Los cinco monitores que tenía conectados, se llenaron de las cámaras instaladas en la parte exterior de la casa de Aleksi, un jadeo tan fuerte, que bien pudo ser un grito, me abandonó cuando vi la imagen de la entrada de su casa.

Con los dedos temblorosos marqué el número de Kirill.

—¿Qué pasa?

—Kirill, está en la casa de Aleksi, ¡les está apuntando con una arma! Lenna está con él.

—Maldición, maldición, ¿en qué parte están?

—En la entrada.

—De acuerdo, llegaremos por un lado de la casa, estamos a diez… —se escuchó el sonido del acelerador—, a cinco minutos.

—Si, si está bien. —No lo estaba, nada estaba bien.

Un inquietante silencio se estableció por un par de segundos. —Tatiana, ¿Aleksander se está defendiendo?

—No… —musité asustada, mis ojos sin despejarse de la pantalla.

—Maldición, estaré en tres —y colgó.

Con la mirada aún fija en lo que estaba pasando, me sentía impotente, quería ayudar, pero no podía hacer nada, solo observar.

El tal Frank se carcajeaba, pero no se distraía ni un momento de su puntería. En un segundo la situación cambio, es como si se hubiera formado una capa de hielo invisible, porque…




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