Kamika: Dioses Guardianes

Epílogo

 

Al día siguiente, en alguna parte de Kamigami

 

La primera mujer se encontraba sobre su trono, sentada a gusto mientras bebía una taza de vino que las ninfas cultivaron para ella. Contemplaba la ilusión frente a ella, un espejismo ovalado que le permitía observar sin ser observada a quienes deseara.

Vio a la reencarnación de Atenea, ensuciándose las manos y gastando energía mágica para ayudar a los humanos afectados por la apertura de los portales. Detalló su cabello castaño lleno de mugre, su piel cubierta de moretones, y sus ojos ámbar tan brillantes de amor, de orgullo por salvar a los suyos… Y no pudo evitar sonreír ante su inocencia y estupidez.

Atenea era tonta, despistada y débil, nunca sería capaz de derrotar a Pandora, jamás le llegaría ni a los tobillos. Acertó en esperar a una portadora más humana y vulnerable, porque de esa forma ella tomaría lo que le pertenecía sin ningún inconveniente. Era perfecto, y hasta ahora, un total éxito.

Resultaba toda una suerte que la Atenea original se dejara llevar por sus deseos carnales, y que en su reemplazo apareciera una mortal todavía más incompetente y voluble, que se dejaba llevar por sus deseos personales con mucha más facilidad.

Pandora se encontraba de buen humor, satisfecha por el rumbo que las cosas estaban tomando. Tomó otro sorbo de vino, y desvaneció la pantalla mientras la chica de ojos ámbar ayudaba a un par de humanos a sacar un niño bajo los escombros de una edificación.

Admitía que habían ocurrido algunas cosas fuera de lo planeado, debido a que la reencarnación de Atenea podía ser un tanto impredecible respecto a su actuar; pero en general, las cosas salieron como lo tenía planeado, e incluso descubrió unas cuantas cosas que le podrían ser útiles en algún momento, una de ellas era la chica en coma que resultaba ser la amada del dios del sol.

Debía hacer algunos ajustes en cuento a la dirección que estaba tomando el grupo de Dioses Guardianes, pero eran humanos, y por ende mucho más fáciles de manipular. Su torpeza e ingenuidad los hacía blancos fáciles para los próximos ataques de Pandora, y eso no le podía fascinar más a la primera mujer.

Y a pesar de ello tenía que tener cuidado con un par de cabos sueltos, que si los pasaba por alto más adelante le causarían problemas, como lo hizo en su tiempo la Amazona Louis.

Sin embargo, todas esas cosas que causaría problemas tenían solución, puesto que el corazón humano era mucho más frágil que su cuerpo, y las heridas físicas no se comparaban con las emocionales. Una herida se regeneraba, pero un corazón roto no.

Dolor. Miedo. Tristeza. Decepción. Odio. Ira. Envidia. Frustración. Existía toda una gama de sentimientos negativos que podía emplear con total libertad y sin levantar sospechas, pues eran conflictos de lo más común para un humano, y que le facilitaban la tarea ahora que el Filtro no sería más un problema.

Un par de toques a la puerta obligaron a la mujer a salir de sus pensamientos, desvaneciendo por un segundo la sonrisa llena de confianza y seguridad que lucía.

—Diga —dijo Pandora, con cierta petulancia al hablar.

—Alguien quiere verla, mi reina —contestó una vocecita femenina irritante del otro lado de la puerta.

—Les dije que no quería recibir visitas, estoy muy ocupada en este momento —repuso Pandora.

Tomó otro sorbo de vino; agridulce para su gusto. Y jugó con la copa mientras la Amazona seguía hablando.

—Lo sé, señora, pero dice que es urgente. Y afirma conocer a los Dioses Guardianes, se ofrece a ayudarla.

La sonrisa de Pandora se expandió, dibujando una seductora figura con sus labios rojos carmín, complacida y fascinada por la noticia. dejó la copa quieta de repente, y la puso sobre una mesita cercana, luego volvió su atención hacia la puerta frente a ella.

Las cosas no podían salir mejor para la reina, y le encantaba tener el control sobre todos, todo el tiempo. Estaba segura que a ese paso ella obtendría lo que quería, y de ser así, el único destino para Atenea sería la muerte. Nada podía salir mal, llevaba calculando ese plan desde que Zeus le arrebató la Esperanza, y era hora de que el verdadero reloj comenzara a moverse.

—Dile que pase, me interesa lo que puede ofrecerme.

 

Continuará...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.