Kamika: Dioses Oscuros

15. No es tan fácil

«—Concéntrate, estás dispersa, no lograrás nada si toda tu mente no está en eso.»

Hice una mueca ante el llamado de atención de At, cerrando con más fuerza mis ojos como si de esa forma pudiera concentrarme más. Pero la verdad era que sudaba como un cerdo y cada vez que intentaba concentrarme más lo que conseguía era lo contrario.

Al final no pude conseguir que mi piel cambiara de color, mucho menos una transformación de cuerpo completo.

Solté un suspiro de frustración mientras el brillo rosa abandonaba mi cuerpo, como muestra de la magia desvaneciéndose. Esa era la séptima vez que lo intentaba, y aun no podía conseguir alguna clase de mutación.

—No entiendo cómo lo hacen ustedes que lo hacen ver tan fácil —balbuceé.

At no cambió su postura recta y su rostro de escultura mientras me respondía.

«—La transformación es parte fundamental de un dios, es su arma más efectiva para estrategias premeditadas. En nosotros no es difícil, en un humano… además de arriesgado complicado. Pero confío en que logres dominarla en algún momento; te será útil un buen disfraz.»

Llevábamos algunas horas entrenando en el sótano oculto del templo de Apolo, igual a la sala especial que Artemis tenía ese lugar también era el indicado para practicar magia sin riesgo.

Dormí lo necesario para descansar mi cuerpo sin llegar a soñar y cuando me di cuenta me encontraba buscando a At para entrenar. Ella, aunque no lo demostró, estaba encantada por hacerlo.

Y, como dijo que lo haría, me estaba ayudando con hechizos corpóreos. Aprendí a manejar mi espacio, crear una atmosfera que me favoreciera frente al enemigo, por lo que ahora era el turno de mi cuerpo adaptarse al tipo de enemigo que pudiera enfrentar.

Pero era más fácil decirlo que hacerlo.

Dominada bien los conjuros de invisibilidad, velocidad, agudeza de sentidos, flexibilidad, duplicidad con algo de esfuerzo y manipulación del tamaño de mi cuerpo. Pero la transformación a animales o cambiar rasgos de mi apariencia era otro nivel; eso sin contar que si lo hacía mal me quedaría con esa apariencia por un buen tiempo o incluso cambiaría mi ADN.

La diosa me miró con atención, como si esperara que dijera algo más, hasta que volvió a hablar:

«—¿Alguna vez has visto a un dios cambiar de apariencia?»

Negué con la cabeza.

—He ocultado mi presencia divina y la de los demás, pero nunca he visto a alguien cambiar de apariencia.

«—Ahora imagínate a una deidad que hace ambas cosas. Alguien como Até, o como Pirra, incluso como Pandora. Si cambia de apariencia, si oculta la naturaleza de su magia y su esencia, ¿qué te queda? ¿Cómo la identificas?»

Le di vueltas a la pregunta en mi cabeza. Era difícil ver a través de un conjuro así, por lo que sabía era posible identificar un rastro de su magia en sus movimientos, pero tenía que observar muy bien sin que la deidad lo notara, ya que era algo involuntario que podría corregirse con concentración.

—Prestando atención…

De inmediato ella negó con la cabeza, con ojos como dos esferas de vidrio brillante.

«—Si la deidad percibe la duda será imposible desvanecer su magia. Debes seguirle el juego, no puedes dejar que note tu sospecha. En estos casos el más astuto gana. Del manejo que le des depende el resultado.»

—Pero en este mundo nada está oculto, ¿cómo podría una deidad hacerlo entonces? —cuestioné.

«—Las reglas de este mundo no son las mismas para los Primordiales, y si Pandora en verdad está cambiando su naturaleza es muy probable que pueda hacerlo. Es incluso posible que ya la hayas visto sin darte cuenta.»

Sus palabras resonaron en mi cabeza, junto con un escalofrío.

Me mantuve en silencio, hasta que ella avanzó hacia la escalera en espiral que conectaba con uno de los pasillos del templo.

«—Dejaremos hasta aquí por ahora, pero te recomiendo practicar siempre que tengas oportunidad. Dudo que podamos conseguir otro lugar para entrenar con tranquilidad.»

—¿Entonces ya no me instruirás? —Por un segundo mis ojos brillaron—. ¿Crees que ya estoy lista?

Abrió los ojos con indignación.

«—Pero claro que no, aun no lo estás. Además, yo nunca dije que dejaría de instruirte, solo que no habrá más lugares para entrenar. Son cosas diferentes.»

Asentí, aunque ella ya se había dado la vuelta para subir por las escaleras. La vi alejarse mientras yo decidía quedarme un rato más para practicar, al menos una hora extra.

Los demás todavía dormían, o más o menos, pues desde que llegamos al templo de Apolo Andrew no dejaba de inspeccionar el lugar. Lo recorría de arriba abajo y cuando terminaba lo volvía a hacer. No era como si buscara algún intruso, más bien como si quisiera encontrar cosas que le pertenecían a Apolo.

Aquello me causó gracia, pues mientras Cailye se maravillaba con su templo Andrew solo buscaba cosas que robar del suyo. Además, desde que llegamos a Kamigami tenía la sensación de que no era la única que buscaba cualquier tiempo libre para entrenar; tenía la ligera impresión de que Andrew hacía lo mismo por su cuenta, sin llamar la atención.




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