Kamika: Dioses Guardianes

22. Sin Retorno

 

¿Cómo se siente ser atravesado por una flecha y permanecer vivo mientras te desangras, observando tu vida escurrirse de a poco de tu cuerpo? Así me sentía, pero multiplicado por diez. Dolor, no encontraba una palabra que describiera mejor cómo me sentía, y esa no alcanzaba a cubrir la punta de mis sentimientos.

Sentía tanto frio que había pasado de tiritar, a estar completamente azul y helada. Cailye se acercó lentamente a mí, y cubrió mis hombros con la toalla que traía en las manos demostrando delicadeza. No levantó la vista para verme a los ojos, su cabello le hacía sombra sobre sus parpados, pero supe por su temperatura corporal que su estado de ánimo decayó por los suelos.

No hice ningún comentario, estaba muy ocupada pensando en mis amigos perdidos como para hacerlo, tampoco moví un solo musculo para tratar de secarme. Nada. Me quedé inmóvil recostada a la pared, como si se tratara de un mueble más.

Podía pensar, más o menos, pero mi cerebro no registraba del todo la realidad. Estaba en shock, y en lo poco que lograba concentrarme era en lo ocurrido hacía pocos minutos cuando, antes de que Andrew me sacara del océano, Sara y Daymon cayeron por la borda. Viera por donde lo viera, era imposible que dos personas tan fuertes fueran arrastradas por la tormenta. Solo esperaba el momento en el que alguien me despertara de esa pesadilla, antes que se volviera real; o que alguien saliera detrás de una silla y gritara «¡Caíste! Estás en cámara escondida» a absolutamente todo.

Podía escuchar a los chicos y a Astra discutiendo la forma de encontrar a Sara y a Daymon. Pero en realidad, era vagamente consiente de ellos. Oía sus voces distorsionadas, como si estuvieran bajo el agua, y una que otra palabra suelta que no mi mente no quiso unir en una conversación. «Agua» «Bloqueo» «Magia» repitieron en varias ocasiones, pero yo seguía sin entender.

Si hubiera asegurado el juego de mesa a la azotea. Si me hubiera movido cuando vi que la mesa me iba a golpear. Si me hubiera levantado del suelo lo suficientemente rápido para ayudarlos. Si nunca hubiera salido del barco a la cubierta, o si tan solo me hubiera parado en otro lugar. Si no estuviéramos en un barco en medio de la nada… Tal vez ellos estarían aquí conmigo, hablando sobre su relación o sobre yo no sé qué cosa, pero estarían aquí, a mi lado, sanos y salvos… pero no fue así.

Era mi culpa.

Me culpaba profundamente por lo que les pasó, y con bastante razón. Si tan solo Sara no me hubiera salvado… eso era, si tan solo mi mejor amiga no hubiera arriesgado su vida para salvar la mía nada de eso estaría ocurriendo. Mi vida no valía más que la de ellos, no era tan importante como los demás lo pintaban.

Sentía un tremendo nudo en la garganta que no me dejaba respirar. Sentía tantas cosas… furia, odio a mí misma, frustración, tristeza, arrepentimiento; era toda una mezcla en mi interior… en ese momento deseaba más que nada en el mundo no haberme peleado con ella.

Odiaba recordar que lo último que le dije fue que estaba decepcionada de ella, y que no confiaría más en ella. Recordaba con dolor el desear no encontrarme con ella, el lamentar estar en un barco sin salida junto a Sara; en ese momento estaba tan dolida por sus secretos que quise jamás volver a verla. Cuán equivocada estaba. La quería con todo mi corazón. La quería tanto que me dolía.

Y Daymon… era dolor doble. Daymon se había convertido en mi mejor compañero, en mi casi hermano. Siempre con su sonrisa de oreja a oreja, y sus intentos por ayudarme y mantenerme feliz. Siempre tan optimista y divertido. Era difícil de engañar, pero se tomaba las cosas con calma y gracia. Nunca lo vi enfadarse, ni siquiera en los peores casos, mantuvo esa expresión de seguridad y despreocupación en todo momento.

Mis piernas, mi cabeza, mi corazón, todo mi ser me gritaba que saliera a buscarlos, que me lanzara al océano y los buscara hasta la muerte. Era mi obligación después de que fue mi culpa que ellos cayeran al agua. Ni siquiera era capaz de hacerlo, porque lo pensaba, y pensar las cosas me retrasaba. Actuar por instinto era más fácil, y en la mayoría de las veces efectivo.

Pero no podía volver a intentar lanzarme al agua, Andrew no me lo permitiría. Y además, ¿qué haría una vez en el océano? ¿Nadar y con suerte encontrarlos? No había posibilidad de que eso sucediera. La pequeña parte cuerda de mi cerebro decía que necesitaba un plan, pero la más grande me imploraba que solo lo hiciera, que los buscara.

¡Maldición! Me sentía impotente, y demasiado confundida como para pensar con claridad. Lo único que se repetía en mis ojos eran las expresiones de mis amigos cuando cayeron por la borda, y a pesar de que los cerraba, eso seguía fresco en mi memoria.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.