Kamika: Dioses Guardianes

13. Lo que fuimos

 

Sabía que tarde o temprano tenía que volver a hablar con Andrew, después de todo estábamos bajo el mismo techo, y a pesar de lo espacioso que era el camper era inevitable topármelo en algún rincón del lugar.

Sin embargo, verlo era lo último que quería. Todavía no olvidaba las cosas horribles que me gritó, por muy frustrado o de malas que estuviera no tenía por qué hablarme de esa forma.

Habían pasado un par de días desde eso, y durante ese tiempo no había salido mucho de la habitación, solo lo hacía para comer, y en ocasiones para hablar con Evan. Además, cuando lo hacía evitaba por completo el contacto visual con ese chico.

Los demás seguramente lo habían regañado por lo ocurrido, pero reprocharlo no le quitaba intención a sus acciones. Todavía no entendía por qué lo hizo, ¿qué lo molestó tanto para dirigir su enfado hacia mí? Imaginaba que era por lo de los Hechizos Prohibidos, e incluso comprendí que no los podía volver a mencionar, pero ni siquiera sabía por qué le tenía tanto tabú a esa magia.

¿Qué ocultaba el pasado de los Knight? ¿Acaso involucraba los Hechizos Prohibidos? No lo sabía, y a ese paso nunca lo haría.

El camper se había detenido hacía como una hora, y estaba estacionado a las afueras de Newton Falls; seguíamos en Ohio. A pesar de ser otoño, hacía suficiente calor como para quitarme la sudadera y quedarme en una blusa con tirantes.

Mi vista estaba perdida en la ventana del cuarto de las chicas, cuando la puerta se abrió y Evan hizo acto de presencia. Cerró la puerta tras él, y se acercó a mí hasta que se ubicó al lado de la ventana.

—Olvida lo que dijo Andrew —Me miró con dulzura, y sonrió de la misma forma—, no tiene importancia. Sabes que en ocasiones son tiene filtro.

Lo sabía perfectamente, pero el que lo supiera no significa que lo aprobara. Además, para mí sí tuvo importancia.

Sara y Cailye ya habían intentado que saliera de la habitación, que no le hiciera caso y que simplemente lo olvidara, que con el tiempo ni él lo recordaría. Pero eso no era cierto; no era tan fácil como ellas creían. Andrew me había insultado varias veces antes, y yo a él, pero en esa ocasión se pasó. No tenía derecho a gritarme como lo hizo, y no iba a pasar ese hecho por alto así como así.

—¿A qué has venido, Evan? —pregunté, sin animo—. Ve directo al grano, no quiero hablar de ese tipo.

Sonrió, y pasó su mirada a la ventana.

—Hoy es el cumpleaños de Sara —informó.

Dejé caer mi cabeza en el vidrio de la ventana en medio de un largo suspiro, y quise golpearme contra él. ¿Cómo pude olvidar algo tan importante?

Con todo lo que pasó con el señor «no te metas en mi vida», había olvidado por completo el septuagésimo cumpleaños de mi mejor amiga. Eso era imperdonable.

—En la noche le organizáremos una fiesta sorpresa, antes de que llegue con Astra —continuo él—. Quería saber si nos vas a ayudar.

Y por «nos» se refería a los hermanos Knight.

—Es Sara, mi mejor amiga, no puedo decir que no.

Me miró, pero no sonrió.

—Ailyn, no puedes estar enojada con Andrew por siempre…

—¿Por qué no?, ¿porque arruinaría la perfecta convivencia del equipo? —inquirí con sarcasmo—. No soy yo la que se tiene que disculpar, fue él quien me insultó y me llamó fastidio.

—Pero no lo hizo…

—¿Apropósito? —lo interrumpí, y reí con sequedad—, créeme que lo hizo con toda la intención del mundo.

—No lo justifico —dijo con duda—, pero él hace las cosas por una razón. Sé que lo que dijo fue horrible, y que estás en tu derecho de no perdonarlo, pero lo conozco, Ailyn, y sé que él nunca diría algo así solo por ira.

Las palabras de Cailye vinieron a mi mente como un fugaz recuerdo: «sabrás comprender sus razones y no juzgar sus acciones». No entendía a qué se refería.

—Pues si tuvo una razón más profunda para insultarme como lo hizo, debió empezar por ahí en lugar de herir mis sentimientos así —espeté.

Evan suspiró, y sonrió al tiempo que negaba lentamente la cabeza.




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