Una semana transcurrió y la noticia de mi inminente embarazo no se asentaba del todo. No tenía esperanza de contactar a Xander, no he sabido nada de él en dos meses, y necesitaba hablar con alguien.
Con un cubrebocas y unas gafas puestas, salí del edificio a esperar un Uber. Los hombres que Yekaterina tenía alrededor debieron haberme visto, porque los vi seguirme en un auto.
Cuando llegué a la mansión, fue la misma señora Rossi quien me atendió.
—Ella sigue… igual, pero puedes pasar a verla.
—Le agradezco.
Poco antes de entrar a la habitación, la tía de Lenna me detuvo.
—No es verdad, ella no está igual, ella… —su voz se cortó—, ella está peor, mucho peor.
Y lo era, mucho peor de lo que pude haberme imaginado.
La delgadez extrema no era lo único preocupante, su piel estaba opaca y grisácea, como si hubiera perdido vida, pero lo más alarmante, eran sus ojos, habían perdido cualquier tipo de brillo, estaban… muertos.
Aleksander estaría destrozado por esto.
Me senté lo más cerca que pude de ella sin tocarla. Verla en ese estado, me estaba destrozando.
Asi que le conté lo primero que me vino a la mente. —Siempre tuve problemas para hacer amigas, nunca encajaba con nadie, un día, Aleksi me dijo que intentara ser tu amiga Lenny, que tú eras diferente a las demás, así que me animé a hablarte ese día en clase, —recordé lo agitada e inquieta que estaba de intentarlo—, estaba muy nerviosa, temía que pasara lo mismo, que no encajara, que me rechazaras, y tú, te veías tan, tan lejana, pero Aleksander me dijo que lo intentara, y lo hice y… tú eres mi única amiga Lenna, te extraño.
De verdad que la extrañaba, pasamos de estar juntas casi todos los días, a no vernos más.
—Sé que te duele y que lo estas pasando mal, pero, ¿podemos hacerlo juntas? Perdí a mi primo y no quiero perderte también. Lo siento, no quiero ser egoísta cuando estas así, perdona, es solo que… me siento muy sola. Los chicos se fueron Lenna, Kirill, el, se puso muy mal, cuando, cuando pasó, mis tíos tuvieron que venir por él y se lo llevaron a Rusia. Ivan, oh Lenna, han pasado tantas cosas, en el baile yo… bueno, yo estoy… —No, si es que pudiera escucharme, no iba a preocuparla—. No, no te voy a agobiar con eso, solo, no me abandones, ¿sí? Te necesito Lenna, cuando estés mejor, búscame ¿sí?, nos apoyaremos, por favor, no… no tardes, estoy muy asustada.
Sus ojos desenfocados me vieron por un solo segundo. — Lenna vas a salir de esto, tienes que hacerlo, es tu obligación… o la muerte de mi primo habrá sido inútil.
Estaba desconsolada cuando llegué al edificio. Lenna estaba muy mal, los chicos estaban mal, yo… todo estaba mal.
En muchos sentidos.
Nunca he sido fuerte o valiente como mis primos, crecí dentro de la Bratva, pero fui protegida y amada por mi padre, después de mi secuestro la protección de mi familia fue en aumento. Mi madre no cuenta, por supuesto. El punto es que, aunque en las sombras del mundo digital hacia lo que podía para ayudar, en la vida real lo más valiente que he hecho fue arrojarme a los brazos de Xander, y he aquí el resultado.
En cuanto entré en el pasillo, sabía que había alguien ahí. Un perfume familiar estaba en el aire.
En la puerta del departamento, estaba ella de pie, enfundada con elegancia y zapatos altos, recargada contra la pared.
—¡Katya!
Corrí hacia ella y la abracé con fuerza, entonces la fuente dentro de mí se soltó.
Comencé a llorar fuerte, ella me devolvió el abrazo y ahí estábamos las dos, de pie frente a la puerta.
—Entremos enana, y me cuentas que ha pasado, ¿sí?
Asentí sin dejar de llorar, pero no la soltaba, escuché una risita de ella, pero logramos entrar. Ya en la sala, nos sentamos en el sofá una a un lado de la otra, porque me rehusaba a soltarla. Katya sacó una pequeña caja de pañuelos de su bolsa, y una vez que limpié mi nariz, abordé el tema con la mayor suavidad… posible.
—¡ESTOY EMBARAZADA!
Lo más probable es que las hormonas ya estuvieran haciendo lo suyo en mi cuerpo, porque esa fue toda la suavidad que pude conseguir.
Los ojos de Katya estaban amplios y alarmados, y su tez palideció dos tonos, justo cuando su mirada bajó a mi abdomen, volví a ahogarme en llanto.
—Es… ¿de Ivan? —preguntó, cuando mis sollozos ya habían parado.
—¿Qué? ¡NO!
Soltó un suspiro. —Oh vaya, y ¿entonces?
—Eso no importa, no he podido contactarlo desde que, estuvimos juntos.
—Ese maldito… voy a encontrarlo, y cuando lo haga…
—No estoy molesta, no quiero buscarlo —mentira—, solo estoy asustada Katya, no puedo ser mamá, y si, ya tuve una pelea conmigo misma sobre como soy una cobarde pero no lo fui para tener sexo, pero… tengo miedo, que… ¿qué voy hacer con un bebé?
—No soy tu madre para sermonearte enana, pero creo haberte dado la lección de los condones, ¿no?
—Katya, yo… —y ahí va el llanto de nuevo—, yo… yo no…