Kamari.

XV

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A la mañana siguiente yo estaba intentando ocultarme de la reina, quién parecía un lobo rabioso.

No logré salvarme.

Su hermano intentó esconderse en la biblioteca y allá llegó ella, rechistando lo que había hecho. Yo me encontraba leyendo, sin embargo, los ruidos, cada palabra junto con su tono me dejaron quieta en mi lugar cuando intenté irme.

—Es hoy ¡hoy!

—Ya lo entendí— se pellizcó el puente de la nariz fastidiado.

—No, no lo has entendido, Craven. ¿No entiendes lo que está en juego? Davyna se casará, con Erebus, necesitas procesarlo y sacarte de una buena vez que eso de ustedes alguna vez estarán juntos.

Lo miró con severidad.

—Necesito que me escuches, por una vez, solo una. Ella no es para ti y estás tan cegado que no te das cuenta.

—Ya renuncié una vez a ella.

—Davyna hace años renunció a ti, cuando Frey murió. Abre los ojos por favor. Su hermano mayor casi te mata el otro día y yo no me enteró si no te encuentro metido en la alcoba de esa mujer reclamándole sobre sus decisiones.

Faye pasó sus ojos a mí.

—Y tú, no sé qué pensar ahora.

Agache la cabeza, avergonzada, sintiéndome como un cachorro en la lluvia.

—Te diría que no quiero que estés aquí, pero, siendo honesta, necesito que te quedes y veas lo que tengas que ver.

—¿Crees que ella recibirá esos votos? —preguntó Craven enojado— ¡Esta obligada a hacerlo, Faye!

—¿Crees que está obligada? Hace tiempo hubiese hablado conmigo, Craven.

—¿Y tú me habrías apoyado acaso? Eres la reina y tu deber siempre estará encima de mí.

—¡Eso no es verdad! —tronó, con más rabia—. Porque antes de ser tu reina soy tu hermana. Soy menor que tú, pero he aprendido, bastante.

La pelirroja volvió a mirarme que pasé saliva.

—Es decepcionante— dijo—. El rey necesita el mapa del mar nórdico. Viajarán al sur, por las entrañas del bosque y lo traerán.

—¿De qué hablas Faye? —negó Craven.

—Partirán mañana—estableció—. Nala guiara a Kamari y a ti, por si te pierdes.

—No puedes hacer eso.

—Ya lo hice— se enderezó ojeándonos—. Gwynn te preparará para la ceremonia de hoy, estarás en primera fila observando los votos y quiero que Kamari sea tu acompañante. Agradece que no hago que Nala sea tu pareja de hoy.

—No viajaré, no cuando...

—¿Cuándo se va a casar la mujer que deseas? Lo hará, mañana, hoy, en dos horas, en un mes, lo hará y tú lo verás. Eres un caballero de la guardia real, cumple con tu deber.

—No es justo.

—Eres mi hermano, ¿crees que no quiero lo mejor para ti?

—No sabes que es lo que me conviene.

—Saca tus propias conclusiones hoy— zanjó—. Kamari, Nala te arreglará, ve a tu habitación.

Asentí sintiendo mi cara roja y no fui capaz de mirar a Craven.

Al llegar a mi alcoba, la culpa me invadió, nunca había visto a Faye tan enfadada, menos conmigo.

Nala tocó mi puerta y luego pasó. Ella era morena, con la piel lisa, los ojos marrones, el cabello crespo le caía a la espalda. Lucía uno de sus vestidos en tonalidades azules, el de aquel día era uno bastante claro, de tiras en los hombros, con un corte en corazón flores en el estampado del pecho y de la cintura hacía abajo, la falda con varias capas de un material fino y transparentoso azul.

—No lo digas— advirtió antes de entrar en su totalidad a la habitación.

—¿Decir el que?

—Que me veo bien.

—Te ves bien— dije y sonrió con diversión antes de mostrarme lo que tenía tras la espalda, una bolsa con algo dentro. —No lo digas.

—¿Qué?

—Que es como el tuyo y es para mí.

—Es como el mío y definitivamente lo usarás.

Reí subiendo los pies a la cama con sabanas verdosas y blancas.

—¿Qué tal ha estado el castillo de emergencia? —pregunté cuando Nala dejó la bolsa en lana sobre la cama metiendo las manos para sacar el traje.

—Bueno, la compañía nunca es mala—guiñó uno de sus ojos y negué— te he traído lo mejor que he visto.

—¿Por?

—Porque eres mujer— sacó el vestido que me dejó perpleja—. Esto es polvo de estrellas— señaló la tela transparentosa color verde pastel— brillará de noche demasiado y de día te hará ver genial, te lo aseguro. Las flores se opacan, así que no te preocupes.

Era muy lindo, uno de los mejores que he usado para ser honesta.

Consistía en el color verde agua que dejaba ver parte de mis brazos, clavícula y hombros. El estilo era tipo corsé con un estampado de flores en diferentes tonos, la falda era larga, con el mismo polvo de estrella en ese pastel que lo hacía ver mágico.

—¿No te gusta?

—¿Muestra todo mi brazo?

—Las mangas son estas— me mostró lo que parecía largo con resorte en el brazo y sueltas para la muñeca— vienen de manera independiente del vestido. Primero toma la ducha y luego te vestiré.

Le hice caso, enjabonándome con las burbujas de las rosas y me sumergí por un buen tiempo. Al salir ella seguía mirándose en el cristal que la reflejaba. Se levantó de la silla observándome antes de ir hacía mí y desenroscar la toalla que me tapaba.

—He visto miles de cuerpos, de machos y de hembras— comentó cuando me tensé—. Tranquila, no es la primera vez que hago esto.

Tomó el vestido y me ordenó entrar en el mismo, deslizándolo desde mis tobillos hasta mis pechos. El corsé tenía cordones en la parte de atrás, los ajustó, ubicó las mangas en mis brazos subiendo el resorte y luego perfumó con pétalos de flores azules mi pecho.

—Siéntate, te peinaré— señaló e hice caso omiso. Miró mi reflejo, el vestido me lucía, junto con mi piel que se había tornado bronceada.

Nala movió los dedos antes de liberar energía azul secándome el cabello en un par de instantes y me giré.

—¿Haces magia?

—Estudié las artes de la energía con el maestro de Štír, no completé el entrenamiento, pero, era maga, luego nos mandaron a una estrella diferente—tomó un mechón de mi cabello para empezar una trenza— Oma y yo caímos aquí y luego de algunas guerras, batallé, juré lealtad y me metí con Craven, para irme a ayudar a las tribus.




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