Kamari.

XIV

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Craven tenía un serio problema con las mujeres y con su instinto animal.

Luego de levantarme en la mañana, temprano, la reina me mandó a llamar debido a que Gwynn se había caído de uno de los caballos intentando llevarlo de vuelta. Ryan estaba parado en la entrada de la cocina y me hizo una seña para que me acercara.

—¿Qué sucede? —pregunté— todo está muy tranquilo por estos lares.

—Han venido los Lores.

—¿Qué Lores?

—Starmer.

—¿Los padres de la lady Davyna?

—Si— se masajeó las sienes y señaló con la barbilla la entrada— la reina quiere que nos preparemos, mejor entra y no digas nada, al parecer han tenido problemas.

—Vale.

Intenté arreglarme para entrar al lugar donde se encontraba la reina y hallé a Davyna, con los ojos perdidos, estaba sentada, con un vestido elegante amarillo, mirando sus manos y al lado se encontraba un hombre muy atractivo con el cabello rojo que le caía a los hombros, vestía ropas que parecían caras y probablemente costaban la vida de mi lobo.

—Buenos días— me acerqué a la reina, quien mantenía los brazos cruzados sobre su pecho—. Su majestad.

—Kamari, sirve desayuno por favor.

—Si señora.

Preparo la tarta de frambuesa que me enseñó Gwynn y la sirvo cortándola con un diente de león para que se vea mucho mejor. Preparo chucula para beber y le sirvo a la reina vino como extra.

—Gracias, por favor prepara a Craven y dile que debe ir por más armadura y por Nala, los acompañaras mientras Laisa me atiende. Mi esposo esta ocupado atendiendo los asuntos del imperio.

Asiento maldiciendo a Gwynn por dentro. Observé que Davyna levantó la cabeza cuando la reina mencionó a Craven y el caballero que se había sentado a su lado se tensó por un instante.

—Llévale la copa— señaló el vino— y el desayuno.

A regañadientes había accedido a las órdenes y entrado a la habitación del soldado para entregarle el desayuno como orden de Faye mientras él seguía acostado, solo que mirando hacía el techo.

—Vine a que comas— solté y él suspiró.

—No tengo ánimos.

—Yo tampoco de venir aquí—terminé de cerrar la puerta. —Come, debo alistarte y llevarte afuera.

—Estás reemplazando a la empleada.

—Mi amiga está enferma, así que te toca aguantarme por hoy a mí— me quedé parada con las manos sosteniendo la bandeja y él no se inmutó—. Craven, no estoy jugando. La reina ordeno que te prepararas porque vamos a ir por armaduras con Nala.

Reaccionó al instante hundiendo las cejas e incorporándose.

—¿Qué dijiste?

—Nala, tú y yo iremos de compras.

—No estoy de humor.

—Nunca lo estás.

—No iré a ningún lugar con... —gruñó y se levantó mientras yo dejaba la bandeja en el piso.

Al instante en el que lo miré me di cuenta de que no llevaba nada de ropa y hundí las cejas.

—Tapate eso que tienes— lo señalé y miré al techo mientras él se movía haciendo alguna cosa.

—Muévete.

—No— lo volví a mirar, solo se había puesto una manta.

—¿Me darás ordenes ahora? ¿Después de que accedí a que te enseñaran magia y a entrenarte?

—Estabas en tu derecho de decir que no— me encogí de hombros— toma un baño, alístate e iremos.

—¿Iremos? Eso suena a plural.

—Lo es, Faye me dijo que los acompañaría. Supongo que es para evitar que se maten entre sí.

—Tu ni siquiera sabes la historia.

—Porque no me interesa, cumplo ordenes de la reina, no tuyas. Cuando tengas una corona en tu cabeza o el titulo de rey podrás darme ordenes y yo estaré fascinada en cumplirlas— espeté con sarcasmo— ahora, ve o juro por mi lobo que voy a hacerlo yo.

—¿Coronarme?

Apreté los dientes.

—Craven— siseé.

—Kamari.

—No quieres ver como esto termina, realmente no lo deseas.

—Oh— entrecerró los ojos como si estuviera retándome y conecté con mi respiración soltando uno de los hechizos del libro para encerrarnos en un círculo—. ¿Qué demonios haces?

—¿De qué?

—Tus ojos están verdes.

—¿Qué crees que hago?

Craven me movió antes de intentar salir y se dio cuenta que nos había encerrado en esa burbuja de tiempo.

—¿Te paga con oro por molestarme?

—Ojalá eso obtuviera por el esfuerzo que hago de soportarte, pero no— alzó las cejas a modo de disgusto—. Tienes dos opciones, se como mover agua y digamos que con la lluvia de anoche podría abrir algo encima de ti para ahorrarte la ida a la bañera, o ir, como alguien normal.

—No eres capaz, no quieres verme encabronado.

—¿En serio?

Moví los dedos en un circulo invocando por un hechizo el agua que se almacenaba en el techo y él observó con lentitud.

—¿Seguro?

Me miró antes de dejar caer la manta curvando una sonrisa en los labios.

—No lo harás, bestia.

El agua cayó sobre él logrando que soltara una maldición. Sus ojos se enfocaron en mí con rabia antes de tirarme de la muñeca para que el chorro me mojara también.

—¡Craven! —le di una bofetada y luego mi rodilla dio contra sus genitales.

Él se arqueó y cuando intenté retroceder uno de mis pies resbaló, mi cuerpo chocó con el piso mientras Craven se sostuvo sobre sus brazos con ambas manos a los lados de mi cadera. La manta me había mojado el vestido y lo peor no fue eso, fue que giraron la cerradura de la puerta y Craven me tomó por los tobillos arrastrándome contra él.

—¡¿Qué demonios haces?! —reñí cuando en un momento, ágilmente me puso sobre él, aún estando en el suelo.

—No me verán desnudo, tu provocaste esto. ¡Quieta! Solo finge que...

La puerta se abrió y desactivé la burbuja mientras a Faye se le borraba la sonrisa y yo perdía color al ver a Davyna con una morena detrás y no era Gwynn.

—Su majestad— empujé a Craven que no sabía en donde meterse, pero me sostuvo con fuerza para que no me moviera.




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