Kamika: Dioses Guardianes

10. Comienza la Aventura

 

«Una amiga» pensé. ¿Dónde lo había escuchado antes?

—¿Eres la persona que envió la carta? —inquirió Sara, examinando a la mujer de pies a cabeza.

La mujer no habló, se limitó a sonreír sutilmente.

—Responde o te clavaré una flecha en el ojo —amenazó Andrew, pero no funcionó.

Avancé unos pasos, pero Andrew cortó mi paso cruzando su brazo frente a mí.

—No se te ocurra apartarte otra vez de nosotros —advirtió Andrew con dureza.

—No la regañes —dijo la mujer de blanco y violeta cabello—. Es por mi culpa que está aquí… en realidad, por la que todos están aquí.

Andrew y yo observamos con atención a la mujer, y ella a su vez nos miró a todos.

—Fuiste tú la de la carta —comenté, esquivando el brazo de Andrew. Me preocuparía por su humor en otra ocasión—. ¿Por qué una carta? ¿Quién eres?

Dio unos pasos al frente, hacia mí. Y con un cálido brillo su arma se compactó a un collar.

—He esperado mucho tiempo para verte de nuevo, At.

¿At? Así llamaban a Atenea.

Los demás dieron un paso atrás, como si estuvieran preparados para huir si ella intentaba algo raro. No obstante, yo no me moví.

—Ha pasado mucho tiempo, Dioses Guardianes. Me alegra volverlos a ver.

La confusión reinó por unos segundos.

—No te conocemos —aclaró Sara—. Dinos tu nombre.

La mujer posó su mirada en mi amiga, y medio sonrió.

—Astra, hija de Hera, y la persona que siempre ha acompañado a los Dioses Guardianes desde que murieron.

Las imágenes de mi recuerdo aparecieron ante mis ojos como una vieja película. ¿Ella era la niña que escuché hablar con Hera en esa habitación? Pero eso había ocurrido hacía mucho tiempo, ¿cómo era posible?

—¿Cómo que acompañado? —preguntó Evan—. ¿Podrías explicarte?

—Los Dioses Guardianes han reencarnado muchas veces, y yo, como guardiana del cetro de Zeus hasta su regreso, los he vigilado de lejos durante todo este tiempo. Y solo cuando Atenea reapareciera podría comunicarme con ustedes directamente. Desde que el Olimpo colapsó, y los dioses quedaron atrapados en Kamigami, al ser la única de este lado, me otorgaron la misión de preparar a los Dioses Guardianes para recuperar el control del Olimpo.

—La carta que le enviaste a Andrew… —mencioné, como por cuarta vez.

—Fue un poco incompleta de mi parte, me disculpo por eso. Tenía que encontrar la forma de que se reunieran, y se me ocurrió que con el objetivo de encontrar la Luz de la Esperanza permanecerían juntos el tiempo suficiente para que Ailyn descubriera lo que es la Luz de la Esperanza por su cuenta. Cuando empezaste con los sueños, supe que ya era hora de aparecer.

Cuatro pares de ojos se posaron sobre mí.

—No me miren a mí, yo sé menos que ustedes —me defendí.

—¿El conjuro del pasado no te ayudó?

Mi cabeza volvió a doler al tratar de recordar algo que me era imposible haber vivido. ¿Acaso olvidaba algo importante?

—N-No, solo me confundió más.

—¿Tú no sabes lo que es? —inquirió Sara, refiriéndose a Astra.

Astra me observó por un momento, como si esperara un milagro en mí. Luego soltó un pequeño suspiro y dijo:

—No. Sé lo mismo que ustedes —Eso no me lo tragué.

—Tienes miles de años, ¿y no sabes lo que es? No te creo.

—Pues deberías —Me observó con severidad, dando a entender que no mencionara más el tema.

—Al menos sabemos quién es la persona que nos ha estado siguiendo —No esperaba ningún comentario por parte de Andrew.

Ella negó lentamente, logrando que Andrew frunciera en ceño.

—No fui yo. También lo noté un par de ocasiones, pero sabe ocultar muy bien su presencia.

Si ella no era el sujeto del conjunto residencial, entonces ¿quién era el misterioso personaje?

El viento movió mi cabello, y me provocó escalofríos. Tal vez sí debí llevar sudadera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.