Kamika: Dioses Oscuros

19. Una vieja manía

La luz que salía del castillo nos cegó por un instante hasta que nuestros ojos se acostumbraron al nuevo brillo. Parecían lámparas, pero en realidad lo que alumbraba el lugar eran las mismas paredes.

El interior no difería del exterior. Las decoraciones estaban hechas de aquel misterioso cristal, y los colores no se hicieron esperar. Todo era llamativo, brillante, vivo. Se sentía como una obra de arte. Las puertas y la estructura me recordaron al Olimpo, solo que en este no había ni una sola cortina.

Sin embargo, el interior estaba vacío. No había agua, no parecía estar bajo en mar. El agua se mantenía al margen, viéndose como paredes en las ventanas y puerta. Y justo cuando nuestros cuerpos atravesaron la pared de agua, nuestros pies tocaron el suelo firme y el aire entró a nuestros pulmones. No había burbujas o una fuente visible de oxígeno, solo parecía resguardar el aire del resto del océano como un cofre del tesoro.

Al entrar una figura nos esperaba. Cuando lo vi mejor me di cuenta de que se trataba de un hombre alto de hombros anchos, con las manos en la espalda y frente a nosotros, con una postura recta y elegante.

El hombre lucía el cabello bien peinado, negro con algunos reflejos azules, una piel morena como la de los demás y los ojos de un intenso azul aguamarina que resaltaba debido a su tez. Vestía muy similar al comandante Luke, con un cinturón y una lanza en su espalda, practico, como si estuviera listo para pelear en cualquier momento. Y de su traje se alcanzaban a percibir la marca de Gea sobresaliente de su cuello.

Sonrió cuando nos acercamos, de la misma forma que Clare.

—Es un placer conocerlos, Dioses Guardianes —dijo, y al verlo más de cerca y escuchar su voz, me di cuenta que de ser humano rondaría los treinta—. Mi nombre es Nerón, guía interino del Reino del Océano. Soy la persona a cargo del reino hasta que Poseidón regrese. Cualquier decisión pasa a través de mí. Si necesitan algo háganmelo saber —No alcancé a decir nada porque de inmediato comenzó a caminar hacia uno de los pasillos—. Síganme.

Así lo hicimos. Miré a Clare caminando a mi lado, igual que los demás. Las ninfas del escuadrón de Luke se habían quedado atrás junto con él, y ahora solo Nerón y Clare nos acompañaban.

—El guía del reino, o como los humanos lo llaman: el rey, es el señor Poseidón —explicó Clare dirigiéndose a todos. Nerón iba más adelante, como si tuviera prisa y quisiera terminar con ese asunto lo más pronto posible—. En su ausencia el guía interino es Nerón. Es un puesto que se hereda por generaciones, y para las temporadas donde Poseidón está ocupado es él quien se encarga de que el reino prospere —Me miró en especificó cuándo añadió:— Es el líder de nuestra comunidad.

Cada vez que escuchaba más de su reino y del rango de Evan en él me sentía confundida. Todo eso apenas era entendible. No me explicaba su relación con nuestro amigo, y mucho menos podía imaginármelo siendo rey. Todo ese asunto era tan… sorprendente. Necesitaba hablar con Evan personalmente para aclarar toda esa situación.

—Creí que tú eras la vocera de Poseidón —le dije a la ninfa—, que él solo hablaba contigo.

Ella sonrió y negó con la cabeza.

—Soy la vocera, así es. Mi trabajo es hacer llegar la palabra de nuestro señor a todos los habitantes del reino y ayudo a Nerón con sus obligaciones, pero también soy la conexión entre Poseidón y las oceánidas. Podría decirse que soy una sacerdotisa, la única que encontrarán en todo el reino.

Se me hacía curioso que llamaran a Clare «vocera» y no sacerdotisa, de la misma forma que llamaban a Nerón «guía» y no rey. Pero no dije nada al respecto, pues sus razones habrían de tener.

Atravesamos un pasillo con múltiples cuadros en las paredes. Parecía que aquellas pinturas contaran una historia. Pero todo lo que era abstracto o insinuaba un acertijo era algo que estaba lejos de mi comprensión.

Tenían formas y colores que subían y bajaban, con muchas mujeres y hombres en ellos. Primero la mayoría eran mujeres, pero tras varios cuadros esa población se volvió mixta.

—¿Qué significan esos cuadros? —preguntó entonces Cailye, caminado muy cerca de ellos y con intenciones de tocarlos; pero no lo hizo.

Clare los miró y luego a ella.

—Simbolizan el regalo de Poseidón a las oceánidas cuando inició el Reino del Océano —contestó—. Marcan el comienzo de nuestro reino y nuestra nueva vida.

—¿Es algo que pasó? —continuó mi amiga.

La ninfa asintió.

—Al comienzo las ninfas estaban conformadas por mujeres. Todos los tipos de ninfas fueron creadas por Gea Madre para dar vida a los frutos de los dioses. Pero Poseidón cambió eso para nosotras. Nos dividió, y nos dio equilibrio.

—¿Qué hizo? —instó Cailye, curiosa.

—Las ninfas éramos parte de un todo, pero Poseidón convirtió esa parte en un todo. Nos dio a los hombres, iguales a nosotras, pero que nos complementarían y nos darían el equilibrio necesario para vivir sin los dioses. Nos volvió una comunidad independiente que sería capaz de sobrevivir por su cuenta. Los hombres y las mujeres son dos mitades del mismo todo, dos caras de la misma moneda, cuando nos dio la mitad que nos faltaba pudimos prosperar. Gracias a ellos existe el Reino del Océano.




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