Los rayos de los soles apenas acariciaban la arena cuando salimos de los túneles, señales de los primeros minutos del amanecer, pues todo seguía de un tono oscuro entre la noche y el día. Para cuando avanzamos hacia el mar y dejamos atrás la Cordillera de Maya había más luz de día. Los tonos suaves y lilas teñían el cielo y el ambiente, regalándonos una sensación de paz.
Una falsa sensación de paz.
Estábamos a unos metros del océano, en una playa de arena blanca como la nieve, brillante como si tuviera diminutos diamantes camuflados por ahí. El viento era cálido, como una caricia de consuelo, y olía a sal.
A lo lejos alcanzaba a ver asentamientos, muchos de ellos seguramente pertenecientes a sátiros o a ninfas. Pero estaban muy lejos como para confirmarlo.
Avanzamos sobre la arena hacia lo que parecía un muelle, y en el camino nuestros pies se hundieron en la arena dificultándonos el paso. Había silencio, y el clima agradable contrastaba a la perfección con el estado general de todos.
Cailye seguía sin decir nada, y desde que salimos de los túneles ninguno la presionó para que lo hiciera. Niké por su lado no tenía mucho cambio, solo no volaba ahora que tenía oportunidad. Y en cuanto a Kirok, él estaba inusualmente callado; creí que lo sucedido con Andrew le daría algunos comentarios ocurrentes para la situación, pero se mantuvo a raya y no dijo nada al respecto. A lo mejor leyó mi humor.
El más extraño era Andrew. No solo no había dicho nada desde nuestra charla, sino que ahora conservaba una distancia prudente entre nosotros. Eso no me gustaba, no era buena señal. Tenía la cabeza gacha y una mirada perdida, a pesar de que su cuerpo mantenía una postura de alerta su cabeza parecía estar en otro plano.
Suspiré cuando retiré la mirada sobre él, abatida y con menos energía. Nuestra conversación se llevó más de mí de lo que quería admitir, y no me sentía preparada ni física ni emocionalmente para soportar una pelea contra alguna deidad.
Caminamos por varios minutos sobre la extensa playa, hasta que el océano se hizo más grande y más cercano. La brisa tomó fuerza, aumentando el sabor a sal en el ambiente y resecando mi piel. Hacía algo de frio, pero mezclado con calor; un clima extraño.
Las nubes ocultaron los soles, anunciando una especie de tormenta. Quise preguntar sobre cómo eran las tormentas en Kamigami, pero una parte de mí no quería saberlo.
At frenó cerca de la orilla, donde el mar comenzaba a extenderse a lo lejos. El agua se veía morada, completamente morada, de un tono oscuro concentrado. Brillaba aun sin la luz del sol directa, al igual que la arena y los ríos que nos topamos en el camino, como si estuviera formado por pequeños cristales.
La diosa transparente señaló al horizonte.
«—Al norte, a tal vez unos tres mil kilómetros. Si vamos nadando nos tomará casi dos días helios. Pero deben dormir, y no tendremos suficiente velocidad.»
Se mostró pensativa. Ahí supe que ella estuvo pensando en una forma de cruzar el Océano Hydros desde que atravesamos el portal. Ella era así de precavida. ¿Y aun así no tenía una idea de cómo hacerlo?
—Podríamos cruzarlo en barco —comentó Cailye de pronto, en voz baja. Aun se veía afectada por lo que pasó, e incluso cuando habló lo hizo con la cabeza gacha—. Nos funcionó la última vez.
At la miró con atención, pero fue Kirok quien le respondió:
—Las tormentas en Kamigami no se toman a la ligera, y en mar es mucho peor —Se encogió de hombros y le sonrió con mofa—. Es demasiado peligroso cruzarlo por la superficie, algo nos comería primero o la misma tormenta nos descuartizaría. El clima aquí es bastante complicado.
Cailye parpadeó un par de veces y se quedó callada. Estuve a punto de sugerir la idea de cruzarla por aire con magia de vuelo, pero Niké me ganó la palabra.
—Será imposible volar, la magia se les agotaría antes de llegar y quedarían a la deriva —dijo, y automáticamente Cailye la miró con el brillo de una idea en sus ojos—. No —declaró la diosa con determinación al leer los ojos de la rubia—. No puedo llevarlos por tanto tiempo, mis alas no lo soportarían.
Y de nuevo Cailye se apagó.
—¿Y entones cómo se supone que llegaremos a Gea Hija Norte? —pregunté, cruzando mis brazos.
Pero todos se quedaron callados, pensando. Nos quedamos un momento así, en silencio y pensando en algo para conseguirlo. Tanto los Knigth como las diosas y mi familiar se sumergieron en el tema. Revisaron de nuevo el mapa, y pensaron en diferentes formas para llegar, pero At las descartaba todas. No había caminos submarinos, no había atajos o portales que nos transportaran.
Fue así como comenzó un intenso debate, intercambio de ideas y rechazos a esas ideas. Todos participaron, incluso Cailye, pero yo decidí guardar silencio y meditar.
No tenía caso discutir, por lo que jugué con la arena con mis pies en una forma de relajación, y miré el horizonte violeta intentando encontrar algo.
El agua se movía, se oían sus olas, se sentía en la piel, como un ser viviente más. Y quizá así era.
Fue entonces cuando el bombillo en mi cabeza se encendió.