Pocos pasos adelante una densa niebla cubrió el camino de la montaña por donde subíamos, complicándonos aún más la caminata. El aire gélido verde se desvaneció, dejando en su lugar una capa de niebla escalofriante que nos bloqueaba la completa vista del lugar que pisábamos.
Hacía más y más frio con cada paso que ascendíamos, y agradecía tener mi sudadera puesta ya que eso mitigaba un poco la temperatura externa. Pero no podía decir lo mismo de los demás; los trajes de Astra no eran nada resistentes al clima.
—¿Por qué hace tanto frio aquí? —preguntó Cailye mientras frotaba sus brazos, y al hablar de su boca salió una pequeña nube de bruma.
El silencio reinaba hasta que mi amiga habló. El lugar parecía un pueblo fantasma, y junto a la niebla le daba un toque más terrorífico del que tenía. No se sentía la presencia de ningún monstruo, lo cual era bueno; pero, aun así, estaba demasiado silencioso para considerar las circunstancias mundiales. Aunque claro, no era que en aquella montaña rondara mucha gente en épocas normales.
—Se debe a la altura —contestó Evan varios pasos por delante de ella—. Pero creo que hace más frio del que debería.
Seguimos caminando en silencio y con cuidado, con la intención de llegar a la sima de aquella colina, donde se suponía estaba el Olimpo, en otras palabras, el sello de Hades.
Era cierto que el Olimpo se ubicaba muy, muy arriba de la aldea, a decir verdad quedaba en la cima de una montaña, pero caminando era la única forma de llegar sin ser detectados. Era alto, demasiado para los humanos, debido a que era una medida de protección para que ningún mortal lograra subir; sin embargo, con nuestra resistencia divina debíamos ser capaces de llegar a la sima sin fallecer en el intento. O eso quería creer.
—¿Cuánto falta? —inquirió la rubia, ahora a mi lado, mirándome con esa expresión de niña en sus grandes ojos castaños.
—Llevamos un buen rato caminando, creo que no falta mucho. Debemos estar por llegar —le dije, más para motivarla que porque fuera verdad. No tenía idea de cuánto más tendríamos que subir.
—Eh… chicos —Daymon, como el ultimo del grupo, llamó nuestra atención—. Creo que nos están observando.
Todos nos detuvimos al instante, y lo miramos. Él se encontraba observando algunos árboles de alrededor, desde donde se asomaban extrañas sombras humanoides detrás de los árboles del extenso bosque, pero en el momento en que posamos los ojos en ellos se escondieron tras los mismos troncos de árboles.
Eso era todavía más extraño y sospechoso.
—¿Son demonios? —quise saber, acercándome más al grupo.
—No —Los ojos del pelirrojo recorrieron nuestro alrededor, con mirada seria y analítica—. Son humanos.
—¿Humanos? —repitió Cailye—. ¿Por qué habrían humanos a esta altura? Es difícil hasta para nosotros.
El sonido de las ramas al romperse, y las hojas de los arboles al caer, captaron nuestra completa atención. Todos nos quedamos quietos en nuestros lugares, pendientes de lo que fuera a ocurrir a continuación. Hasta que luego de unos segundos predominó el silencio de nuevo.
—Se fueron —comunicó Andrew con la vista fija en el camino que ya habíamos recorrido, y el entrecejo fruncido.
—No entiendo —mascullé—. ¿Por qué había humanos aquí?, ¿y por qué se fueron?
At descendió del cielo, y se ubicó en mi oído con la gracia de siempre.
«—Ailyn, no tendrían por qué haber humanos a esta altura, estaban demasiado cerca del Olimpo para ser una coincidencia.»
Me separé un poco más de los demás, y mientras ellos seguían comprobando que no hubiera nadie más ahí, hablé con la lechuza.
—¿Y cuál es tu teoría?
«—La gente de este país siempre fue la más devota debido a la cercanía del Olimpo. Si algo les llegase a pasar estoy segura que buscarían ayuda con los dioses.»
—¿Dices que subieron a buscar a los dioses? Pero, ya nadie cree en ustedes; para el mundo son solo mitos.
Sus oscuros ojos se clavaron en mí, impacientes.
«—No ellos. Los habitantes de Litójoro nunca dejarían de creer en nosotros, ni los de Atenas. O ¿por qué crees que pueden usar magia? Necesitan a alguien que crea en ustedes para tener poder.»
Lo había escuchado antes, pero jamás me puse a pensar de dónde salía nuestro poder. Eso tenía sentido, y explicaba las sombras de las personas minutos atrás.
—Eso significa que todavía creen en los Dioses Guardianes; significa que somos su…
«—Esperanza —concluyó, con más dureza de la habitual—. Lo son, y por eso mismo no les pueden fallar. Su propósito es protegerlos, y el pago por ello es el poder; mientras más gente crea en ustedes mayor poder y menores limites tendrán.»