Kamari.

XVIII.

 

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Conseguí una espada en la habitación de Oma, ese día solo recorrí la mansión con el arma en la mano y hallé varias puertas cerradas con seguro, ¿siempre las mantenía así? Curioseé hasta que mi estómago ardió y entonces en la cocina apareció una bandeja con carne, ensalada y varias bebidas.

La tomé robándome un trocito de carne antes de subir a la alcoba de Oma y dejar la bandeja en la mesa, para que, si Faye despertaba, pudiese comer, tranquila.

Me ardían los ojos, las manos me dolían al igual que las piernas, pero me aseguré de que por las entradas no hubiese nada peligroso, nada que nos pudiera dejar en evidencia.

Al final me cansé de sostener la espada y la deje en el jardín, ahí cerca de las flores y cerca de Azar que ladeaba la cabeza antes de olerla.

—No juegues con esa—le advertí—esa no es una rama.

El lobo gruñó.

—Ese no es un juguete—repetí acariciándole el hocico— necesito sentarme, chico.

Y como si hubiese sido una orden, Azar se acostó en el pasto y yo me acurruqué cerca de él, cerré los ojos y al momento mi cuerpo se apagó.

Durante los siguientes días practiqué la magia y en mi mente se reavivaron los recuerdos del palacio. Yo sabía que la mayoría no había sobrevivido ¿cómo hacerlo? Intenté no pensar en Gwynn, en Ryan, en Lorcan, en ninguno. No quería saber lo que era obvio.

Conecté con la magia de Oma y pude controlar mejor la capa de protección a mi alrededor, fue cuestión de horas que logré controlar mejor la respiración y levantar flores despegándolas del pasto sin tocarlas.

Al levantarme algo sonó detrás de mí, había alguien y no sentir que era Faye o que era el mago, me hizo alarmarme. Levanté la espada con la energía verde girándome para enterrarla y un choque de armaduras la detuvo.

—Tus ojos están verdes, bestia—murmuró un Craven con la frente ensangrentada y la cara sucia, sus brazos estaban de la misma manera, tenía la boca con el líquido carmesí escurriendo por su mentón.

Desactivé la magia y él cayó sobre mí mientras mi estomago se oprimió solo, como si sintiera su dolor.

—¡Demonios, Craven! —lo coloqué sobre la hierba observando su pecho está vivo.

Tomé una respiración por la boca antes de liberar magia colocando mi mano en su abdomen.

—¡Kamari! —gritaron y al levantar la mirada hallé a Nala corriendo, había liquido azul por sus piernas y su rostro estaba lleno de tierra. —Rastrean la magia, no la uses.

Se agachó apoyando las manos sobre sus rodillas y luego se sentó apretando los dientes.

—¿Qué demonios pasó? —fue lo único que pude preguntar.

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Nala miró a Oma luego de haberme ayudado a levantar a Craven, y llevarlo dentro del hogar del mago. Me sorprendió que hubiera despertado apenas sintió la energía de Nala.

Faye no paró de llorar mientras abrazaba a su hermano que seguía diciéndole que él estaba bien.

—Nos encontraron por las transportaciones—comentó Nala— esos hijos de puta mataron a casi toda la población, las tribus, todo, está hecho cenizas.

—¿Cómo encontraron este lugar? —pregunté confundida— ¿y cómo que rastrean la magia?

—Craven conocía el camino— respondió ella—. Hice una transportación intentando esconderme en el bosque con el hermano de Faye y nos encontraron, sentí la magia, persiguiéndome. Esta cosa sobrepasa los límites que conocemos como hechiceros, y lo sabes, joder.

Oma no decía nada, solo se hallaba pálido en su cama, yo a su lado, de pie y ella a las patas de la cama contándonos todo.

—Deber haber un error, esa magia no existe...

—Ahora existe—lo interrumpió— y quién la toque, esta condenado a morir. Si queremos salvar Ryby, debemos buscar a La Sombra.

—¿Estás loca?

Alterné la mirada entre ambos.

—¿Qué es la sombra?

Ambos se quedaron en silencio mirándose fijamente, como si tuvieran una conversación, en la que yo no estaba incluida.

—¿Podrían no ignorarme? Hola, yo también existo.

—No es que— musitó Nala observándome— es quién.

—¿Quién es La Sombra?

Oma exhaló aire por la boca señalando el techo y miré hacía arriba cuando noté las imágenes moviéndose.

—Cuando los primeros seres llegaron a una de las estrellas, existió la luz y la oscuridad, ambas convivían juntas— señaló el sol y la luna— eran como uno solo. Vinieron cosas, amor, abundancia y luego la ira. En ese entonces regía una autoridad, un círculo de maestros; pero, uno de ellos decidió luchar contra todos, ya que quería el poder total. Se dice que los hirió y el más viejo, el primero, hijo de los celestiales, lo asesinó.

» Sin más, decidió dividir la magia en estrellas, de ahí nacimos nosotros.

—¿Y quieren buscar a este... tipo, de historia épica y heroica? —hundí las cejas— suena un poco, ya saben, loco.

—Suena loco, sí—comentó la hechicera—pero no es imposible. Cuando nos entrenaron a Oma y a mí con los grandes hechiceros, los padres de la energía y guerreros nos enseñaron la historia. Podemos contactar con la tierra, con la magia, ambos y descubrir su paradero.

—Con magia tardaríamos demasiado, es como una eternidad. Ahora imagínate sin magia, tenemos que atravesar el Valle Oscuro, dónde ocurrió todo y luego intentar seguirle la pista. Ryby es gigante.

—¿Está en Ryby? —ladeé la cara.

—Se dice que eligió la estrella más fea para quedarse—respondieron a mi espalda y hallé a Craven de pie con su hermana al lado— ¿pensaron que estaba muerto? ¿arruiné la celebración?

—Mira que gracioso amaneciste— refunfuñó la morena.

Craven me miró y mi corazón empezó a latir con fuerza, odié esa sensación, y me molesté al instante. Asintió y le devolví el gesto sin corresponder la media sonrisa que me regaló, volviendo la atención al mago.

—Se dice que Ryby es un buen escondite—siguió ella— ahora, si encontramos el último rastro de La Sombra en el Valle Oscuro, podremos hallarlo.




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