Kamari.

VII

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Y ahí estaba.

Oma abrió la puerta de madera sin tocarla, noté una capa fría recorrerme el cuerpo y apreté la tela de mi vestido un poco nerviosa. El cuerpo estaba sobre una superficie verde, rodeado por esa energía, en la mitad del lugar. Las repisas incrustadas en las paredes tenían frascos de vidrio con diferentes líquidos.

El mago tomó una copa azul y puso una mano sobre el cuerpo del valkiriano mientras vi como la copa transparentosa se llenaba de sangre. Caminó hacía mí y analizó mi expresión tensa mientras recibí la sangre.

—¿No dijiste que era un poco? —cuestionó Craven enarcando una ceja tras mi expresión de horror.

—Eso es un poco, es la copa más pequeña que tengo.

El olor era terrible y ni hablar de cómo se veía la sangre negra.

—¿Hay algún modo de beberla? —pregunté intentando ocultar la expresión de asco luego de acercarme un poco.

—No—respondió Oma.

—¿Seguro?

—Si.

—¿No tienes un libro mágico de brujos con pasos detallados para beber?

—Solo tómala—Craven se pellizcó el puente de la nariz—como sea, como quieras beberla, solo hazlo.

—Bueno, pero no me hables así, idiota—fruncí el ceño antes de ver a Oma acercando la copa a mi boca— ¿algo que deba saber antes de hacer esto?

—¡Solo tómala, Kamari! —se exasperó el castaño— joder, si no lo haces...

Cerré los ojos tomando una bocanada de aire antes de alzar la copa sobre mi cara, pegada a mi boca abierta y la sangre pasó desde mis labios hasta mi lengua, era espesa, con un sabor entre acido y amargo.

Me pasé una buena parte, pero seguía igual, hice una mueca de asco cuando el horrible sabor se pegó a mi lengua.

—¿Qué debería pasar? —pregunté confundida antes de limpiarme la sangre con el dorso de la mano.

Oma se llevó una mano a la nuca cerrando los ojos al tiempo que alzaba las cejas en señal de cansancio y molestia.

—¿Entonces? ¿Qué pasa? —cuestionó Craven.

—Quizá debamos esperar un tiempo para que la sangre funcione o quizá sea la magia roja... tengo que... consultar con El Maestro.

—Necesitaríamos a la valkiriana si llega a encontrar alguna respuesta y El Maestro está al otro lado del muro, tardaríamos días—volvió a decir el caballero.

—Debo localizarlo, vuelvan con la reina mientras tanto—pasó los ojos a mí—tu lobo se queda.

Asentí, estaba en ese lugar apartado mucho más seguro que en el bosque.

Oma nos teletransportó al palacio, donde aparecimos en medio del pasillo.

—Vete a descansar, si la reina necesita algo te lo hará saber después—ordenó inexpresivo y luego se fue.

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Los siguientes días me la pasé con la reina, ella solo iba a caminatas, iba a la biblioteca ya reconstruida y cenaba mientras nosotros tomábamos nuestra comida en otra mesa, que no era de la realeza, tomábamos la merienda en la cocina y yo me limitaba a responderle las pocas preguntas que tenía.

El amante de la reina apareció cuando yo estaba arreglando mi ropa.

—Te llaman.

Seguí a Craven en silencio hasta que llegamos al jardín—justo al centro del laberinto—donde estaba la reina junto a Gwynn y varios caballeros.

Su cabello rojo estaba recogido en una trenza suelta que caía a lo largo de su espalda, puso sus ojos con dulzura en el caballero que tenía al lado y no evité rodar los ojos notando como él miraba mi expresión.

—Kamari— me observó.

—Su alteza.

—Ven acá.

Hice caso ojeando el estanque pequeño que estaba en la mitad de todo el laberinto, el agua me reflejó y después la miré.

—Pueden retirarse, todos— enfatizó en la última palabra y la mayoría hizo caso.

La mayoría menos el amante.

—También va para ti.

—No me moveré, no sé si está... —me repasó de arriba abajo y fruncí el ceño—jovencita pueda hacerte algo.

—Está jovencita tiene respeto hacía las deudas.

—No me digas—me miró con fijeza— te aconsejaré algo, deberías aprender a respetar mi rango, bestia.

Gruñí apretando los dientes.

—Y tu deberías meterte los consejos por donde cagas.

—Es peligrosa—me señaló con la barbilla—y no solo con la lengua.

Un completo idiota, eso era.

—Craven, vete de aquí— la reina se dirigió hacia él con más fuerza—estaré bien y ella tiene razón, sabe que, si me hace daño, su lobo pagará.

A él no le gustó mucho y yo me regocijé en mi interior.

—Estaré pendiente, si me necesitas llámame.

Ella asintió girándose y él me mandó una mirada amenazadora mientras le mostré el dedo del medio.

—¿Te gustan las flores? —preguntó ella sentándose al borde del estanque y me encogí de hombros—¿no te parecen bonitas?

—Son solo flores.

Faye ladeó la cabeza y me señaló que me sentara delante de ella, lo hice en silencio, observando el exterior.

—Mira—metió la mano en el agua y un pez rojo empezó a moverse.

—Un pez... increíble—comenté con ironía—no quiero ofenderla, pero era cazadora, su alteza, se lo que es este animal.

—No conoces esta especie, míralo bien—señaló sin sacar la mano del agua y fijé mi vista en ese animal.

Sus escamas comenzaron a ponerse de un verde intenso y de repente una flor comenzó a brotar encima del pez.

—¿Qué hace?

—Crea vida.

Dos peces salieron de la nada, eran pequeños y entonces noté como un árbol comenzó a crecer en un espacio del laberinto.

—La magia trabaja aquí sola, fue un regalo del reino otoño.

—Genial.

—¿Te gusta hacer algo más?

—¿Algo más?

—¿Un pasatiempo?

Sacudí mi cabeza.

—No me gusta nada.

—Es imposible—replicó—creo que solo te hace falta encontrar aquello que te seduzca.

—¿Un macho?

Soltó una risita negando.




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