Kamika: Dioses Oscuros

24. Un encuentro inesperado

Eso era… imposible.

Hades no podía ser un bebé, no tenía sentido…

Perséfone nos ignoró de nuevo, ahora solo tenía ojos para Hades en sus brazos. Lo meció con cariño, acariciando su mejilla, y caminó en dirección a la cuna que estaba en la habitación, aquella que permanecía sola en una esquina alejada de todas las flores y decoraciones.

Kirok volvió a retorcerse de dolor, ahora agarrando con más fuerza mi mano. Se movía como lombriz, sin nada que aliviara su dolor sino por el contrario.

—¡¿Qué le estás haciendo?! —presioné, molesta y desesperada por el estado de Kirok.

La diosa acomodó a un bebé Hades en la cuna, con los ojos de todos nosotros puestos sobre el movimiento con la misma intriga y sorpresa. Andrew los miró con el ceño fruncido, sin duda pensando lo peor; mientras su hermana y yo teníamos un ápice de temor en nuestros ojos.

¿De verdad era Hades? No entendía la situación. Sabía que él seguía vivo, que no era posible matarlo… ¿Pero así quedaba?

Una vez Hades estuvo en la cuna Perséfone se alejó de él. El niño la miró con tristeza cuando lo dejó, con ojos añorantes de su tacto otra vez; estiró los brazos pidiendo ser cargado, pero la reina lo ignoró y movió sus manos sobre la cuna, manipulando una especie de magia.

De color coral la magia de Perséfone se manifestó, creando remolinos brillantes alrededor de la cuna. Pocos segundos después una esfera se formó en el lugar, encerrando la cuna como si la protegiera de algo. Una cubierta traslucida con un tenue brillo coral, que dejaba ver al niño en su cuna pero impedía su escape.

En ese momento Kirok dejó de retorcerse, se calmó de golpe, tan rápido como el ataque llegó desapareció. Relajó su fuerza en mi mano, pero todavía no tenía la fuerza suficiente para ponerse de pie o moverse más allá de ese lugar.

La diosa suspiró cuando terminó con el conjuro y de repente se volvió hacia nosotros.

—No es para tanto, ya deja el alboroto —refutó ella.

—¿Qué le pasó a Hades? —pregunté.

Me miró sobre su hombro, como si la pregunta fuera la cosa más tonta del mundo.

—¿Es en serio? ¿Lo estás preguntando? —Frunció el ceño— ¿Quien fue la que lo apuñaló y drenó toda su energía negativa? ¿Acaso tengo que hacerte pinturas en óleo para refrescar tu memoria?

Me encogí ante su repentino regaño. Ella relajó su expresión luego de recibir una mala mirada por parte de Kirok y se nos acercó de nuevo.

—Por supuesto, olvidaba que ustedes no saben nada —masculló, y luego procedió a explicarlo con un poco de más calma—. Hades no puede morir, sin embargo, cuando su vida está al límite o pierde su fuerza vital, retrocede, convirtiéndose en un bebé que poco a poco crece. Lo que quedó de Hades esa noche se trasformó en el niño que ven ahí, aunque comenzó como un recién nacido.

Un niño así de grande, que aparentaba tres años, ¿solo tenía dos meses?

—Pero está muy…

—Grande —me cortó ella—. Sí, crece rápido. Se alimenta de la negatividad de los humanos, ¿y qué crees? Últimamente hay más cantidad de la usual. A este paso necesitará…

—Perf… —interrumpió Kirok con apenas aliento—. No.

La diosa lo miró, y su mirada irritada se suavizó bastante. Se llenó de cariño y comprensión en un cerrar y abrir de ojos. Kirok también la miró y ambos se sostuvieron la mirada por un momento.

—Como decía, Hades crece porque los sentimientos negativos de los humanos lo alimentan, por eso llegará pronto a la adultez —continuó ella como si nada—. Sus responsabilidades caen sobre mí cuando está así, y aunque no está indefenso necesita descansar y no estar solo, necesita de alguien que lo cuide y lo proteja. No tengo tanta experiencia en esto, apenas es la tercera vez que ocurre. Nunca tendré hijos por eso mismo, consumen tiempo que no tengo.

Andrew ayudó a levantar a Cailye, y los tres observaron a la diosa con la misma fijeza que yo.

—¿Y aun así estás con él? Es decir, Hades es Hades. Es tu oportunidad para huir.

Levantó una ceja, confundida y ofendida.

—¿Huir? Soy la reina del Inframundo, la gobernante con más influencia en el Olimpo. La Corte Suprema me reconoce, Kamigami entero sabe mi nombre, tengo todo un mundo a mis órdenes, ¿por qué querría yo huir?

—Pero si Hades te secuestró…

Ella soltó a reírse a carcajadas, presa de la gracia, interrumpiendo mis palabras otra vez.

—¿Me secuestró? ¿En serio dices eso? Por Urano, no escuchaba esa estupidez en tanto tiempo.

—Pero las historias…

—Son rumores de mi madre, ella lo odia. Hades nunca me secuestró —corrigió—. ¿Acaso crees que me golpea, que no me presta atención ni me respeta y que me es infiel con cuanta cosa camina? Él es el hombre más maravilloso que he conocido, jamás me ha puesto un dedo encima y nunca lo hará. Todo eso acerca de que es un monstruo y que me obligó a vivir aquí son difamaciones de Deméter y rumores de boca, no más. Mi madre nunca aprobó nuestra relación.

—¿Maravilloso?




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