Kairos

CAPITULO VEINTIUNO

CUATRO AÑOS DESPUÉS

Bueno, oficialmente estaba harta y frustrada. Había intentado todo y había fallado cada vez. Para ser una persona con una llamada inteligencia superior, sí que me sentía un fracaso.

Yo era Aquiles y él la tortuga.

Así que solo tenía una opción. Me jugaba todas las canicas en este movimiento.

Han pasado cuatro largos años desde que lo vi, mientras estaba recostada en la cama de un hospital con un vientre vacío.

Fue un proceso muy duro tratar de, no superarlo, porque no sé si alguien podría, yo en definitiva no, pero si hacerlo llevadero. Al principio, no sentí el golpe emocional del trauma, fue con el paso de los días, cuando mi cuerpo ya estaba casi recuperado, que mi psique empezaba a romperse, cualquier cosa que pudiera relacionar con limoncito, era un punto de quiebre para mí.

CUALQUIER COSA.

Pasar por alguna tienda de ropa, quiebre.

Escuchar la palabra bebé, quiebre.

Pero, ver algún bebé en la calle, eso, era una tortura.

Lo peor de todo, no era extrañarlo, era añorar lo que nunca tuve entre mis brazos.

Era la culpa. La maldita culpa se posaba sobre mí, como una nube oscura y tormentosa sobre mi cabeza, todos los días. “Debí hacer esto”, “no debí hacer aquello”, “por mi culpa no está, por querer salvarlo me olvidé de lo más importante…”

Y no podía callarlo, la culpa estaba llena de razón.

Un día, en que sentía el peso del mundo en mi espalda, Katya me sacudió, literalmente. Ella me tomó de los hombros mientras me empujaba contra la pared, diciendo toda clase de cosas que decidía ignorar, no era la primera vez que su ira y voluntad intentaban hacerme entrar en razón, pero ese día, yo ya no podía más, me estaba ahogando, y me permitía ahogarme, no merecía salvación y no la quería, y entonces, cuando el silencio se sentó entre nosotras y un quejido salió de ella, levanté la mirada para verla, los cristalinos ojos de mi mentora, prima y amiga, estaban llorando.

Nunca la había visto llorar, jamás en toda mi vida. Pero ese día lloraban por mí.

—No te dejaré ahogarte, seré tu flotador, solo debes tomar mi mano —fue lo que ella dijo, con la voz entrecortada.

Por lo que decidí hacerle caso, nunca creí en la terapia, pero me encontraba en un punto de no retorno y tomaría cualquier ayuda que pudiera tomar.

Además, mis sobrinos ya habían nacido, no iba a permitir que crecieran sin mí, y no había tenido el valor de verlos. Fue entonces que tomé la decisión, y hacer eso, curiosamente no solo ayudó con mi perdida, también con traumas del pasado.

No es la terapia, es quien la imparte y la fuerza de voluntad para ejercer un cambio.

Las semanas transcurrieron y no podía dejar mi mente inhábil, por temor a caer de nuevo. Sin Aleksi esperando el mando de la Bratva, no había mucho trabajo oscuro para mí. Hacia algunas cosas para Katya, pero sin llevar la corona, las cosas no demoraban mucho y ella no me involucraba lo suficiente como para ocupar una gran parte de mi tiempo, no es que no supiera en que andaba, sabía que le habían estado poniendo trampas y atentando contra ella, bueno, en el país, porque salía demasiado a algún lugar en Europa, no podía seguirle el rastro, pero si ella quisiera que yo me enterara, lo sabría.

Entonces solo me quedaba mi trabajo personal con Oráculo, que no se sentía igual sin X y, de todas maneras, no habían llegado muchos reportes en este tiempo, atender las finanzas y un ligero control sobre la ubicación de Ivan.

Kirill… bueno, esa es otra historia.

Así que estudiar un doble grado en la universidad no supuso un extraordinario esfuerzo. Hice nuevos amigos, salí con ellos, con Lenna y los gemelos, pero la mitad del tiempo sentía que estaba en modo robot.

Pitonisa llevaba tres años funcionando en el mercado, y había obtenido bastante popularidad, ahora me enfocaba en un proyecto mayor, añoraba crear mi propio lenguaje codificador, con el cual desarrollaría nuevos programas con una mayor cobertura de seguridad. Llevaba alrededor de un año en eso, pero sentía que faltaba cierta chispa, cierto algo…

De vez en cuando, recibía algún paquete con una nota cursi. Un desayuno, un libro, postres, flores, tulipanes…, siempre eran tulipanes rojos. Y aunque los anhelaba con una abrumadora desesperación, también los odiaba.

Sabía que estaba por ahí, en algún lado. A veces lo sentía observándome. Cuando me dijo que no íbamos a alejarnos, que iba a estar esperando, esto no era lo que me imaginaba.

Entendía las razones por las que me había dejado, pero de todas formas me sentía molesta, abandonada.

Había pasado demasiado tiempo.

Apreté la nota contra mi pecho con fuerza, mientras observaba el precioso ramo de tulipanes rojos.

Ya tuve suficiente.

O luchaba por mí, o lo dejaría ir para siempre.

Tomé mi móvil y cuando hice la llamada, no tardó mucho en contestar.

—¿Como esta la preciosa cumpleañera? ¿Lista para mover el culo muñeca?

—Estoy más que lista, pero necesito un pequeño favor.




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