Kairos

CAPITULO VEINTE - Parte dos

Tres personas congelaron sus movimientos para mirarme. Xander se liberó con evidente facilidad y se movió para estar a mi lado, antes de que llegara, Ivan jaló su cuerpo y lo arrojó contra la pared.

—¡Alto! —grité— ¡Detente Ivan!

Él se detuvo, pero no me veía, solo estaba fulminando a Xander.

—¿Xander? —hice ademan de moverme para levantarme, pero Yekaterina me lo impidió.

—No se te ocurra mover tu cuerpo enana —ordenó.

—¡Katya! ¿Cómo es que estas aquí?

—Tengo una jodida suerte de tiempo y lugar.

Ivan resopló a eso, Katya lo ignoró, y el continúo gruñéndole a Xander.

—Lárgate de aquí, no volveré a repetirlo.

—No me iré si ella me quiere aquí —lo enfrentó mientras se ponía de pie.

—Como el infierno que no, es una niña ¡jodiste con una niña maldito pedófilo!

No… no así no… Yo iba a decirle… yo…

—¡Tiene quince años!

—Ivan, ¡maldita sea! —grité atormentada.

¿Otra cosa que no me gustaba? Odiaba maldecir, lo evitaba a toda costa, y acababa de hacerlo. Ivan y Yekaterina voltearon a verme con sus ojos muy abiertos. Me encontraba tan molesta, tan… tan avergonzada.

—Te he dicho que no es un pedófilo Ivan, te lo he dicho, ¡odio esa maldita palabra!

—Enana…

—Sé lo que es un maldito pedófilo, he sentido a uno tocarme, y él no es uno de ellos, ¿cuántas veces tengo que decirlo? ¡¿Cuántas veces me harás pronunciar esa asquerosa y maldita palabra?!

—¿Qué…?

—Él no sabía mi edad cuando lo llevé al baile, y dado que estaba en último año, asumió mi edad, como cualquiera, y tengo dieciséis —mi mirada llena de vergüenza y culpa se encontró con Xander— acabo de cumplir dieciséis —confesé.

Xander asintió, rodeó a un furioso Ivan y se acercó a mí.

—Lo arreglaremos, lo importante ahora es que descan…

—Aléjate de ella —ordenó Ivan.

—Ya estoy harto —murmuró Xander.

Se giró con rapidez y dio una poderosa patada al pecho de Ivan, que llevó a este al otro lado de la habitación. Todo lo infantil y divertido de Xander se evaporó, y presencié una personalidad que no le conocía. Su rostro estaba duro, molesto y su postura era muy poderosa.

—Te dejé regañarme y que te desahogaras porque sé lo que significas para Febe, pero ya estoy harto, ella necesita descansar, no me importa una mierda tus sentimientos ni lo que tú quieras, me importa ella.

—Tu no…

—¡Acaba de salir de cirugía! ¡Maldito mono descerebrado! Ella estuvo grave, lastimada, ¡ella perdió…! Perdió… —apretó el puente de su nariz— debe estar tranquila y descansada, tú saldrás como la mierda de esta habitación, una vez que descanse podrás hablar con ella y decirle como tiene que alejarse de mí, pero ahora… lárgate.

—¿Quién mierda te crees que…?

—Joder, eso fue caliente.

—¡Katya! —gritamos a unísono Ivan y yo.

—¿Qué? —preguntó con falsa inocencia— Lo fue. Ahora… tú —miró a Ivan— vamos fuera, y tú —miró a Xander— hablaremos más tarde.

Xander asintió y aunque Ivan no quería moverse, un pequeño empujón de Katya lo hizo salir de la habitación.

Katya se detuvo en la puerta, encontrándose con mis ojos.

—Todo va a estar bien Tatiana —y salió, dejando el reconfortante mensaje a su paso.

Cuando nos quedamos solos, X estaba sentado, a un lado de mí.

—Lo siento Xander, por ocultarte mi edad —musité avergonzada.

—No te preocupes por eso amor, —levanté mi rostro ante su mote cariñoso—, en teoría, estábamos de acuerdo uno con el otro en mantener reservada nuestra identidad. —Le dio un pequeño apretón a mi mano, sin soltarla—. Debo admitir que, de haberlo sabido, no hubiéramos llegado hasta donde llegamos, —rio con ironía—, maldito sea yo porque no es que me arrepienta en lo absoluto, pero no me habría mantenido alejado de ti cariño, no puedo, si debo ir al infierno, que así sea.

—¿Qué… que quieres decir? —pregunté con mi corazón latiendo sin control.

Su mano acarició con ternura mi mejilla. —No vamos alejarnos si tu no quieres, no hay vuelta atrás, ¿recuerdas? —Asentí cuando noté que esperaba mi respuesta—. Bien, y así será, pero cariño, tú tienes dulces, dulces dieciséis años, yo tengo veintidós…

—No son tantos años —solté.

—No, no lo son, —sonrió con amabilidad—, pero en este momento, bien podrían ser treinta de diferencia.

—Entiendo —agaché un poco mi rostro, avergonzada de que notara mis ojos húmedos.

Como si no hubiera manchado su pecho de mi llanto anterior, y otras cosas.

La verdad, es que estaba tan avergonzada y humillada, parecía que no había aprendido la lección con Ivan. Sabía que no me vería más allá de mi edad.

Y aun así…

—No lo creo —con su pulgar, levantó mi rostro con suavidad hasta vernos a los ojos—, no voy alejarme amor, solo tenemos que ir lento, eso es todo.




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