Kamika: Dioses Oscuros

22. El mundo de los muertos

No vi luz al final de la caída, no vi nada en realidad.

Cuando me di cuenta había dejado de caer y me encontrada suspendida en el aire, con el cuerpo invertido y la nariz a un par de centímetros del suelo. Negro, como todo a nuestro alrededor.

Como si la gravedad regresara de repente reclamando mi cuerpo, caí de lleno sobre la grava rustica, clavándome pequeñas piedritas en la piel expuesta de mis manos y rostro.

Me incorporé mientras me quitaba las piedritas, y cuando terminé me fijé primero en que estuviéramos completos. En efecto, mis amigos estaban a mi lado, cada uno preocupándose de su propio estado.

Y luego, cuando me tomé un segundo para procesar lo que acababa de suceder, me percaté del entorno.

Debí sentir el calor en el momento en que caí, pero la adrenalina seguía presente y a lo mejor eso me impidió notar que la temperatura era considerablemente alta. No era solo lo que provocaba el cambio, aquello se comparaba más con el fuego.

Estábamos en un callejón, entre muros de rocas oscuras y grandes apiladas sin cuidado, y había solo oscuridad. Lo único que nos brindaba un poco de luz era el cielo rojo sangre que estaba sobre nuestras cabezas como una gran cúpula en lo alto, parecido a un domo. También, a unos metros, se encontraban unas antorchas colgadas en las paredes, iluminando un camino de pierdas que debían llegar a algún lado.

Se oían cadenas y gruñidos, y cada cierto momento uno que otro grito. El aire estaba cargado de azufre, y cuando el viento aumentaba lo traía consigo, igual que pequeñas chispas de fuego que se extinguían como si de burbujas se tratara.

—Oigan —dije mientras contemplaba las chispas y oía las cadenas—, no me digas que estamos en…

—El Inframundo —me cortó Kirok.

Me giré hacia los demás, expresando toda la confusión y el pánico que sentía en mi rostro. Mi familiar estaba recostado en uno de los muros, aparentemente despreocupado, hasta que nuestras miradas se cruzaron.

—¿Y eso es mejor que las Furias y las Gorgonas? —inquirí.

—No me mires a mí —se quejó, y apuntó a At con su cabeza—, ella me obligó.

Pero justo cuando abrí la boca, dispuesta a preguntarle qué se le pasaba por la cabeza ahora, Kirok se vino al piso.

Me lancé sobre él en ese momento sin pensarlo dos veces, y alcancé a sostener parte de su peso para que no impactara como muñeco contra el suelo. Dejé que su cuerpo se resbalara por el mío, pues era muy pesado para mi fuerza divina en pleno desarrollo, y me torcí el tobillo cuando llegamos al suelo.

Cailye se acercó también, igual que Niké, pero Andrew conservó su distancia al respecto.

—¿Kirok? ¿Qué sucede? —lo interrogué, mirando con preocupación sus ojos casi cerrados y su intenso jadeo.

Se veía desorientado y muy cansado en cuanto hizo el esfuerzo de mirarme al menos con el rabillo de su ojo. Lo recosté un poco a la pared para darnos más balance, pues parecía muy débil para hacerlo él mismo. Su respiración era irregular y sudaba como si tuviera fiebre a pesar de su temperatura normal. Lo llamé un par de veces, y aunque intentaba hablar solo conseguía balbucear. Lucía adormilado, casi drogado.

At permanecía lejos de nosotros, observando la escena de reojo y casi que ajena a lo que le ocurría a Kirok. La miré, acusadora.

—¿Qué le sucede? —interrogué con firmeza mientras sostenía su pecho contra el muro para evitar que se viniera abajo, mientras usaba mi otra mano para rodear su cuello— ¿Qué lo obligaste a hacer?

Pero ella se quedó callada, ignorando por completo mi reclamo.

Kirok logró poner su mano sobre la mía, captando de nuevo mi atención.

—Estoy bien, Luz, no te preocupes.

Me miró a los ojos aun cuando su respiración seguía irregular.

—¿Es algo que pueda curar? —preguntó Cailye, agachada a su lado.

Kirok no la miró, por el contrario, puso el esfuerzo que tenía en moverse e incorporarse. Al comienzo tambaleó, por lo que Cailye lo ayudó de un lado y yo del otro para que lo consiguiera. La indiferencia de Andrew y de At ya me estaba enojando.

—No, no —contestó cuando ya estaba de pie, recostado todavía en el muro. Cerró los ojos y los apretó con fuerza, cuando volvió a abrirlos dio la impresión de que no podía mantenerse despierto—. Es un efecto secundario, se me pasará mientras más alejado esté del palacio.

Fruncí el ceño, confundida.

—¿Por qué del palacio?

Posó sus ojos de nuevo en mí, y la mirada en ese momento fue la misma que me dedicó en el templo de Artemis cuando no quería seguir hablando del tema. Desvió la mirada en cuanto notó ese detalle, y en cambio observó a At con fijeza, con una ira contenida que me hizo erizar los vellos de la espalda.

«—El Inframundo es paralelo a Kamigami, si nos movemos en la misma dirección que teníamos evitaremos el ejercito de Furias y avanzaremos en el camino. Regresaremos una vez atravesemos la cordillera.»

Así, tan tranquila e ignorando la mirada de Kirok y la interrogación en mi rostro. Y fue así como At se sumergió en la oscuridad del pasillo que llevaba a alguna parte, dejándonos atrás.




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