Kamika: Dioses Oscuros

3. Miedo de sentir miedo

 

La luz rosa que cubría las paredes, suelo, y techo de mi habitación fue lo primero que divisé cuando la oscuridad desapareció en su totalidad de mi campo de visión.

Todo estaba en silencio, e intacto, como si no hubiera transcurrido ni cinco minutos desde que el conjuro empezó. At se encontraba en el mismo lugar, sobre una de las ramas del árbol aledaño a mi cuarto, con sus ojos fijos en los míos, sin ningún brillo, e inescrutable.

«—El Filtro es delicado, demasiado, y así como es un don es una condena. Puede salvar a las personas, pero de la misma forma, si lo usas mal, te consumirá como una hoja quemándose. Poco a poco se va a desgastar, hasta que ya no funcione, y toda la negatividad que acumula se pasará a ti y a la Luz de la Esperanza. Cuando ocurra, porque a este ritmo no tienes más de un par de semanas, tu cuerpo se convertirá en una máquina que acabará con todo a su paso.»

—No sabes cómo ayudarme porque esto nunca te pasó —mascullé, con la cabeza gacha—, así que solo quédate callada. Dices que es mi fin y el de todos los que me rodea, y que además no conoces ningún método para remediarlo, pero aun así aseguras que no tengo salvación. No me ayudas en nada.

Quise tirarme al suelo, porque sentía mi cuerpo pesado, como si cargara un yunque sobre mis hombros o tuviera anclas atadas a mis manos.

«—Te mostré el pasado para que no cometas los mismos errores que yo. Dark todavía está unido a ti, y no solo lo digo por él, sino por todos los que son cercanos a ti; eres demasiado confiada, Ailyn, cualquiera puede traicionarte. Ahora, en tu condición actual, es muy fácil hacerte daño, eres inestable. Debes controlar tus sentimientos, porque el dolor detona tu descontrol. La culpa, la tristeza, pero sobre todo: el miedo, provocan una fuga en el Filtro. Las emociones negativas agravan el problema. Tu inestabilidad emocional es lo que daña cada vez más el Filtro.»

La miré de reojo, con un manojo de sentimientos arremolinados en mi interior.

—¿Dices que no importa lo que haga, si siento emociones negativas ocurrirá lo mismo que en el centro comercial?

Negó con su emplumada cabeza.

«—Tus sentimientos, tu estado mental, controla el Filtro, pero los aspectos externos también influyen en tu conciencia. Eres un faro de sentimientos, si alguien a tu alrededor llora, eso se te pasará a ti, al Filtro. Y si tú estás mal, el Filtro también lo estará, ¿por qué crees que siempre estaba tranquila? Porque aprendí a controlar mis emociones para evitar un sobrecargo. Y era una diosa. Para ti, una humana, controlar tus emociones y en cómo la de los demás te afecta puede resultar imposible, más aun a tu edad. Tan solo eres una niña, a tu edad los cambios de humor son más fuertes, desprendes más energía ahora que en toda tu vida.»

Genial, gracias a la pubertad y la pubertad de los demás.

Movió la cabeza hacia abajo, donde se encontraba el tronco del árbol, y extendió sus alas para emprender vuelo. Me volvió a mirar justo antes de irse, y por ultimo dijo:

«—Piensa en lo que te dije y en lo que ahora sabes, y trata de buscar una solución. No creas que no me interesa lo que te ocurre, porque también forma parte de mí, pero tu situación va más allá de lo que sé del Filtro y de la Luz de la Esperanza —Agitó sus alas y se elevó unos centímetros sobre la rama—. Trata de descansar y tranquilizarte, mientras más serena y más alejada de los demás te encuentres, menos posibilidades hay de que pierdas el control.»

Y se fue. No supe a donde, y tampoco me importaba, porque no estaba de humor para soportar más malas noticias.

Me quedé de pie frente a la ventana unos segundos más, hasta que la sombra de un nuevo invitado captó mi atención. Levanté levemente la cabeza, lo suficiente para notar que el causante de la sombra que entraba a mi habitación era Andrew.

Abrí los ojos de par en par mientras lo veía sostenerse de la rama del árbol para posteriormente saltar a mi ventana con perfecta precisión. Se inclinó sobre el marco, y me miró, provocando que un intenso escalofrió recorriera mi columna vertebral. Su rostro se encontraba oscuro debido a la escasa luz del lugar, y por ende sus ojos parecían dos estrellas brillantes en la oscuridad.

Bajé la cabeza de inmediato, temerosa de que notaba mis lágrimas y mucho más mi estado de ánimo. Cubrí mis ojos con las manos, mientras él seguía acuclillado sobre el marco de la ventana. La briza que entraba movía las cortinas, creando un efecto todavía más silencioso y frio, igual que la luz rosa del conjuro.

Lo único que vi de su cuerpo eran sus pies, y los vi acercarse a mí luego de bajarse de la ventana; paso a paso, sus botas negras de invierno avanzaban en mi dirección sin cambiar el ritmo y con seguridad.

Con las palmas de mis manos me limpié las mejillas, e intenté hablar, decir cualquier cosa, pero la voz no me salía. Mi cuerpo temblaba y mi garganta estaba obstruida por un nudo gigantesco.

No me esperaba a Andrew en ese preciso momento, mucho menos en mi habitación. El que estuviera ahí es ese instante me hacía sentir débil, casi como una flor. No quería llorar frente a él, no quería que viera en lo que me estaba convirtiendo. Todavía no estaba lista para mirarlo a los ojos. Él, en especial él, de entre todas las personas; quería que conservara una buena imagen de mí, no eso, no lo que era ahora.




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