Kamari.

IV

Pov: Así me imagino a los valkos.

 

┌─────── ∘°❉°∘ ───────┐

Las aletas de las fosas me temblaron cuando reconocí la piel pálida y los ojos negros de aquel soldado, era eso, un soldado, no era delgado, era fuerte y solo traía su capa roja junto a un pantalón negro, iba descalzo, mostrando la anatomía.

Un soldado letal. No era cualquiera, era un maldito letal. Entrenado por las fuerzas valkirias para matar, desde la primera línea, y lo haría, para que doliera mucho.

Enfrentarnos a él era una tontería, era mucho más grande que Craven y si lo masacraba..., yo no podría esperar nada más que un dolor ensordecedor, yo sabía cazar, no pelear, pero al parecer al caballero real no le importaba mucho.

Pasó sus ojos negros a mí y luego a Craven.

—Ataca, albino— riñó el caballero real, y las orejas puntiagudas como las mías se movieron hacía atrás y hacía delante buscando algo.

—Mestiza— gruñó en mi sentido y luego le dio un puñetazo a la tierra que se abrió en dos.

Mis brazos se alzaron mientras pegué un grito cuando me deslicé hacía el borde y Craven me sostuvo de la muñeca tironeándome hacía él, mientras nos apartaba del vértice el valkiriano sacó su arma.

Craven estaba muy tenso, tenía la mandíbula afilada de la fuerza que ejercían sus dientes, ¿no tenía miedo acaso?

Yo había conocido a los soldados de Valka, cuando fui una esclava, al igual que mi madre. Sin embargo, eran mucho más delgados y tenían cabello.

—Te destrozará—advertí poniéndome a su lado— este debe ser del rey, debe ser un jefe de guerra.

—Quédate detrás.

—Te matará—volví a decirle cuando vi al valkiriano quitarse la capa antes de sacar el colmillo de león que usaba como arma y rasgarse el estómago—. Nos va a aniquilar...

—¡Cierra el pico y hazte detrás!

—Tengo una idea.

Silbé fuerte llamando a lo único que podría derrumbarlo totalmente.

—Necesito algo para defenderme— no me quité de su lado.

—Detrás.

—¡Dame algo! —rugí y se debatió— me matará, no soy de su especie...

Y no mentía, para los valkos, matar hembras y machos bastardos fuera de su territorio era una prueba de la lealtad hacía su sangre.

—Joder—maldijo, sacándose con rapidez la daga que me dio con una advertencia en los ojos.

No sé cómo, el momento con exactitud, pero me azotó hacía otro lado, casi que, llegando a la casa, caí sobre las rocas y mi boca soltó sangre. Cuando alcé la mirada tocándome un costado del cuerpo Craven y él luchaban como dos depredadores.

Bien, una daga no me serviría, un arco sí, sin embargo, la guardé en la costura de mi pantalón.

Podía armar un arco rápido, como pude me levanté y trepé el lugar en donde había dormido, busqué las ramas que se podían doblar tirando de una liana resistente para atarlo a la rama.

Busqué otros palos moviéndome rápido pese a estar adolorida, usé la daga para darle filo a uno recto para hacer una punta. Eso lo distraería, por lo menos para que el caballero lo matará.

Me ubiqué sobre el techo colocando lo que funcionaba como flecha contra el arco y la liana que chirreó, respiré hondo intentando centrarme en el soldado albino.

El valkiriano lo botaba al suelo y el caballero real se levantaba con una rapidez que me sorprendía, no duró mucho pues el valkiriano hizo algo que me obligó a apretar la flecha en mis dedos. Algo salió de su mano derecha, una especie de energía roja que alzó al caballero despegando sus pies del suelo.

Craven gritó cuando los brazos se le abrieron y la armadura del pecho y piernas desparecieron dejándolo en ropas blancas delgadas que lo cubrían.

Aproveché eso para disparar, pero con la otra mano detuvo la flecha, usando la misma energía.

Ya no era como ver a un animal desquiciado, con sed de violencia y muerte ajena. Era una criatura pensante.

Me quedé petrificada cuando el cuerpo de Craven cayó al suelo, sobre su espada. El mío mientras tanto fue rodeado por una presión que me levantó de dónde estaba posándome delante del valkiriano que ladeó la cara y levantó el diente murmurando un rezó al dios de la muerte, ofreciéndome como sacrificio.

Noté como Craven abrió los ojos y el soldado de Valka se fijó un momento en él.

Mátame o no tendrás honor— le dije en su lengua materna gruñendo, logrando que se centrara en mí— ¡Hazlo!

Sus orejas se curvaron hacía mí y me preparé para el impacto, había tenido demasiada suerte. Apretó la magia contra mí y sentí como me clavaban algo metálico a los costados de la cabeza.

Algo gruñó detrás de nosotros.

El valkiriano se distrajo soltándome, caí de rodillas sobre la vegetación y saqué la daga enterrándosela en el abdomen, Craven ya estaba de pie, giró la espada haciéndose detrás de él y le cruzó el pechó sacándole el corazón oscuro que antes palpitaba ahí.

Me giré hacía el sonido y entonces lo vi, a mi lobo, al que había llamado mediante el silbido, sus ojos brillaron viendo al valkiriano ensangrentado. El lobo aprovechó eso para estirar las patas y saltar abriendo la boca y quitándole la cabeza de un solo mordisco.

Craven estaba respirando agitado, lo estaba antes de derrumbarse sobre la vegetación.

—¡Idiota! —lo llamé palmeándole la cara, aún respiraba, pero su rostro y armadura estaban muy maltratados—. Despierta.

Sus labios se entreabrieron y le levanté la cabeza con una mano, luego miré al lobo que se lamia el hocico.

—Debemos irnos, ahora.

El lobo caminó hasta mi y luego se agachó. Arrastré a Craven que pesaba más que dos ciervos juntos hasta la espalda de Azar que no hizo ningún movimiento para quitárselo de encima. Los brazos del soldado quedaron suspendidos en el aire al igual que los pies.

Subí y el lobo comenzó a correr montaña arriba, luché para que Craven no se cayera de Azar y lo logré hasta que en la mitad de la colina llegando al castillo el viento que liberaban las alas de un ave gigante nos detuvo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.