Mis pies se movieron en dirección al lago, lista para unirme a mis amigos; sin embargo, en cuanto crucé el límite de los árboles, una explosión de luz blanca nació sobre el lago congelado, y cubrió con su brillo todo el bosque por un segundo.
La fuerza del impacto me desestabilizó, pero de alguna manera conseguí permanecer de pie mientras comprendía la razón de aquella expulsión de poder.
En medio del caos blanco, pude distinguir el cuerpo de Kirok salir volando desde donde se encontraba Hades, con trayectoria directa hacia…
No pude terminar de pensar, ni de procesar el impacto cuando sucedió, solamente fui consciente del golpe que me di contra el suelo cuando Kirok cayó sobre mí con la suficiente fuerza para que la colisión fuera capaz de agrietar el suelo escarchado que cubría el lugar.
Dimos varias vueltas en el césped, llenándonos de nieve, hasta que nuestros cuerpos chocaron con un par de árboles cercanos. Me removí, sin querer prestarle atención al dolor que comenzaba a agotar mi energía y resistencia, en busca de Kirok para comprobar que estuviera bien.
—Kirok —lo llamé, pero él no respondió. Se encontraba recostado boca abajo, y pequeñas gotas de sangre lo rodeaban como salpicaduras de pintura, al igual que en su vestido rustico—. ¡Kirok, responde!
Entonces, movió sus brazos e intentó abrir los ojos. Lo ayudé a enderezarse, más sin embargo no tenía fuerza para pararse. Gimió varias veces en el proceso, debido al dolor de sus múltiples heridas. Diferentes tamaños de cortes, y muchos hematomas adornaban su piel, que junto con la suciedad y la nieve lo hacía lucir como un vagabundo malherido.
—¿Cómo te sientes? —La pregunta sonaba estúpida si tomaba en cuenta el terrible aspecto que arrasaba su imagen, pero debía asegurarme de su lucidez mental.
Sus ojos rojos buscaron los míos, y aunque lucían con la misma picardía de siempre, era imposible ocultar el dolor que recorría su cuerpo. Luchó contra Hades, y al parecer solo obtuvo golpes de su parte, ya que se veía más muerto que vivo.
—No quieres saber cómo me siento, Luz, créeme que no quieres enterarte del infierno que siento —contestó, con voz apagada y cansada.
Lo recosté en un árbol cercano, pues no era capaz de mantenerse sentado por su cuenta, y al hacerlo me manché la mano con su sangre. Lo miré con horror por la gravead de sus heridas, pero él le restó importancia a su condición cuando soltó una gran carcajada que debió dolerle hasta los pulmones.
—Estaré bien —aseguró—, hace falta mucho más para acabar conmigo que unos cuantos golpes.
Intentó moverse, pero sus intentos resultaron torpes y sin coordinación.
—Lo sé, y puedes ser todo lo resistente y poderoso que quieras, pero ahora mismo no estás en condiciones de seguir luchando —Lo empujé con suavidad al árbol para que no se moviera—. Quédate aquí y descansa, ya no necesito que me des tiempo, ya no queda tiempo que dar.
Lo miré a los ojos, suplicando que entendiera mis palabras, y él en respuesta se limitó a observarme atentamente. Asintió sin agregar nada más, así que me aferré a que estaría bien en base a lo que era y su capacidad para soportar el dolor. Y, si lo pensaba bien, tenerlo lejos de Hades cuando el portal se abriera era lo que necesitaba.
—Ten cuidado, Luz, ten mucho cuidado —musitó, más para sí mismo que para mí.
Una gran explosión de colores a mi espalda me obligó a darme la vuelta, hacia el lago, apartando la atención que tenía sobre Kirok, y al hacerlo contemplé cómo mis amigos atacaban a Hades con sus respectivas armas, los cuatro al mismo tiempo.
Vi luces de diferentes colores, destellos alrededor de Hades, provocados por la magia de mis compañeros; sin embargo, aquellos veloces y cortos pero letales conjuros, no bastaron ni siquiera para hacerlo retroceder, lo único que conseguían con sus movimientos era impedir que se me… acercara…
En ese momento lo noté, ellos estaban exhaustos, más que eso, estaban al límite de su poder, pero aun así luchaban para darme tiempo de seguir con el plan original. Como lo acordamos antes, solo después de la primera fase pasaríamos a la segunda.
Al verlos así, luchando juntos y casi conectados, entendí los esfuerzos de Astra al entrenarnos, sus intentos de unirnos para que trabajáramos en equipo. Y aunque estábamos mejor que al comienzo, la diferencia entre los Dioses Guardianes originales y nosotros, respecto a la sincronía, seguía siendo abismal.
Me dirigí hacia el lago tan rápido como pude, con mi espada en mano, lista para dar comienzo a la estrategia que teníamos planeada: abrir un portal provisional hacia el Inframundo. Pero en cuanto estuve lo suficientemente cerca, un rayo violeta, como un meteorito, impactó unos metros delante de mí.