Kairos

CAPITULO VEINTE - Parte uno

Cuando abrí los ojos, lo segundo que identifiqué, fue una sensación cálida sosteniendo mi mano, acogedora, me daba un efecto calmante y seguro. Lo primero fue el techo blanco sobre mi cabeza.

Giré mi rostro en busca de esa sensación térmica agradable, y me encontré con Xander, que acunaba mi mano entre las suyas y su rostro.

Mi movimiento debió haberlo alertado, porque elevó su mirada con rapidez, encontrando la mía. Sus ojos estaban muy abiertos y su boca expresaba su sorpresa.

—Hola —murmuré.

—Hola amor —me dio una sonrisa apagada, que no reconocía en él.

Xander, por fin. Su rostro aún estaba golpeado, pero estaba limpio y podía verlo mejor. Se me llenaba el cuerpo de sentimientos agradables, pero entonces, mi cerebro procesó y detectó nociones de dolor, y con ello, los recuerdos comenzaron a llegar y el pánico inundó todo.

—¡Limoncito! —grité alarmada.

—Febe…

—Xander, ¿limoncito está bien?

—Cariño…

Oh no.

Ese tono de voz. Esa forma de mirarme.

Xander sufría…

No, no, no, no…

—¿P-porque tienes el rostro atormentado Xander? Tu… sabes, sabes sobre él bebé, ¿cierto? El bebé está bien ¿verdad?

—Tatiana, el bebé… el bebé… él no…

No, no, no, no, no…

Negaba con mi cabeza una y otra vez.

Toqué mi vientre en una enorme desesperación por sentirlo. Cualquier negación, cualquier intento de lógica por darle un razonamiento a mi mente de la existencia de vida, fue nula, porque al colocar mi mano en mi vientre, lo sentí, el pequeño, casi imperceptible bultito, ya no estaba.

Era mi culpa.

No puede ser.

Era mi culpa.

No lo quería, pero había llegado amarlo.

Era mi culpa.

Trate de tomar aire, sentía que me estaba ahogando.

—Lo siento limoncito, lo siento tanto —lloré con la garganta ardiendo, la sensación es indescriptible, es dolor, solo dolor.

—Cariño, lo siento también.

Lloré con fuerza en los brazos consoladores de Xander, cada poco sentía sus lágrimas caer por mi cabeza. Lloré con tanto dolor como nunca lo había sentido antes, tanto que no me di cuenta de cuando el agotamiento por el llanto me venció y me quedé dormida.

No tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado, pero cuando volví a abrir los ojos, sentía dolor en todo el cuerpo. Xander seguía ahí, no me había dejado.

—Ya debía tener huellas digitales en sus deditos… —musité— y si… ¿y si no resistió porque sabía que no lo quería? Y sí se dio cuenta que me olvidé un momento de él, y si fue…

—Él no iba a sobrevivir Tatiana… —susurró.

Mis ojos se ampliaron para encontrarme con los suyos.

Negué con la cabeza. —Él estaba bien, hay una doctora que va a…

—No cariño, no era así, por desgracia el bebé venia con una anomalía cromosómica, no ibas a pasar de las catorce semanas.

—¿Q-qué?

—Lo siento mucho Tatiana —sus ojos estaban brillantes, las lágrimas que los inundaban, amenazaban con salir, sabía que decía la verdad.

Pero no lograba borrar la culpa.

—Yo… yo… —el llanto no me dejó continuar hablando, la situación era horrible y dolía, dolía porque me perdí algo que amaba, perdí la esperanza de una vida creciendo dentro de mí.

—Lo sé cariño, duele, así que llora, un día vas a recomponerte, pero por ahora, llora.

Y lo hice, lloré de nuevo dentro de sus brazos, hasta que mi cuerpo estaba tan cansado que volví a dormir.

—Mira, vamos a resolverlo, ya te dije que yo no lo sabía.

—Tu continuo no saber parecen excusas —ronroneó una voz.

—Todo esto es por tu culpa, ella está así por tu maldita culpa, ¡es una niña! —gruñó otra voz— ¡Voy a matarte!

Las familiares voces comenzaron a elevarse arrebatándome por completo de mi sueño. Al abrir los ojos, vi a un Xander contra la pared, con la cabeza gacha arrinconado bajo los brazos de… ¿Ivan?

—¿Ivan?




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