—Pierden el tiempo estando aquí.
—No me interesa si lo hacemos o no— Craven escondió su espada— no somos cobardes como tú.
—¿Desde cuándo las hembras deben defender a los machos?
—¿Lo dices por ti? —le devolví—. Los machos allí arriba no se esconden en una caverna como idiotas, pelean a muerte para salvar lo justo.
—Yo no soy justo ¿eh? —me sonrió y me agaché formando energía verde en mi mano antes de hacerle presión en el abdomen, él me retó con la mirada y aunque supe que el efecto no le haría mayor cosa, sintió mi emoción.
—Eso es miedo, no de la muerte, de la esclavitud. Un miedo del que no seguiré escondiéndome por cobardes como tú—le dije— haz lo que debes y no andes rondando las ramas.
—Una paria—se relamió los labios y apreté los dientes— vaya, vaya, las cosas han evolucionado arriba.
—Necesitamos información.
—¿De qué?
—Magia roja, dinos cómo tratar con ella— Nala intervino—Tienes acceso al pasado, se lo que puedes hacer, eres el contacto directo con Los Magos.
—Si atravesaron todo eso, solo para venir hasta aquí, están equivocados— se defendió antes de levantarse del agua— hechicera de agua, estás perdida si viniste por un desterrado.
—¿Desterrado? —repitió ella.
—Así que te contaron la historia equivocada— ladeó la cara, entrecerrando sus ojos— viniste porque pensaste que asesiné al enemigo ¿no? Yo no soy ese héroe que te contaron, hechicera, soy el enemigo desterrado del círculo de Los Magos. Si salgo de aquí, me asesinaran.
—¿Por qué? —la morena parecía aturdida— todos saben la historia, decidiste aislarte.
—No me aislé, mi padre me desterró, porque dejé entrar la maldad— se encogió de hombros— entonces no conocen la historia, divertido.
—¿Qué pasó?
—Hace miles de años atrás, cuando solo existíamos los magos, mi padre le otorgó el poder a varios de los aprendices más inteligentes. Me esmeré por superarlos, uno por uno, con tal de que él me diera una gota de ese poder. Pese a mis esfuerzos, no lo hizo y yo tuve que recurrir a otro método— explica— los valkos eran nuestros esclavos, pero había uno que sabía producir nuestra propia magia, los trataron como animales, y lo ayudé, con tal de que me dejara controlar como él lo hacía.
—¿Vendiste a tu padre por un valkiriano?
—No lo vendí, me alié con el valkiriano mayor. Su nombre era…
—Theon— murmuré y ellos me observaron, pese a eso, yo seguía con la mirada clavada en él.
—Sí, era un esclavo.
—Dime ¿cómo hacemos?
—¿Para qué?
—Destruir esa cosa horrenda— comentó Nala, con rabia— esa magia aniquila todo lo que toca, envenena y corrompe. ¿Cómo la destruimos?
—La magia es un resultado de combinaciones oscuras, se alimenta de la energía que emana el dolor del alma, produce oscuridad. Y la oscuridad tanto como la luz no se pueden destruir.
—¿Me estás diciendo que no se puede hacer nada?
—Si las tropas de Theon ya pasaron el límite, esto solo es el principio, es la colonización del primer reino. Mejor acepten ser esclavos o quédense como yo, escondidos.
Nala apretó los labios, y llena de ira nos dio la espalda caminando entre el agua para salir por la pequeña entrada circular que yacía en medio de las rocas, Craven me miró y yo negué, objetando que me quedaría en mi sitio.
El hermano de Faye siguió a la maga quién parecía hastiada e incluso, podría asegurar que un poco derrotada por el cansancio y la verdad que nos había desvelado el hechicero.
¿Cómo no?
Nala había confiado en todo lo que le habían contado mientras se instruía, estaba convencida de que La Sombra sería de gran ayuda, nosotros la seguimos, cruzamos los límites permitidos en su propio reino, para hallar a un supuesto Mago que se había aislado, quién nos podría ayudar. En cambio, obtuvimos un cobarde que se escondía en el subterráneo para no tener nada que ver con la guerra.
No debían importarme ellos; ni Craven, ni Nala, ni Faye, ni todos los que vivían en Ryby. Pero lo hacían, para mi bien o mal. Si no me hubiera rendido antes, no lo haría en ese momento.
Me crucé de brazos recorriéndole el rostro con la mirada a La Sombra.
—Estás asustado.
—Parece más una afirmación que una pregunta.
—No te lo estaba preguntando—le di la razón—. Estás asustado, por eso estás aquí.
—Que ridículo.
—No lo parece, no me imagino como se habrá sentido que tu padre le de todo a otros y no a su hijo, quién sueña con ser visto por lo menos una vez, querías tener poder para demostrar ser hijo legítimo de tu padre, de Los Celestiales.
—No.
—¿Sabes que creo? Creo que te negaste en primera instancia a cooperar con Theon, quién fingió ser un esclavo, después de ayudarlo y mostrarte ante tu padre, Theon se reveló, como el ser cruel que es, y tú no pudiste controlarlo, porque él era tu maestro.
Lo vi pasar saliva.
—Cuando quisiste detener la guerra que se aproximaba, ya era demasiado poder ¿verdad? Luego el rey encontró a Oma y a los grandes Magos y ellos lograron canalizar al ejército valkiriano, obligándolos a retroceder a Valka.
Le miré las manos.
—Y tú decidiste esconderte, porque tienes miedo, estás asustado y avergonzado, de haber sido parte de la manipulación de Theon, en el fondo tú también pensabas que él era un simple esclavo bondadoso, te dejaste engañar por el asesino de Valka.
Me pasé la lengua por los colmillos, encogiéndome de hombros.
—Ahora te revuelcas en la vergüenza del escarmiento que te van a dar si te vuelven a ver.
Sus ojos estaban brillantes, no sabía si de la rabia o tristeza.
—Lo que no entiendes es que puedes redimirte.
—No lo entiendes.
—Claro que lo hago, si una valka pudo ¿por qué tu no?
—El pasado en estos casos es muy difícil de tragar, estoy en el exilio, la muerte es lo único que me espera si vuelvo.
—Eso no lo sabes.