Kamika: Dioses Guardianes

31. Hasta Otra Vida

 

El tacto de una mano sobre mi cabeza me transmitió tranquilidad, toda de la que mi cuerpo carecía. Las palabras de Astra fueron como recibir un enorme balde de agua fría sobre la cabeza, lo que logró desarmarme de la poca calma que había en mi interior. Si esa situación se expandía a todo el mundo, ¿qué le ocurría a mi familia, a la de todos, que no contaban con magia u algún otro medio de defensa?

No me moví por varios segundos, y por lo que supe los demás tampoco, seguro pensando lo mismo que yo. ¿Cómo los protegeríamos al mismo tiempo que seguir adelante con el plan? No… No podía siquiera pensar en ello.

Me di cuenta de que la mano sobre mi cabeza, aquella que me transmitió seguridad y algo de calma, que me decía con solo su tacto que todo estaría bien, le pertenecía a Andrew. Levanté la cabeza para verlo a la cara, y noté que en su rostro no había rastro de dureza o enfado, en lugar de su habitual expresión tenía una mirada seria pero firme a la vez, que me decía que me tranquilizara, que con entrar en pánico no conseguiría nada.

Él era así, un pilar inamovible que trazaba una línea entre la realidad y la desesperación; era más que un ancla, era un mundo completo lleno de razón y firmeza que impedía que cualquiera se perdiera en la locura.

—Debemos irnos ahora —anunció Astra, con vigor, y se dio la vuelta para empezar a caminar.

—Astra, espera —La detuve, alejando el tacto de Andrew sobre mi cabeza para acercarme nuevamente a nuestra mentora—. ¿Qué les ocurrirá sin nosotros? Los están matando, todas esas cosas.

Astra me miró, y soltando un suspiro respondió:

—Se los dije antes, no podemos permanecer luchando contra monstruos todo el día, tenemos algo más importante que hacer. Si nos quedamos aquí seguirán saliendo, pero si derrotamos a Hades el portal del Inframundo se sellará, y el portal a Kamigami se podrá estabilizar. Nuestro lugar no es aquí, Ailyn, debes entenderlo.

—Pero…

—Ailyn, mira —Sara llamó mi atención, mientras miraba hacia la calle principal, donde la gente estaba luchando contra tantos demonios como podían. Se estaban defendiendo, a ellos mismos y a sus seres queridos. Policías, militares, civiles, todos ellos luchaban por vivir—. No son débiles, se saben defender, podrán resistir más de lo que piensas. Ellos nos darán tiempo, y motivación, ¿no crees?

Permanecí con la vista fija en las escenas frente a mis ojos, donde un sujeto con uniforme policial salvó a una pareja de niños de ser llevados por una harpía, mediante su arma cargada que con un par de tiros se deshizo de la criatura. Luego vi a una mujer sacar a un chico de entre los escombros, aun sabiendo que en cualquier segundo un minotauro podría matarla, ella decidió ayudar al chico a pesar de ello. Y como esas noté otras tantas situaciones más, similares a las anteriores, donde varias personas trataban de salvar a otras poniendo su vida en riesgo…

El corazón se me desgarró al presenciar semejantes actos de valentía por parte de personas que no tenían nada que ver con nuestra guerra… y entonces lo entendí, mientras contemplaba cómo la valentía y la solidaridad salían a flote en medio de tanta muerte por parte de gente del común que no poseían más poder que la voluntad de ayudar: esa no era solo nuestra guerra, era guerra de toda la humanidad, y nuestro único deber era protegerlos.

—Ya… lo comprendo —musité.

Un simulador se acercó a gran velocidad hacia nosotros de un momento para otro, ganando nuestra atención, sin embargo, no duró mucho ya que el látigo de Sara lo cortó en el dorso justo cuando estuvo lo suficientemente cerca de mí como para presenciar con claridad cómo se desvanecía. Nunca me acostumbraría a su forma de morir, era desagradable.

Aquel incidente me hizo notar que ahora el número de criaturas sobrenaturales eran menores alrededor del parque, quizá a consecuencia de la hidra; no obstante, su ausencia no significaba menos problemas para nosotros, ya que a pesar de ello el lugar fue tomado por varios demonios, entre voladores (con aspecto de insecto gigantesco) y simuladores se empezaron a acercar a nosotros en cuanto nos notaron.

Había visto uno que otro demonio desde que el cielo se abrió igual que la tierra, pero no a tantos en un mismo lugar. Lo más inquietante era que ellos nos veían, cuando se suponía que no deberíamos llamar tanto la atención gracias a nuestros trajes especiales que nos hacían menos notables para toda forma de vida; quizá, solo quizá, era porque ellos no estaban vivos...

—Corran —dijo Logan, con voz firme y la vista fija en los simuladores.




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