Kamika: Dioses Oscuros

12. Aprender a mejorar

Comí como si llevara días sin probar bocado. Por suerte había muchos frutos de Ambrosia cerca, al igual que el agua lila de Kamigami que neutralizara sus efectos, y además, Calisto se las ingenió para prepararnos algo de comer una vez las cosas se tranquilizaron. La mujer nos preparó varios platos, de apariencia muy humana, y todos la aceptamos sin decir una palabra.

Me sentía cansada, tanto física como emocionalmente.

Cuando terminé de comer aproveché que todos estaban entretenidos con alguna tarea como para notar mi escapada al rio que limitaba con el jardín del templo. Me di un baño rápido, y por supuesto aproveché para llenar nuestros suministros de agua. Para cuando regresé al interior del templo con ropa limpia, me di cuenta de que el desastre vomitivo que causé fue limpiado por Calisto.

La sacerdotisa se había comportado aturdida desde que Cailye la cambió, y se veía confundida, muy confundida, como la mayoría de nosotros. Todavía no entendía del todo lo que había sucedido. Por las explicaciones vagas que nos dio At tenía entendido que Cailye, al no contar con el cuerpo de una diosa en su máxima expresión, se sobre esforzó intentando romper una maldición tan poderosa como la Calisto. Como consecuencia no solo se quedó sin una sola gota de magia en su cuerpo durante unos minutos, Cailye literalmente murió.

Estuvo muerta por unos segundos, y de haber tardado un poco más en ayudarla no podríamos haberla traído de vuelta; actuamos a tiempo para sujetar su mano antes de que cruzara. Eso era otra cosa que At se negó a explicar. Solo dijo que hacer lo que hizo, lo que hicimos, era algo que no debería haber hecho y que nunca volvería a hacer. Actuó porque la situación era crítica, y aun con el poco tiempo que duró la posesión At estaba preocupada por los efectos secundarios de lo que hizo.

No dijo nada acerca de la magia que usó, y vaya que le insistí por respuestas. Pero, como tumba, se limitó a repetir una y otra vez que no estaba lista para saberlo. Lo que sentí cuando la magia estalló en mi interior, la intensidad de esas emociones y el dolor… fue todo tan raro. Y, como era de esperarse, aunque Andrew también le hizo preguntas ella mantuvo su boca cerrada.

No le pregunté a Andrew directamente cómo había sido su experiencia durante el conjuro, pero por lo que dijo tenía la sospecha de que sintió algo similar a mi caos interior. Por supuesto, él no vomitó porque la única poseída fui yo. Eso no dejaba de ser espeluznante. Y, deseaba con todo mi corazón, que eso no volviera a ocurrir. Los efectos de mi cuerpo al terminar el conjuro fueron producto de la posesión de At, que usó mi cuerpo para hacer yo no sé qué truco mágico, no por el conjuro en sí; algo que me intrigaba aún más.

Hasta donde sabía no era posible traer de vuelta a los muertos, pero Cailye se encontraba en un punto de transición donde fue posible con mucho esfuerzo. Desde entonces Niké había estado custodiando el templo de arriba abajo sin descanso, atenta a cualquier movimiento sospechoso, por petición de At; y sospechaba que Kirok estaba con ella. No lo había visto desde la comida-cena, pero lo sentía cerca, debía estar en alguna parte del templo.

Caminé a través de varios pasillos y subí algunas escaleras con el fin de llegar a la habitación donde Cailye permanecía dormida. Ella estaba fuera de peligro, pero a pesar de eso aún no abría los ojos. Solo era agotamiento, con el paso de las horas despertaría como de costumbre.

El templo era tan grande que me tomó mi tiempo encontrar la habitación, que era en realidad el cuarto más grande del templo, exclusivo de Artemis. Cuando llegué Calisto estaba cerrando la puerta tras ella.

Me miró, con cierta timidez, y me dedicó una sonrisa cortes.

—Lady Atenea, ¿se le ofrece algo más? —preguntó.

La mujer tenía un par de ojos oscuros, que entonaban bien con su cabellera, y verla en su forma humana me hacía pensar en cómo una mujer tan educada y humilde pudo merecer tal trato por parte de Artemis.

Negué con la cabeza y le devolví la sonrisa.

—Estoy bien —Miré sobre su hombro hacia la poca visión que tenía del cuarto de Cailye—. ¿Sigue dormida?

—Así es —Se hizo a un lado deprisa—. Bien pueda pase, si necesita algo por favor hágamelo saber.

Asentí, a lo que ella se alejó de la puerta rumbo al pasillo por donde yo había llegado.

Calisto se ocupó por muchos años del templo de Artemis. Cuidó sus jardines y el interior, esperando el retorno de su dueña para implorarle perdón. Cuando le explicamos la situación y le hablamos de Cailye ella no dudó en ofrecer su ayuda para lo que fuera. No había cosa que ella no hiciera por su adorada diosa, incluso estaría dispuesta a sacrificar su vida. Consideraba a Cailye como Artemis tuviera la apariencia que tuviera.

Al perderla de vista por las escaleras me animé a entrar a la habitación. Era grande, mucho más que el salón de la estatua, y tenía más muebles que mi habitación en ese mismo templo. El plateado y el verde seguían siendo los colores por excelencia, y la única y gran ventana del lugar se encontraba cubierta por una cortina plateada de terciopelo gruesa, impidiendo la entrada a gran parte de la luz. La cama era, igual que todo, demasiado grande, perfectamente cabrían cinco Cailyes en ella.

Y ahí estaba mi amiga, durmiendo plácidamente en una cama de reyes, con el pecho a ritmo constante y una cara de ensueño. Parecía tener un buen sueño. Y a su lado, como fiel sombra, Andrew permanecía sentado en una silla, tomando su mano como lo había hecho antes durante la crisis.




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