—No me has explicado quién es ella —susurró Kirok cerca de mí.
Había por lo menos cuatro metros de distancia entre Odette y nosotros, pero aun así tenía el presentimiento de que nos oía. Esa escena me recordaba a la vez que Andrew y yo caminamos a raves de un túnel hacia su ciudad, guiados por ella igual que en ese momento.
—Una amazona que Andrew y yo conocimos en Salem. Odia a los dioses, solo nos ayudó antes porque una amazona cercana intentó hacerlo primero pero Pandora la asesinó antes de que lo consiguiera —Me encogí de hombros—. Me sorprende que nos ayude.
—Lo hace porque solo hay una cosa que odia más que a los dioses —dijo él observándola con fijeza. Me miró cuando completó—: Pandora. Ten cuidado de dónde esté cuando Pandora deje de ser un problema, con su amor por los dioses creo que serías su primer blanco.
Observé a Odette caminar frente a nosotros. No nos prestaba atención, o eso parecía. La oscuridad dificultaba ver detalles clave y la cantidad de ramas y arboles empeoraba la tarea.
—¿Qué hacías tú en el bosque? —pregunté entonces.
La amazona me observó sobre su hombro un segundo y luego giró la cabeza de nuevo hacia adelante.
—Me dirigía al campamento de las amazonas cuando sentí la huella de tu magia divina. Me desvié porque estaba segura de que eras tú.
Me quedé callada, no tenía intención de seguir hurgando en el asunto.
Intenté concentrarme en otra cosa, en observar el césped mojado o los ardores fríos, en la oscuridad o en mi mano, pero nada conseguía distraerme lo suficiente para no pensar en Andrew.
—Me encontraron poco después de que ustedes se fueron —dijo entonces Odette sin prestarme atención, y aun así sabía que me hablaba a mí—. El grupo de Amazonas que acompaña a Pandora, su guardia real —De nuevo dijo las dos palabras como si fueran un chiste—, me aprisionaron unos días luego de que ustedes visitaran Salem. Pandora se enteró de que fui yo quien le dio acceso a la ciudad y planeó su castigo. Estuve algunos días encerrada bajo la ciudad, encadenada en una celda húmeda y sin comer. Sola. Dijeron que pronto ella decidiría mi castigo, que hasta entonces tenía que esperar…
Tomó aire.
»Y luego hubo mucho caos. Las amazonas que me vigilaban me abandonaron, hubo mucho ajetreo en la Ciudad de las Amazonas y me enteré de la apertura de portales, de lo que sucedió con Hades y de cómo los Dioses Guardianes consiguieron unir de nuevo ambos mundos. Días después Pandora se presentó ante mí —Levantó la cabeza, mirando el cielo. No pude ver su expresión mientras hablaba—. Nunca la había visto en persona, muchas ninfas nunca lo hacen. La mayoría de las veces nos transforma en grupo, solo sentimos que ella está cerca cuando nuestro lazo con la naturaleza se rompe. Para cuando notamos lo que somos ella ya se ha ido.
Hubo un momento de silencio, creí que no continuaría hablando o que olvidó en dónde quedó, pero al cabo de un largo rato retomó la explicación.
»Pensé que moriría ese día, estaba preparada para hacerlo desde que me capturaron. Saber que me reuniría con Louis era un consuelo, lo único bueno que podría sacarle a la muerte. Pandora solo pasó para mirarme, para conocerme, porque no pasó mucho tiempo hasta que se fue. Recuerdo solo una palabra de todo lo que me dijo: «mílo» manzana en griego. ¿Significa algo para ti?
Me observó sobre su hombro con una mirada neutra. Negué con la cabeza, solo eso. Ella regresó a su posición normal y continuó:
»Poco después me sacaron de la celda y me llevaron a un patio con una pequeña tarima; ahí supe que era una ejecución, y no tuve que escucharlo de nadie para entender que era por traición. Cuando me subieron a la tarima y me arrodillaron, cuando estaba lista para morir, ellas llegaron. Pelearon contra la guardia de Pandora, contra sus hermanas amazonas, hasta que consiguieron liberarme y sacarme de la ciudad. Fueron a salvarme la vida, me libraron de la ejecución.
»He estado ayudando a Hipólita desde entonces, necesita mucha ayuda lejos del grupo y le debo mi vida, es lo mínimo que puedo hacer por ahora. Pero solo es temporal, en cuanto salde mi deuda y ellas no tengan que esconderse compraré el primer boleto para ver el Olimpo caer. No descansaré hasta que los dioses nos supliquen perdón de rodillas.
Kirok entrecerró los ojos, mirándola mal. Niké voló más cerca de nosotras, como si intentara retarla o estuviera marcando territorio, con el pecho alto en orgullo y una mirada amenazante.
—¿Luego qué harás? —le pregunté entonces—. Cuando el Olimpo caiga, cuando consumas tu venganza contra los dioses, ¿qué sigue para ti?
Si le sorprendió mi pregunta no lo demostró. Me miró de nuevo sobre su hombro.
—Descansaré en paz o me volveré loca, cualquiera está bien para mí. El final vendrá solo. Llevo cientos de años caminando sobre este mundo, dejó de tener sentido cuando Louis se fue. Cual sea mi destino lo recibiré con los brazos abiertos.
La observé con atención. Lo curioso era que no me importaba si decidía tomar venganza contra los dioses, en especial Zeus.
—La querías de verdad, a Louis. Creo que ahora sé lo que sentiste cuando murió. Duele perder a alguien que te importa.
Regresó su mirada al frente. No mencionó más el tema.