Kairos

CAPITULO OCHO

Había retirado la discreción de las cortinas, y noté que el ambiente estaba más relajado y con menos gente.

Justo cuando Ivan abrió los ojos y se sentó aletargado y con calma, Kirill llegó, se quedó de pie viendo toda la escena.

—¿Qué mierda pasó?

Eso terminó de despertar a Ivan, cuya furia volvió arder. Se levantó de inmediato, y sus ojos estaban juzgándome.

—¡Tu!

No pude evitar rodar los ojos ante su tono acusador. —Estoy harta de intentar razonar contigo, me largo de aquí.

—No te vas a ninguna parte joder, no puedo creer que estuvieras, de esa forma… como una…

Oh no, claro que no.

—¿Cómo que Ivan? Porque, además que querer insultarme, solo pareces celoso.

—¡Tatiana! Estabas, medio desnuda encima de él —dio unos pasos hacia mi— ¡parecía que te lo estabas montando!

—De hecho, ya había terminado —murmuré.

—Oh mierda —exclamó Kirill.

—¿Qué has dicho? —rugió—. Voy a destrozarlo.

—Acaba de noquearte, de forma demasiado fácil debo señalar, no creo que pudieras destrozarlo con la facilidad con la que lo dices.

Conociendo a Ivan, creo que fue solo suerte para X. Pero no lo dije.

—¿Alguien logró noquearte Ivan? —preguntó Kirill, pero fue ignorado.

Ivan se movió con la intensión de salir, pero yo ya tenía suficiente. Me moví con rapidez para quedar frente a él, evitando su salida.

—Arruinaste mi cita y estás haciendo un espectáculo, avergonzándome. Detente, no soy tuya, yo tomo mis propias elecciones, y escúchame bien Ivan, si no quieres que te odie y me aleje de ti, vas a parar.

—Tatiana escúchame —colocó sus manos en mis hombros—, sé que la he cagado de acuerdo, lo sé, y creo que mi torpeza te llevo a tomar esta estúpida decisión, pero podemos arreglarlo pequeña, las cosas no tienen que ser así, —pasó una mano por su nuca—, quizás si esperamos un poco, a que tu… crecieras, quizás yo…

Esto no puede estar pasando.

Antes de que razonara lo que estaba haciendo, mi mano conectó con la mejilla de Ivan dejando un fuerte estruendo a su paso.

Uno, dos, tres segundos pasaron cuando mis ojos comenzaron a ver borroso.

—Eres un maldito egoísta Ivan, ahora que ya no me tienes siguiéndote como un perrito faldero, ahora sí, quieres intentarlo, no… —me apreté la frente— quieres que te espere con la promesa de un quizás, bueno déjame decirte algo, —lo observé con cada onza de furia y decepción que tenía— ¡VETE A LA MIERDA!

Me solté de su agarre, y tomé mis cosas. —Me merezco mucho más que un maldito quizás, y te das demasiado crédito si crees que influyes en mis decisiones.

Salí del lugar, justo cuando las lágrimas comenzaron a caer. Por fortuna, no había muchas personas cerca, con un poco de suerte, no pusieron atención.

Lo primero que hice cuando llegué a la mansión, fue verme en el espejo.

Esperaba encontrar algo diferente en mi reflejo, algún cambio físico generado por mi falta de virginidad, pero no había nada diferente, ninguna evidencia. Solo una pequeña punzada en mi zona de chica.

Recordé las sensaciones que Xander provocó en mí, y vi mis mejillas ruborizadas en el espejo.

Fue mejor de lo que hubiera imaginado.

Sus ojos estaban sorprendidos cuando encontró la barrera de mi cuerpo, pero fue tan, atento y cariñoso. Dolió horrible, pero fue solo un segundo, el me distrajo haciéndome y diciéndome cosas.

Y luego estaba Ivan, por lo visto, no solo me cree inmadura, también estúpida.

Sus últimas palabras terminaron cualquier resquicio romántico que hubiera quedado dentro de mí.

Él creyó que me entregué a Xander por alguna clase de despecho, es un idiota.

Y después se ofreció a estar juntos, con un quizás por delante…

Como si me hiciera un favor, es… indignante.

Bueno, no es como si no hubiera dado esa idea, fui demasiado triste y patética con mi unilateral amor.

Me alejé de los pensamientos tontos y me conecté al servidor para buscar a Xander. No estaba en línea, después de esperar unos minutos, decidí continuar con el desencriptado del móvil de Mikhail Volkov.

No me di cuenta que el día me había alcanzado, hasta que salí de mi caverna para buscar algo de beber, y la luz del día me saludaba por las ventanas de mi recámara.

Justo cuando volví a entrar, la alarma de mi programa reaccionó, con los últimos códigos que ingresé, fue suficiente para que se abriera.

Comencé a analizar los archivos. Había rutas y horarios, archivos de mujeres, parece que las investigaban antes de secuestrarlas, todas con el mismo patrón, o son extranjeras o son mujeres solas, con pocos o ningún pariente que las reclame, sin amigos, nadie que note su desaparición.

Se me revolvió el estómago, y estaba por mandar todo sin seguir revisando, cuando un par de carpetas me llamaron la atención.




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