Kamika: Dioses Guardianes

32. Otra Oportunidad

 

Ignorando todo el caos a mi alrededor, todo el llanto, gritos, muerte, monstruos y demonios, corrí hasta llegar a la parte trasera de un restaurante, donde al parecer no había rastros de ninguna criatura sobrenatural, justo lo que necesitaba en ese momento: tranquilidad en medio del apocalipsis.

Me recosté a la pared, y me deslicé por ella hasta quedar sentada y con las rodillas recogidas… entonces me solté en llanto. Lloré por tantas cosas: por dolor, miedo, frustración, ira, tristeza, desesperación…

Todavía no podía creer lo que había pasado, me era imposible asimilar eso como verdad, porque no quería que lo fuera. La vi irse, la escuché decir sus últimas palabras… ¡Y no pude hacer nada! Era cierto que tuvimos nuestras diferencias, pero la necesitaba, porque ella siempre sabía qué hacer y yo no. Logan era como su hijo, y ella era su única familia… ahora estaría solo, porque por mi culpa murió la única persona que siempre estuvo con él.

Astra… ella había muerto por protegerme, por protegerme para los demás, porque creía que era importante para la misión, que ellos que necesitaban… Era la mentira más grande de mi vida.

Yo no era necesaria para la misión, no tenía nada especial, solo cometía errores y estorbaba a quienes sí estaban a la altura de lo que la vida les había dado. No podía salvar al mundo, solo era una chica miedosa e impulsiva que no pensaba las cosas con cuidado. No era una heroína, los policías, los bomberos, todos aquellos a quienes vi ayudar a los demás sin saber lo que ocurría y a costa de sus vidas eran verdaderos héroes, yo no.

Siempre me recostaba en los demás para todo, incapaz de hacer algo por mi propia cuenta, siempre con ayuda de los demás. Y ¿cómo les pagaba? Echando todo a perder, no sabiéndome cuidar sola, arriesgando todo lo que nos estaba costando cumplir nuestro objetivo por la imprudencia de un deseo momentáneo. Nunca había pensado con madurez y había afrontado lo que estaba pasando y lo que ocurriría. Mi mente se negaba a creer que todo eso hacía parte ahora de mi vida, incluso después de casi cuatro meses, todo seguía pareciendo un sueño… no, no un sueño, una pesadilla.

Las personas que quería se arriesgaban por protegerme porque creían que en mí estaba la salvación, pero eso no era cierto; ni siquiera podía salvarme a mí misma, no podía salvar a nadie.

Infinidad de personas habían depositado sus esperanzas en mí, esperanzas pedidas, ya no había esperanza, no sin Astra. Ella era quien nos guiaba, quien sabía lo mejor para nosotros, quien nos comprendía y ayudaba a ser mejores cada día. Por ella habíamos llegado hasta ahí, sin ella nunca hubiéramos conseguido siquiera conocernos. Ella nos reunió, nos entrenó, nos apoyó. Había dedicado su vida entera a nosotros, sin esperar nada a cambio. Año con año, reencarnación con reencarnación, ella había sido nuestra sombra; cuidándonos todo el tiempo… y ahora estaba muerta por mi culpa, por proteger a una incompetente chica que no tenía instinto de conservación, que no podía mantenerse con vida y mucho menos mantener con vida a los demás.

¿Qué pasaría después? Sin Astra no llegaríamos muy lejos, sin Astra no éramos nada. Mis amigos… estaban luchando contra demonios, incluso tal vez buscándome, esperando a que volviera para saber lo que haríamos a continuación, pero yo ni siquiera sabía lo que estaba haciendo en ese momento, no era capaz de imaginarme lo que haríamos después… no estaba segura si habría un después.

Al comienzo quería ser la líder, aportar al equipo de esa manera para librarme del nombre de Atenea y de sus actos, quería ser mejor líder que ella, y cambiar todo lo que hicieron durante su dominio; pero no tenía idea de cómo hacerlo. Me limité a llorar en silencio, por todo, porque no sabía qué hacer sin una Astra que me ayudara a entender todo lo que me era incapaz de comprender, y que supiera exactamente lo que iba a ocurrir.

Sonreí con sadismo. Las personas estaban muriendo, el mundo se estaba marchitando y yo ahí, escondiéndome como una cobarde. Pero después de todo, eso era lo que era: una cobarde. No tenía el valor de Atenea, ni la sabiduría de Astra, solo poseía miedo.

¿Por qué yo? ¿Por qué me había tocado vivir todo eso a mí? ¿Por qué no a otra persona, alguien que en verdad lo deseara? ¡Odiaba en lo que se había convertido mi vida! Cada día rezando para que ni yo ni las personas que amaba salieran lastimadas por tomar partida en una guerra que no pedí. Arriesgando mi vida a diario ¿y todo para qué? ¿Para terminar lo que mi antigua yo no pudo? ¿o solo era un juego macabro como una prueba de laboratorio para saber si sobreviviría? Ya estaba harta de llorar, de luchar, de pensar, de… vivir esa vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.