Kamari.

XI

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Mis parpados pesaron mientras los subía con lentitud.

—Esta mejor, su majestad—escuché la voz de alguien lejos—esta despertando, me retiraré para dejarlas solas.

El colchón chirreó cuando alguien se sentó, sentía la garganta seca y mi cuerpo adolorido, aún así abrí los ojos y hallé a la reina con una capa cubriéndole la cabeza y los hombros. Dejé escapar un suspiro agotado cuando vi a Faye.

—¿Estamos muertas?

—No, gracias a las estrellas, no—se quejó y yo miré el lugar.

Ya no estábamos en el castillo, mas bien parecía una especie de campamento. Lo era.

Me alarmé cuando algo se movió en la oscuridad y ella me tomó la mano.

—Es Craven— lo señaló y me pasó una taza de madera con agua.

—¿Por cuánto tiempo he estado aquí? —murmuré arrugando las cejas pues un costado de mi abdomen ardía más de lo normal.

—Dos días, estuviste inconsciente y solo decías Azar cuando despertabas por la fiebre.

—¿Dónde está?

—A salvo, en casa del mago— me contestó Craven quién portaba la armadura y se acercó.

—Él esta aquí porque te trajo, te cargó mientras la guardia me sacaba del palacio entre los muertos, pensaron que ya no estabas con vida, pero mi hermano se negó a dejarte—musitó inclinándose a mi oído—. Tu deuda está saldada, Kamari.

—Faye, déjame hablar con ella.

La reina asintió apretándome la mano y luego se levantó dejándome con su hermano que se mantuvo quieto hasta que la carpa se abrió y se cerró con la manta café.

Craven se acercó más y dejé escapar un suspiro cansado.

—No me veas así, no pesabas tanto y me dio pesar dejar a una chiquilla inquieta llena de sangre de valkiriano.

—Gracias—murmuré.

Él enarcó una ceja y luego se inclinó para quedar a la altura de mi cara.

—¿Qué dijiste? —molestó.

—Que te vayas a la mierda.

Soltó una risa y emití un jadeo de dolor cuando tocó mi brazo que seguía herido. Craven movió las manos sobre lo que estaba en el suelo que parecía un kit de emergencias, sacó algunos tarros y un par de vendas para luego arrodillarse delante de mí y quitarla.

La sangre negra no demoró en esparcirse y él solo limpió la herida logrando que apretara los dientes para luego cambiar el vendaje.

—Listo—comentó antes de sentarse al borde del colchón.

—¿Gwynn y Ryan están bien? —no pude evitar preguntar y él asintió mirándome.

—Descansa—sonó más como una orden silenciosa—estarás a salvo.

No dije nada, solo cerré los ojos cayéndome en el pozo del sueño profundo.

Un bosque verde, yo estaba en medio de un bosque con los troncos tan largos, escuché una espada cortar la vegetación, era como si yo la estuviera cortando, podía ver a varios soldados, con las armaduras y ciertas partes de la ropa cubiertas con cuero grueso color café.

—Listo. Volvamos—alguien musitó detrás de mí.

Giré hallando a un hombre viejo, armado de igual manera. Quise responderle, pero por algún modo el cuerpo en el que me movía o por el cuál veía no lo hizo.

Solo comenzó a caminar y luego se detuvo de golpe.

—¿Pasa algo?

Miró hacía el suelo y luego se miró las manos, la sensación fue extraña, mi corazón se aceleró por algún motivo y...

Abrí los ojos de golpe agitada, ¿qué había sido eso? Ignoré los latidos rápidos dentro de mi tórax para incorporarme, estaba sudando, me limpié la frente y empecé a levantarme con lentitud.

El colchón estaba sobre el piso de tierra, así que no fue muy difícil ponerme en pie, el tipi estaba hecho de cuero, salí colocándome una mano en el abdomen que aún me dolía, descalza me acerqué a la salida y tirando lo que parecían las puertas salí.

No pude ver muy bien cuanta era la cantidad de refugios que estaban en el bosque, había soldados ensangrentados aún, pero, las mujeres más que todos les ayudaban pasándoles comida, ellos bebieron agua y yo di con un grupo de caballeros que estaban caminando de regreso.

La Guardia Real.

Craven, seguido por cinco más, él pasó derecho a otra carpa y se metió directamente ahí. Mis ojos dieron luego con la mujer que se levantaba las faldas para correr en mi dirección, Gwynn.

Mis ojos se agrandaron con sorpresa cuando me abrazó, casi que llorando.

—Pensé que estabas muerta—siguió quejándose— por las estrellas... estás bien.

—Aprietas la herida—mascullé como pude y ella se apartó mirándome el brazo.

Tenía las piernas lastimadas, especialmente la derecha, cojeaba para caminar.

—Te traeré agua y comida, siéntate—señaló el pasto frente a mi carpa y no refuté mientras ponía las piernas sobre la vegetación suave.

Al cabo de un rato noté de nuevo a Craven, tenía algo extraño, no lo sabía en aquel momento, pero era como si desprendiera otra energía, le veía ciertos puntos alrededor del cuerpo, unos muy tenues, quité la mirada cuando alguien se paró detrás de mí y giré mi cuerpo alzando la cara.

Ryan estaba con una marca horrible en la mejilla, sin embargo, su semblante mejoró al verme.

—No sé si eres muy valiente o idiota.

Se sentó y le di una sonrisa con los ojos ardiéndome.

—No tengo idea como demonios sobreviviste enfrentándote a ellos— clavó los ojos en mi pierna— Gwynn pensó que...

—Estoy bien—sacudí la cara inclinándome hacía él y dejó que pusiera mi cabeza sobre su hombro— estoy bien.

Gwynn llevó un plato pequeño hacía donde nosotros estábamos, me dio carne con otras plantas que sabían horrible, pero insistió que era por mi bien y obligué a Ryan a ayudarme con ese sabor mientras bebía agua.

—¿Qué sucedió con el rey? —no evité preguntar y ella negó.

—Nadie sabe dónde estaba, cuando llegamos aquí apareció de la nada en su caballo y con un grupo de caballeros a su alrededor. Estaba como un loco cuando llegó, preguntaba por su esposa, pensamos que ella estaba...




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