Entendí esa frase que decían: “cuando la muerte llega, algunos corazones se rompen”.
Aleksander murió, y entonces todo se fracturó.
Ivan había estado al borde, hermético y malhumorado, pero después de que me acompañaran a ver a Lenna, él se esfumó. Lo encontré, por supuesto, pero nunca imaginé donde estaría.
Se había metido en peleas clandestinas, de nuevo.
Y Kirill… se la pasaba ebrio, se metía en peleas y estuvo tan mal, que parece que amenazó a un miembro del Círculo y mi tío tuvo que venir por él, y ahora está, según mis cálculos, en una casa en Rusia.
Katya ha estado muy ocupada, por lo que sé ha estado viajando mucho al extranjero. No me he comunicado con ella para no incomodarla o interrumpirla, seguro que ella lo hará cuando tenga tiempo.
Y Xander… no he sabido nada de Xander desde la noche del baile donde le di mi virginidad. Supongo que el silencio es señal de sus intenciones.
Quizás no éramos tan amigos ni tan especiales uno para el otro como creí. Lo que más me enfurece es que abandonara Oráculo. Supongo que volveré a trabajar sola.
Sola…
Estoy sola.
Trato de mantenerme ocupada, verifico y realizo inversiones, programo a Pitonisa, y entonces…
Sigo sintiéndome muy sola.
Estoy acostumbrada a estar sola, pero no me había sentido sola, en mucho tiempo.
Ah… y es mi cumpleaños.
Mis dulces dieciséis.
Sola, en mis dulces dieciséis.
El sonido del timbre me aleja de mis autocompasivos pensamientos, debe ser el sushi que pedí, verifico en la tableta por medio del sistema de seguridad que instalé, que el pasillo esté vacío.
Una bolsa se encuentra al pie de mi puerta, y antes de revisarla, el glorioso olor me confirma mi pedido.
Cuando estoy comiendo, su sabor me parece desagradable. Corro al baño y vomito el contenido de los pocos bocados que comí. He estado sintiéndome afiebrada unos días, y de verdad quería comer algo delicioso. Me pongo de pie para enjuagarme la boca, y cuando estoy por tomar el enjuague bucal, mis ojos se quedan concentrados en un producto del armario.
Mis tampones.
Soy como un reloj, pero con todo lo que ha pasado en las últimas semanas, no había prestado atención.
Mi mente trata de recordar mi último periodo, pero… no lo recuerdo.
Jesucristo… creo que fue en los primeros de diciembre.
Dejé el enjuague porque volví a vomitar.
Hay cinco pruebas de embarazo de diferentes marcas en la encimera del lavabo. Hace más de cinco minutos que están esperando que las voltee, pero estoy tan aterrada que no me he movido desde que las coloqué ahí.
No puedo estar embarazada…
<<Claro que puedes, tuviste sexo>>.
No estoy lista para ser mamá…
<<Lo estuviste para tener sexo sin protección>>.
Tengo mucho miedo de revisar esas pruebas…
<<No lo tuviste para echarte encima de Xander>>.
¡Cállate! ¡Odiosa voz de la razón!
Me armo de valor y las volteo una por una.
1. Dos líneas. Jesús…
2. Dos líneas. ¡Nooo!
3. Dos líneas. ¡Maldición!
4. Símbolo de más. ¡No! ¡No! ¡Nooo!
5. Embarazada. ¡Jesucristo!
Estoy en el suelo, con mis piernas recogidas y más asustada que nunca en mi vida.
No puedo ser mamá, apenas y puedo cuidar de mí, y seamos realistas, no lo hago muy bien.
Si, quería tener sexo, si me gustó, pero no esperaba esto, nada de esto.
No quiero tener hijos, no ahora, apenas tengo dieciséis años, los cumplí hoy, esta no es la clase regalo que uno espera del universo.
Y, en definitiva, en esta ocasión suplico a quien quiera que pueda escucharme, utilizando por primera vez mi edad como un factor de impedimento.
<<Sexo sin protección, ¿qué esperabas? Agradece que no sea un ETS>>.
Solo lloré, porque la razón tenía… toda la razón.