Kamari.

III

Pov: arriba Kamari y Azar 🥺💚

 

┌─────── ∘°❉°∘ ───────┐

En un movimiento brusco giré a Faye y le coloqué la daga cerca de la costilla. Craven se detuvo de golpe apretando los labios. Me arrepentí al instante de haber hecho semejante estupidez, solo que en mi defensa era un reflejo de cazador.

—Bájala o te arrepentirás por el resto de tus días viendo como uso el pelaje de tu lobo como manta.

Mi cuerpo ardió bajo mi instinto de valkiriana.

—¿Sabes qué pasa si mato a una reina? —murmuré, pero ella no hizo ningún ademán de defenderse— si la mato, llegará a oídos de los valkos que la reina de Lortenthot ha fallecido, que su rey esta débil y moriré como moriría un valkiriano mientras la raza ataca.

La sentí tensarse un poco.

—No te atrevas—me amenazó el hombre— dáñala y me encargaré de despellejarlo delante de ti.

—¿Lo sabías? —le pregunté a Faye— su majestad.

—Si.

Él intentó dar otro paso y apreté el agarre, presa de la rabia y del miedo, todo al mismo nivel.

—¿Dónde está mi lobo?

—Vivo—dijo ella— fuera de esta torre.

—¿Si te mato que hará tu rey?

—Yo no me preocuparía tanto por lo que haga el rey, sino por lo que hará él—señaló al líder de los soldados terrestres que estaba tenso.

—Si te mato moriré en paz, como una valkiriana...

El hombre se tensó aún más y reprimí la satisfacción. Pero hice lo contrario, la solté girándola de nuevo y luego dejé la daga en sus manos.

—Cualquiera que vea el cuero en tu hombro puede matarte fácilmente—le solté las muñecas— la daga siempre va en la cadera, si no la sabes usar, no la deberías llevar.

Ella arrugó las cejas y di otro paso atrás.

—Solo quiero ver a mi lobo, necesito saber que está bien.

Craven dio tres pasos furiosos hacía mí y me tomó la mandíbula con una sola mano ejerciendo presión. Le sentí la respiración en la punta de la nariz, sus ojos estaban brillando como dos pares de luces, tomé su muñeca por la cantidad de fuerza con la que me sujetaba para que lo mirara.

—¡Ya es suficiente! —gruñí intentando soltarme— si me vas a matar hazlo luego de que vea a...

—Traigan al lobo—mandó sin soltarme, sin apartarse.

Mis ojos se desviaron al animal que acababa de aparecer y solté su mano cuando Azar se sacudió de las cuerdas oliendo a Faye quien se hizo a un lado mientras el lobo intentaba entrar arañando las barreras transparentes.

—Ya lo has visto— desenfundó su daga colocándola en mi cuello y no pude evitar retarlo con los ojos.

No pude evitarlo y alcé el mentón pegando mi garganta al filo.

—Espera— le dijo la reina y él se detuvo— espera, por favor. Déjala un momento.

—Faye...

—No te lo dice Faye, te lo dice tu reina—su voz se endureció—suéltala.

A regañadientes me soltó y dio un paso atrás tirando maldiciones hacía mí.

Faye abrió el escudo que funcionaba como calabozo y el lobo entró mientras yo caminaba hacía su cuerpo ya sanado, lo abracé con el pecho apretado y los ojos ardiéndome.

—Hola, chico—le acaricié la parte que estaba cicatrizando— ¿me extrañaste?

Chocó una de sus orejas con mi frente y me reí haciéndole mimos en el hocico.

—Yo también te extrañé—seguí moviéndole la melena.

—Kamari—la reina me habló y la giré sin soltar a Azar que seguía a mi lado— ven.

Me aparté por un segundo del animal.

—¿A dónde lo llevaran?

—Fuera, con otros de su especie.

Asentí y le acaricié el pelaje de nuevo.

—Estarás bien, chico.

El lobo caminó a mi lado y dejó que una mujer de cabello negro lo tomará para sacarlo. Y de pronto, una mano acerada me tomó la muñeca, era Craven, sacándome a la fuerza de los calabozos por la escalera arriba.

No hablé durante el camino, yo sabía lo que había hecho y solo quería asegurarme que Azar estuviese bien. Pese a que no detestaba a los piscianos, sabía que me colgarían por haber atentado contra la reina. O lo que fuese Faye.

El pasillo blanco seguía iluminado, abrieron las puertas y entonces la luz chocó completamente contra mi rostro haciéndome cerrar los ojos por un momento, en un instante parpadeé observando el jardín real, era verde, había plantas en la estructura blanca, eran cúmulos pequeños de pasto con flores de todos los colores.

El castillo estaba en una montaña alta y tenía cuatro torres, la tercera era la más amplia, donde quedaba el salón del trono y todas las habitaciones reales. La más pequeña era la de los calabozos, de donde habíamos salido hacía un instante.

A la salida los guardias agacharon la cabeza ante su reina mientras bajábamos los escalones blancos que nos llevaban hacía un laberinto de arbustos y flores grandes. Pude ver las hadas y algunos elfos que me ignoraron haciendo reverencia ante su majestad.

—¿A dónde estamos yendo? —pregunté al fin.

No parecía que me fueran a matar.

—A tu nuevo hogar.

¿Qué? ¿Nuevo hogar? Ella parecía muy tranquila, ¿me estaban dando una despedida digna? Seguí caminando sin entenderlo, no lo entendí hasta que llegamos al borde del palacio, donde solo había un abismo de piedras filosas.

Craven me llevó al borde y no hice fuerza.

Si me iba a tragar la cría de dragón supliqué que fuese rápido.

Y ahí estaba, el escenario que me había imaginado hacía unos momentos antes. La reina quitándose su capa, caminando hacía mí. Los caballeros reales se mantenían detrás de ella, yo estaba quieta, mirando su cabello rojo lacio perfectamente peinado detrás de los hombros.

—¿Últimas palabras? —inquirió Craven.

—¿El rey lo sabe?

—¿Qué?

—¿Que tratas a su majestad como si fuera tu amante?

Él se quedó mirándome mientras Faye se ubicaba delante de mí, esperé que me golpeará para caer al abismo, esperé que enterrará alguna espada en mi abdomen hasta la muerte, pero solo tomó mi mano para abrirla y colocó una llave haciéndome hundir las cejas.




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