Kamari.

XXI.

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Cumplimos con lo planeado. Oma se quedaría con la reina, protegiéndola mientras nosotros recorríamos el valle, en busca de La Sombra. El sol se puso en lo más alto de la montaña y los rayos me acariciaron el cuerpo.

Nala iba delante de mí y Craven detrás. Las horas pasaron y nosotros seguíamos caminando en línea recta. Me alarmé un par de ocasiones escuchando los animales del bosque que hacían ruidos extraños entre los árboles.

Durante el segundo día, yo seguía mirando la vegetación que parecía marchita. Se nos hizo extraño y aún más cuando notamos que la niebla se expandía más y Azar se frenó.

El caballo de Craven relinchó y miré hacía atrás en automático.

—Hey— intentó calmarlo cuando se levantó en dos patas— Tranquilo.

Observé delante de nosotros. Era un árbol grande que hacía forma de una criatura gigante. Azar se acercó y toqué las ramas alarmando a los jinetes.

Nala acarició el cuero de su caballo logrando que el animal se tranquilizará, aún así, el caballo de Craven siguió haciéndose hacía atrás y luego lo tiró al suelo huyendo de vuelta.

—¡¿A dónde vas?! —el hermano de Faye se levantó y miré a Nala quién sonreía.

Craven caminó hacía el caballo de la morena quien hizo un ruido con la boca.

—No se te ocurra tocarlo. Está hembra solo confía en mí—señaló ella y el caballero me miró con rabia a lo que me encogí de hombros—. Podrás caminar hasta que te canses.

—Nala—siseó Craven y a ella no le importó, solo siguió andando con su caballo.

Me reí bajo viéndolo mirarme mal.

—¿Qué?

—No iré caminando.

—Mi lobo solo confía en mí— le acaricié las orejas— ¿verdad, muchacho?

Azar miró a Craven y luego le mostró los dientes, logrando que yo riera.

—No te quedes muy atrás.

—Maldita bestia—lo escuché refunfuñar.

—Oí eso— le grité haciendo que maldijera en voz baja y luego noté como Nala se detuvo. —¿Qué sucede?

—Agua. Siento agua venir.

—¿Agua? —cuestionó Craven viéndola bajar del caballo.

La imité bajando del lobo que comenzó a olfatear el lugar, entre lo poco que se podía ver.

Nala observó el suelo y cerré los ojos por un segundo, la niebla golpeó mi rostro y sentí el pálpito del bosque. Mis pies hallaron el latido que sonaba como un golpe tras otro, abrí los ojos y escuché el agua moverse, bajo la tierra.

—¡Muévanse! ¡Atrás! —nos gritó la morena cuando el lugar comenzó a temblar.

—¡Nala! —intenté alcanzarla, pero un brazo me tiró al suelo cuando la tierra se partió en varias partes.

Craven se levantó y mis ojos siguieron la tierra que se estaba alzando en barreras, alrededor de nosotros. Las grandes paredes, se tornaron verdes, las hojas comenzaron a crecer y la cabeza de Craven junto con la mía se alzaron, observando el gran muro de tierra que se detuvo por el momento.

Mi lobo chilló y me acerqué al musgo que crecía.

—¿Azar?

Intenté ver a través de los pequeños espacios de tierra, pero no lo logré. Una espina cortó mi dedo haciendo que retrocediera.

—¡¿Nala?!

—¡Kamari, quedé atorada entre una rama! —jadeó de dolor—no puedo salir...

—¿Dónde estás? —me moví por el lado de la voz e intenté tocar las hojas que se volvieron espinas— Craven.

Él se acercó al muro que lo pinchó sacándole sangre y nos miramos sin entender.

—¿Qué es esto? —murmuró para si mismo.

Entonces lo recordé.

—Este es el Valle Maldito. Aquí sacrificaron al primer rey.

Miré bajo mis pies antes de tocar la tierra seca con mis manos.

"Malditos sean aquellos que desean mi trono" —susurró Craven y levanté mi cabeza para verlo.

Recordé las palabras escritas y asentí.

—Pagarán con su vida, contra los muros de la naturaleza y sangre en las púas— dijimos, los tres, pues al parecer, Nala también se sabía esa historia de memoria.

—No puedo teletransportarnos— comenté— no dejaré a Azar.

—Yo podría hacerlo— respondió Nala y miré a Craven. —Hay agua bajo esta tierra, puedo hacerlo. Pero tengo el pie dentro de una rama, me sujetó con fuerza al levantarme.

—Quizá puedo escalar—le dije, al caballero y asintió.

—¿Kamari? —me buscó Nala y me acerqué a donde su voz me llevaba.

—¿Sí?

—Hay un... una cosa aquí.

—¿Qué?

—Tenemos compañía.

—¿De qué hablas? Éramos los únicos.

—No... —susurró— Es un valkiriano.

Mi corazón se detuvo, la iban a matar, si nos notaban, la iban a tomar como un rehén si se daban cuenta que estábamos ahí.

—Craven, necesito que me ayudes a subir. Lo distraeré mientras tú la saca.

Giré y él se miraba las manos.

—¿Qué me pasa?

—¿Qué demonios haces? —le reñí entre dientes mirando los muros— ayúdame a encontrar una salida, necesitamos sacar a Nala.

—Si— me moví delante de Craven que miraba sus pies y alcé la mirada.

—Bien, intentaré...

Una mano tomó un puñado de mi cabello haciéndome gritar cuando enterró sus dedos en mi garganta.

—¡Craven!

Me giró poniendo mi espalda contra el muro que sacó espinas y otro grito salió de mi boca cuando las puntas se enterraron en mi piel. Noté sus ojos, de un color verde intenso, estaba bajo los efectos de la magia.

—¡Kamari! —al otro lado, la hechicera tronó y le coloqué uno de los pies al soldado pateando su rostro, logrando que soltará mi garganta.

Caí al suelo tosiendo.

—Kamari... —Craven tocó mi brazo y se agachó— déjame ayudarte.

—No me toques— jadeé apretando los ojos.

—¡¿Qué demonios le hiciste?!

—Mi espalda...

—Bestia— tomó mi rostro buscando mis ojos y hallé sus pupilas rojas—. Lo siento.

—No lo sientas, te mataré después.

Pese a mi intento de broma, él siguió serio, mirando la sangre que atravesaba mi ropa. La culpa destelló en sus ojos y de repente sentí malestar en el abdomen, como si ya no quisiera verlo así.




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