Kamika: Dioses Guardianes

30. Bienvenidos a Aqueronte

 

Millones de imágenes simultáneas empezaron a asaltar mi memoria como flechas a una diana, aun con mis ojos cerrados se veían tan nítidas que ya no estaba segura si me había transportado a otra era o solo eran ilusiones.

Era impresionante la cantidad de imágenes sin sentido que retenía mi mente, al igual que la velocidad con la que éstas llegaban y se iban de mi radar. No poseían orden, o conexión alguna unas con otras dentro de mi entendimiento, solo sabía que formaban parte de mí, o lo hicieron alguna vez, porque así lo sentía.

Una fuerte corriente de energía se apoderó de mis venas, un líquido caliente y efervescente subió por mi cuerpo como si de lava se tratara, llenando mi ser de viveza. Y luego, como cierre, una descarga eléctrica semejante a un electro choque me trajo de vuelta a la realidad.

Cuando abrí los ojos me di cuenta de que estaba en el suelo, tendida sobre el césped boca abajo. Mi visión no era clara, por lo que durante unos segundos todo lo vi borroso y sin sentido. El sonido también tardó en llegar, pero cuando lo hizo solo escuché gritos, estruendos, y rayos.

Poco a poco mi visión regresó, permitiéndome notar que algo cubría el espacio donde me encontraba. Una pared cristalina, casi plateada, se ubicaba frente a mí, y ahí, parada unos pasos más allá, estaba Astra.

Intenté pararme, pero cuando lo hice un dolor palpitante en la parte baja de mi nuca me impidió hacerlo. Así que regresé a la comodidad que me brindaba el césped como un bucle de seguridad, hasta que una voz me llamó.

—Ailyn —Se trataba de Sara, arrodillada a mi lado, pronunciando mi nombre en tono suave—. Ailyn. Ailyn, levántate, tienes que ver esto.

Me volví hacia ella, y me percaté de que observaba el cielo fijamente. Haciendo caso a su sugerencia me arrodillé como ella estaba, con algo de dificultad debido a mi estado de agotamiento, y parpadeé varias veces para poder ver lo que me quería enseñar.

Lo primero que noté fue que la pared que vi antes no era una pared, era un domo de protección creado por la magia platinada de Astra, y que desde adentro el exterior se veía distorsionado, pero no lo suficiente…

Si me fijaba bien en lo que había por fuera del domo, me daría cuenta de que el cielo poseía un extraño color verdoso pasto, y que además de eso un remolino de nubes se formaba justo sobre nosotros. Las hojas sueltas y una que otra basura pasaban volando por fuera de la barrera, demostrando la fuerte corriente de viento que arrasaba las copas de los árboles.

Incluso, a pesar del domo y de la falta de ventisca dentro de éste, se podía sentir el frio tan intenso que predominaba en el ambiente. Podía ver las aves buscando refugio a la anunciante tormenta, lo que me hizo preguntarme en dónde se había metido At con todo ese alboroto.

—¿Qué está pasando? —quise saber.

—Vaya, hasta que despiertas —Aquella voz me pareció ajena a las que conocía, por lo que no podía tratarse de otro que no fuera Logan, la reencarnación de Hermes—. Creí que serías la última.

Seguí el sonido de la voz, y lo vi parado junto a Astra, con sus ojos verdes puestos sobre mí como si se tratara de un halcón. Vestía igual que Evan, sin cambiarle nada a su traje, y más de cerca pude detallar cosas que antes no vi, como su estatura, su cabello oscuro, y su delgado cuerpo.

—¿De qué hablas? —pregunté, confundida.

Entonces me tomé un segundo para buscar a mis amigos. Me alivié cuando los vi a todos ellos dentro del domo, incluso a At en un rincón alejado. Astra estaba muy concentrada en el domo como para analizar la esencia de la lechuza, de lo contrario se me formaría un gran problema.

Todos estábamos despiertos, a excepción de Daymon, quien se movía en señales de querer abrir los ojos, y Cailye, cuyo sueño se veía placentero.

—¿Qué nos pasó?

Sara a mi lado abrió la boca para hablar, pero Logan le ganó la palabra:

—El sello se está liberando —explicó mientras me miraba con atención. Señaló con su mano el cielo tormentoso, y continuó hablando—. Cuando nos reunimos la profecía se cumplió, y eso es lo que pasa cuando el portal de Kamigami se abre. Dentro de poco también lo hará el del Inframundo, y entonces será nuestro turno de actuar.

—¿A qué te refieres?

Ante mi pregunta, el chico de ojos verdes miró a Astra en busca de alguna explicación, pero ella solo abrió sus ojos y le lanzó una mirada seria que transmitía todo lo que él quería saber mientras un brillo platino salía de sus manos para sostener el domo.




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