Kamari.

V

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Cuando llegamos me llevaron hacía un comedor, dónde la reina y el mago estaban reunidos a Craven lo estaban sanando, tenía todo el brazo izquierdo lleno de sangre y no llevaba camisón, Faye no le quitaba los ojos de encima y hacia muecas de dolor como si ella estuviera sufriendo al mismo tiempo que él.

No miento, no evité mirar al mago para ver su reacción, pero el seguía bebiendo vino, como si fuese lo más normal en el palacio y no pude preguntarme a mi misma si todos sabían de su amorío.

Una vez la curación terminó, Craven bebió de su copa mientras la mujer con la piel morena me observaba.

—Puedes tomar asiento—señaló la reina dirigiéndose a mí.

No rechisté, hice lo que me dijo y noté las miradas sobre las marcas de mis orejas, aun así, no hice ningún tipo de ademán para taparlas.

El mago la ojeó y luego clavó los iris en mí. Faye dobló los delicados brazos sobre la mesa mostrando las joyas de las muñecas hechas en plata.

—Tráele comida, Gwynn.

La chica asintió haciendo una breve reverencia y al tiempo volvió con una bandeja de comida. Solo ojeé el pollo y luego miré a Faye, quién esperaba algún tipo de explicación.

—No puedo comer si no se me ha dicho que lo haga.

Ella suavizó la expresión mirando mis brazos, probablemente notaba las cicatrices de los latigazos que me habían dado en Valka.

—Come.

Hice caso, como ella me ordenó, no pude evitar cerrar los ojos cuando mi lengua saboreó el pollo y su textura que era deliciosa por lo tibia que estaba, devoré las presas y luego me tomé el vino que Gwynn puso en la copa.

—Ve con ella—me señaló a la chica—prepárate para más tarde.

—Como me diga, su majestad.

Gwynn parecía alguien confiable, era muy joven, su piel nata era bellísima, tenía el cabello una tonalidad marrón rojizo, rizado, llevaba un vestido de servidumbre, con un escote en V que parecía hecho con cuero café hasta las mangas que tenían entre rojo y dorado.

Se levantó y me señaló el camino. La noche comenzó a pronunciarse, lo supe cuando salimos por el pasillo que tenía los ventanales al exterior que nos mostraban los arbustos de la colina y ella subió las escaleras, me condujo por varios sitios donde había cuadros colgados y todo estaba en silencio.

—¿En dónde estamos?

—En tu habitación— abrió la puerta del final y me mostró un lugar pequeño, había lo necesario, una cama, varias mantas, ropas colgadas en un perchero de madera en una esquina y una ventana—. Ven, te ayudaré a bañarte.

—Se bañarme.

—Aquí lo hacemos diferente—comentó con dulzura.

—¿Y el baño?

—Justo aquí—pasó de largo y tocó lo que yo pensaba era una pintura en la pared, era un dibujo de un ave hecho con acuarelas, deslizó los dedos en circulo sobre el ojo y la pared se abrió mostrándonos el baño, ella me miró haciendo una seña para que siguiera.

Mis pensamientos se quedaron quietos cuando Gwynn empezó a soltarme la ropa, despacio.

Para ella parecía muy normal, yo no estaba acostumbrada a ese tacto así que me quedé quieta y luego me indicó que entrara a la bañera, de uno de los estantes de madera sacó una canasta llena de jabones y flores.

Regó el líquido de uno de los frascos que olía a leche, mi piel se impregnó y ella comenzó a pasar un pañuelo verde sobre mi espalda, brazos, pechos, abdomen y piernas para quitarme la suciedad.

Me colocó el mismo liquido en el cabello masajeando la raíz y luego metió la mano dentro de la tina tocando una palanca que no me había dado cuenta de que estaba a un lado de mis pies, servía para drenar la leche y todas las esencias. Tomó una toalla y luego me secó el cuerpo indicando que me levantara.

—¿Tienen muchos invitados? —rompí el silencio observando los vestidos que ella sacaba.

—Sí, a diario, este es uno de los imperios más visitados.

Me hice para atrás cuando eligió un vestido azul aguamarina. Ubico el material grueso que sostenía la prenda justo en mi nuca, se veía como un collar lo cierto era que caía como si se tratase de cadenas alrededor de mis pechos sujetándolos.

Esperó unos minutos dejando que mi cabello se secara y luego lo desenredó con un cepillo. Gwynn tomó los mechones de cerca de mis orejas con cuidado para enrollarlos hasta detrás de mi cabeza y atarlos con una flor verde.

—Listo—avisó sonriendo.

Yo no quería verme, de hecho, no lo hice, odiaba los vestidos y sobre todo esas flores que sentía me hacían ver como sumisa, como lo que había sido en Valka, una esclava.

Las campanas sonaron y me levanté de la silla.

—Justo a tiempo.

Volvimos a bajar y esperé detrás de ella viendo las puertas cerradas del lugar dónde había estado antes Faye con el mago. Un guardia nos abrió paso y noté como miraban a nuestra dirección.

Sentí como mis mejillas se tornaban rojas pues no solo estaba la reina y el mago, también los acompañaba el rey y tres seres más, incluida la mujer que me había encontrado ese día de regreso al palacio con el ave.

—Siéntate— señaló la silla repasándome de pies a cabeza con un brillo de satisfacción.

Mi lugar estaba entre Craven y el mago. En silencio hice lo que se me dijo.

Lortenthot miró a su esposa y luego a Craven.

—Ellos son unos amigos míos— volvió a decirme ella señalando al hombre de cabello negro y ojos azules— él es Onyx, uno de nuestros consejeros, y ella es Ivory.

Ivory era la mujer de cabello blanco que me había encontrado con el ave.

—Onyx, Ivory, ella es Kamari. Una pisciana mitad valkiriana.

Onyx apoyó las manos sobre la mesa mirándome con fijeza. El rey se limitó a beber de su copa y luego me habló.

—Ya que tu vida te ata a mi esposa volviéndote parte de este reino, trabajaras para nosotros. Así que te resumiré lo que sucede para que entiendas lo que debes hacer.




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