Nunca me había considerado especial, diferente, o anormal. Toda mi vida fue como cualquier otra, con amistades raras, y con una amorosa familia. Hasta que descubrí que nada de eso era real, que mi vida estaba destinada a otra cosa, a algo más grande.
Me gustase o no, ahora era una Diosa Guardián, y mi vida ya no era la misma.
Los demonios, la magia, todo lo que de niña creía como un cuento de hadas, era real. Y no solo eso, yo hacía parte de ese místico mundo.
Mi cabeza daba vueltas al recordar todo lo ocurrido el día anterior: los ataques, los chicos, la Luz de la Esperanza, incluso el castigo de mi madre.
Luego de vestirme con unos vaqueros y una sudadera blanca, peiné mi cabello con la intención de dejarlo suelto. La marca se podía ver a simple vista, y quería evitarme preguntas cuya respuesta nunca entenderían; quizá por eso Sara lo llevaba de esa forma todo el tiempo.
La herida en mi pierna aún dolía, pero después de un cambio de vendas, se hizo soportable.
Colgué mi maletín en mi espalda, y salí de la habitación hacia la cocina. A pesar de ser domingo, y para mi mala suerte cabe recalcar, tenía que asistir a la preparatoria por una «conferencia súper importante sobre la seguridad vial». Los maestros ya no sabían qué más inventarse para atar a los estudiantes a la preparatoria. Pero al menos, eso me daba tiempo lejos de la locura apocalíptica.
Encontré a mamá preparando el desayuno, y a Cody sentado en el comedor viendo el noticiero local. Todavía no entendía cómo rayos a un niño de diez años le gustaba tanto ver el noticiero.
—Buenos días —saludé, sentándome al comedor.
—Buenos días, Ailyn —respondieron los dos al unísono.
Mamá se acercó, y me sirvió el desayuno junto con el de Cody. Eran huevos revueltos con tocino, y jugo de naranja. Luego se sirvió el de ella y se sentó a mi lado.
—Mamá, ¿dónde está papá? Se suponía que estaría aquí para desayunar con nosotros, ya que es domingo...
—Hubo unos percances inesperados en la universidad, y lo llamaron para que fuera —Al parecer, mi desilusión fue evidente en mi rostro, porque rápidamente añadió—: Pero me dijo que trataría de arreglar todo rápido para cenar con nosotros.
Escuchar eso, me emocionó. Su trabajo le exigía mucho ya que estaba trabajando en colaboración con un proyecto de investigación, por lo que las veces que pasaba con nosotros eran muy especiales. Debido a su excesivo trabajo, la última vez que lo vi había sido cuatro días atrás.
—¿Para dónde vas hoy, Ailyn? —interrogó mamá, mirándome con sospecha.
—A una clase especial en la preparatoria.
—Espero que no vayas a casa de Sara, recuerda que estás castigada —advirtió.
—Lo sé. Pero no sé cuánto tarde la conferencia, así que si me demoro no pienses que estoy con ella.
—Bien, espero que sea así. No quiero más sorpresas.
—Vaya, hasta que mi hermanita se mete en problemas —comentó Cody, con suficiencia.
—Tú cállate, enano —Lo fulminé con la mirada.
~°~
Mientras bajaba las escaleras del edificio, recordé que mi Suzuki no estaba en el estacionamiento, aún permanecía en el centro comercial. Ahora tendría que esperar el transporte público, lo cual me tomaría una eternidad llegar a la preparatoria.
No iba a llegar a tiempo.
Sin embargo, al llegar a la entrada, noté que mi moto estaba ahí. A unos cuantos metros se encontraba mi amada Suzuki.
No me explicaba cómo era que estaba allí. Luego, al observar a ese chico de oscuros ojos sostener mi casco en sus brazos, y recostarse sobre ella, lo entendí.
—¿Qué haces con mi moto? —pregunté fríamente.
—¿Ni siquiera un «hola»? Qué mal educada —Se acercó unos pasos a mí—. Aunque sea pudiste haber dicho «gracias» ¿no crees?
Me pasó el casco, con brusquedad, luego se volvió a la moto.
—Sube, te llevaré a la preparatoria —comunicó mientras se montaba en la moto.
—Espera, ¿cómo sabias cuál era mi moto? ¿Y por qué iría contigo a la preparatoria? Puedo manejar sola. Además, yo tengo las llaves.