Kamari.

XVII

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—No tendremos sexo— fue lo primero que le dije a Craven luego de haber llegado a su habitación— nada de nada.

—Aún sigo sin entender como es que tu imaginación va tan lejos.

—Puedo explicártelo— me apresuré a decirle con rapidez.

Craven había entrado primero y había dejado el plato que tenía dos trozos del postre de Gwynn, sobre la mesa con musgo. Se sentó en el borde de la cama y apreté los labios estando en pie cerca de la puerta.

—¿Qué exactamente? ¿Lo del sexo? ¿O esa historia que te inventaste con Nala?

—Tu amante fue la que empezó a insultarme—me defendí— ¿cree que... nosotros...?

—No pienso que lo crea, pero ahora si que te has metido en un buen rollo.

—Eso no es justo.

—¿Qué? ¿También es mi culpa?

—¡No te estoy diciendo eso, Craven! —lo reñí, de mal genio—. Jamás le busqué pleito. No fue mi intención decir esas cosas, pero ella parecía una demente insultándome... tú sabes... sabes que odio cuando me juzgan solo por ser de Valka.

Lo observé en silencio.

—No me pongas esa cara— seguí.

—¿Cuál? —enarcó una ceja.

—Se que no me crees— respondí— pero, está vez es verdad. No dije eso porque tengo sentimientos por ti, lo dije porque ella me atacó y solo quise defenderme. Está bien si piensas que soy una mentirosa, aun así, cuestiónate quién es ella realmente.

Él soltó una exhalación, después de un tiempo mirándome, musitó:

—Escuché todo.

Se peinó las hebras del cabello hacía atrás.

—Hoy fue un día largo para mí—comentó— quédate.

—¿Qué?

—Puedes quedarte un rato más, si no quieres que dude— señaló la puerta— de lo contrario pensará que es una jugada, y créeme que seguirá ofendiéndote.

—¿Estás dispuesto a jugar con fuego?

—Hace rato prendí el bosque entero— movió la cabeza mirando el colchón—. No te tocaré.

—Bien— cedí.

¿Qué era lo malo? Ya conocía a Craven, no lo suficiente como para contarle mis intimidades, pero ya lo había visto sin ropa y eso no me encendía, no hacía ningún efecto, no era como si fuera a salir enamorada de su habitación.

—No lo creerá por mucho tiempo— rodeé la cama y luego me acosté.

—Lo hará solo por estos días, luego viajaremos, eso es seguro.

—¿Por qué?

—Faltan dos noches para la ceremonia matrimonial—respondió acostándose de lado, dándome la espalda— Faye no me dejará quedarme aquí luego de eso. Lo más seguro es mandarme contigo y con Nala a buscar más armamentos.

—Entiendo.

—No quiero hablar más del tema—zanjó y solo me quedé mirando el techo, sin decir más.

Recordé muchos momentos como esclava en Valka y luego intenté ver a mi madre, sus ojos, su piel, su cabello. Quería saber quién era mi progenitora, pero fue una idea fugaz, que se desapareció al poco tiempo, luego de que cerré los ojos viendo magia verde en mi cabeza y me quedé dormida.

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—Kamari—una voz masculina hizo que parpadeara para ver de quién se trataba.

Craven estaba sentado a la orilla de la cama, con la armadura puesta.

—¿Qué haces con eso? —señalé su traje— ¿pasó algo?

—Sí.

Él me escudriñó la expresión apretando los labios, que se soltaron viendo mi atuendo suelto escotado.

—¿Qué? ¿Nunca habías visto a una mujer en vestido? —solté.

Sus ojos subieron a mi rostro regalándome una mirada de pocos amigos.

—He visto mucho más allá que el vestido.

Hice una mueca sacando las piernas de la cama. —A tu amante no le gustaría saber esos detalles y a mí mucho menos.

Busqué un pantalón en la poca ropa colgada y lo coloqué antes de ver a Craven con los codos sobre las rodillas, pensativo.

—¿Me dirás que sucedió?

—Oma encontró la solución para que puedas beber combinando la energía verde con la sangre de un valkiriano.

—¿Hace cuánto?

—Un rato, logró destruir a dos.

—¿Qué? —moví la cabeza— ¿y por qué no me dijiste nada? No me despertaste Craven.

—De hecho, lo intenté, pero duermes como si murieras—respondió tranquilo, poniéndose en pie— por un momento lo celebré.

—Que gracioso...

Me incorporé haciendo una mueca, pues no me había quitado las zapatillas. Craven no dijo nada mientras salimos de su habitación, yo estaba despeinada, medio adormilada aún y tenía una mala sensación.

Al llegar al salón del trono, noté a Faye de pie, su esposo se veía imponente a su lado, con los brazos cruzados. Su consejero seguía dándole instrucciones y Nala discutía con él.

—Debemos actuar—comentó Onyx— con cada día que pasa se vuelven más fuertes, mi rey, anule las cazas y tómelos como sus prisioneros.

—¿Para qué?

—Para saber cómo están creando el portal.

—No puedo hacer eso, las cazas mantienen a los pueblerinos seguros, a salvo de los Valkos.

—Mi señor, con todo respeto...

Miré a Craven quién carraspeó y me indicó con la mirada que caminara hacía donde los reyes estaban.

—Aquí está lo que pidió—señaló Oma y miré a la reina que había avanzado—señora... por favor piénselo

—Kamari...

Di un paso atrás mirando al mago y a la reina.

—Necesito que la bebas—me dijo Faye y mis ojos viajaron a Oma que se mantenía tenso.

No quería volver a ver lo que había visto las veces anteriores.

—¿Es necesario? —cuestioné nerviosa. —Huele diferente.

—Puedes ver mediante la sangre de tu especie—la voz de Ivory sonó carente de expresión, ya no era la mujer amable— eres la salida más cercana que hay.

—Pero...

—¿Quieres que muera más gente?

—Claro que no, pero es que...

—Eres una esclava—gruñó y apreté mis manos entrelazándolas detrás de mi espalda—de la reina y una mestiza, no perteneces aquí, no repliques, solo haz lo que se te dice.




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